Luis Caramés: "La renta mínima es necesaria, pero no debe ser indefinida"

Miembro de la Real Academia Galega de Ciencias y coordinador del Grupo Colmeiro, Luis Caramés Viéitez augura una "relativa recuperación" el próximo año, aunque incide en que la respuesta de Bruselas a la crisis del coronavirus será vital
Entrevista ao profesor Luís Caramés
photo_camera El catedrático de Hacienda Pública de la USC, Luis Caramés. EP

Catedrático de Hacienda Pública y Economía Aplicada de la Universidade de Santiago y miembro de la Real Academia Galega de Ciencias, Luis Caramés (Cerdedo, 1949) defiende la pertinencia del ingreso mínimo vital que el Gobierno ultima para que los hogares más penalizados por la pandemia puedan solicitarlo en junio. Eso sí, incide en que esta prestación debe tener carácter temporal e incentivar que quien la cobre encuentre un empleo para así evitar que pueda favorecer la economía sumergida. Impulsor del grupo de análisis y debate Manuel Colmeiro y vicepresidente de la compañía textil Adolfo Domínguez, el que fuera primer presidente del Consello Galego de Relacións Laborais constata que los Erte están dando resultado, aunque falta ver si la fórmula será suficiente para evitar que el país acabe nuevamente con cifras astronómicas de paro. Todo depende de lo que dure esta crisis. Caramés también incide en que España se la juega en Bruselas, que tiene por delante el reto de diseñar un plan de reconstrucción que permita a los países más golpeados levantar cabeza. 

¿Las secuelas que dejará el coronavirus serán más profundas que las de la crisis financiera que estalló en 2008?
La crisis del coronavirus nos recuerda a la del 2008, pero su naturaleza, dimensión y consecuencias no son comparables, más que aparentemente. Las hipotecas subprime tienen poco que ver con este choque exógeno, externo, que alcanza de lleno a la economía real. Ha afectado a la oferta, al perturbarse las cadenas de aprovisionamiento provenientes de China, pero también a la demanda, con la caída del consumo derivada del confinamiento. Además, y en el plano internacional, la pandemia nos ha cogido en una especie de vuelta al proteccionismo, que puede llevar incluso a absurdas llamadas a una especie de autarquía. Sin duda habrá secuelas más profundas, sí. 

Un rebrote en otoño sería muy perjudicial, pero no hay que descartarlo, según los científicos

¿Cuánto tardará la economía gallega en recuperarse? ¿Y si en otoño se impone otro confinamiento?
La variable crucial es la duración de la pandemia, cuya evolución es muy dinámica, muy cambiante. La economía gallega está interrelacionada, como es lógico, con el resto de España, con Europa y con el mundo, por lo que la salida tendrá mucho que ver con la potencial recuperación de todos esos mercados. Pero frente a las depresiones clásicas, ahora hay más predisposición para gastar, al salir de la cuarentena, mas con muchas limitaciones operativas. Y la incógnita de volver a trabajar producirá también una determinada retracción de la demanda doméstica. Las empresas tienen muchas dudas, en casi todos los sectores. Por lo tanto, en ausencia de vacuna o tratamiento adecuado, la salida en ‘V’ será más lenta de lo deseable. Lo más realista es pensar en una relativa recuperación en 2021. La inyección de dinero público, europeo, resulta indispensable. Un rebrote en otoño sería muy perjudicial, pero no hay que descartarlo, según los científicos. Y después de ver el comportamiento social en la desescalada, con actitudes irresponsables no tan minoritarias, no parece que se tenga la adecuada percepción de esta catástrofe.

¿La prórroga de los Erte por fuerza mayor evitará los despidos o hacen falta medidas más ambiciosas?
A mi juicio, los expedientes de regulación temporal de empleo han sido una figura clave en esta crisis. Útil para las empresas y para los trabajadores. Y tendrán que ir adaptándose a la recuperación de las plantillas. Un problema transitorio, pero relevante, ha sido su gestión, bastante caótica. Y también es acertado el que los Erte por fuerza mayor duren hasta el 30 de junio y que se permitan ajustes parciales, pasando suspensiones a reducciones de jornada. Lamentablemente, no pocas empresas en situación de Erte por fuerza mayor no podrán reanudar su actividad, y entonces podrán tramitar uno por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. A mi modo de ver, correcto. Pero la incógnita de la duración de la pandemia no permite afirmar si esta herramienta será suficiente.

La incógnita de la duración de la pandemia no permite afirmar si los Erte serán suficientes para contener la destrucción de empleo

¿Cómo evalúa la renta mínima vital que ultima el Gobierno? ¿Fomentará la economía sumergida?
Creo que una renta mínima es indispensable en esta fase de la crisis, puesto que hay muchas familias que se han quedado o se van a quedar sin ingresos. Así que tanto por razones sociales como económicas, es necesario implementarla. Otra cosa es que sea indefinida, sin incentivos para reincorporarse al mercado de trabajo, y en ese sentido, yo no lo comparto. Su diseño ha de ser muy cuidadoso para que no agrave la situación de la economía informal, que aun siendo un colchón frente a situaciones extremas de carencia, no hay que olvidar que también puede convertirse en una competencia desleal respecto al sector que está en la legalidad y paga sus impuestos. Habrá de coordinarse también con las rentas de inserción autonómicas.

¿La caída de los ingresos fiscales y el coste de las medidas traerán recortes o subidas de impuestos?
Efectivamente, hay que relanzar la economía, pero con criterio, respetando también a las generaciones futuras. Y huir del simplismo de gastar, aunque sea haciendo agujeros y llenándolos después. El gasto público es indispensable y ahora más, pero para atender necesidades inaplazables y para dinamizar la inversión pública con sentido. Pero hay que atender también a la oferta, restaurar las cadenas de aprovisionamiento, incluso relocalizarlas, cuidar la política industrial, y financiarse adecuadamente, y ahí el paraguas monetario del BCE y lo que finalmente acuerden en la UE serán decisivos. En cuanto a los impuestos, ésta es una ocasión que no van a desaprovechar quienes, con toda legitimidad, quieren cargar la mano sobre el capital. Tiene su lógica, acompañada en algunos discursos con cierta intención punitiva. Sin embargo, y sin excluir un debate sobre un impuesto extraordinario e incluso su establecimiento, todos los cálculos independientes arrojan resultados que no permitirían reflotar la caja, ni de lejos, ni aquí ni en los otros países de la Unión Europea. En cualquier caso, los retoques fiscales no deberán recaer sobre las rentas del trabajo. Pero estamos ante una ocasión inigualable, en toda la Unión, de tomarnos en serio la lucha contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales. Coordinación para evitar, por ejemplo, que más del 40 por ciento de los beneficios realizados por las multinacionales acaben por ser transferidos a lugares que facilitan la evasión fiscal. Es probable que en torno al 10 por ciento del PIB mundial esté en esos paraísos. Imaginemos que parte de esa recaudación perdida se redirigiese a los sistemas públicos de salud. Esta lucha es tan o más social que los rimbombantes impuestos a las fortunas y mucho más práctica.

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