"Los primeros accesos a la nueva pornografía ya se dan a los 8 años"

Carlos Rosón, director de Igaxes y presidente de la Red Jóvenes e Inclusión, propone abrir un debate amplio en la sociedad sobre el consumo y la influencia del porno entre los jóvenes
Carlos Rosón Varela. EP
photo_camera Carlos Rosón. EP

Un estudio de la Red Jóvenes e Inclusión y la Universitat de les Illes Balears, con una muestra de 2.500 chavales, es la base de la jornada Educación sexual na era da nova pornografía, que se celebra en Santiago. Un debate en busca de fomentar relaciones sanas, libres e igualitarias en la juventud. 

¿Qué es la nueva pornografía? 
Nos referimos a una pornografía que tiene un objetivo muy claro: la derivación de personas hacia el consumo de prostitución. Hay variables como la retirada de la prostitución de las calles, que los clubes sean cada vez más anecdóticos y el desvío hacia los pisos, a donde se necesita atraer al cliente. Es una estrategia de márketing basada en una pornografía muy accesible, gratuita —aunque en internet no hay nada gratis, porque se trafica con los datos— y con alta calidad de imagen. Otra característica fundamental es el tipo de relaciones que propone: es tremendamente machista, vejatoria contra la mujer, que introduce elementos de violencia física y verbal...
 
Entonces es una cuestión tanto conceptual como tecnológica. 
Sí. Se hace accesible porque el principal dispositivo de consulta son los móviles. De ahí que la edad de acceso a la pornografía sea menor: a los 14 años ya está generalizado, aunque lo hay a partir de los 8. No es que lo busquen, sino que se lo encuentran, porque cada vez acceden a dispositivos móviles a edades más bajas. Así, por ejemplo, nuestra generación buscaba ‘teta’ o ‘culo’ en un diccionario, pero si se teclea en internet aparece directamente pornografía explícita y disponible. 

¿Cuál de los dos aspectos preocupa más? Quizás unos valores sólidos puedan desactivar un contenido tóxico. 
Están correlacionados. No podemos minusvalorar al enemigo. El negocio del sexo y la pornografía es uno de los que mueven más dinero en el mundo, junto con el tráfico de drogas y el de armas. Por lo tanto, sus estrategias de captación son muy potentes. Uno de los portales de porno más vistos tiene más de tres millones de visitas a la hora y mueve más volumen de datos que Facebook. Esa accesibilidad permite un consumo generalizado por personas cada vez más jóvenes y, por ello, tiene mucha fuerza frente al modelo afectivo-sexual actual. Efectivamente, son necesarias propuestas para el cambio de este modelo, pero tampoco podemos ser ingenuos y pensar que esto evitará la capacidad de reacción de ese negocio millonario. 

¿Cuándo y por qué se produce esta mutación en la pornografía? 
Tenemos identificado el año 2008, cuando se ponen en marcha los primeros smartphones y hay una coincidencia con la retirada de la prostitución en la calle por la presión social y su derivación a clubes y pisos. Esta nueva pornografía crece entonces como estrategia de captación. Si tecleas ‘tetas’ y una ciudad, saldrá una oferta de pornografía pero, al tercer enlace, una de prostitución o de contactos. Además, en las propias páginas de porno te invitan a ellas, manejando también los datos de lo que se ha buscado. 


Uno de los portales de porno más vistos tiene más de tres millones de visitas a la hora y mueve más volumen de datos que Facebook


¿Qué comportamientos y qué problemas genera este cambio? 
En la investigación, uno de cada dos jóvenes admite un aumento de sus conductas de riesgo, como dejar de usar anticonceptivo, emplear violencia, el sexo en grupo... Aparte, creemos que no es casualidad que el vídeo más visto sea de una violación en grupo y que de cinco años para aquí haya un aumento exponencial de las ‘manadas’. Actualmente hay cien judicializadas, cuando hace años la violación en grupo ni siquiera estaba categorizada para su estadística. El incremento de los delitos sexuales entre los jóvenes es enorme. Tampoco es casualidad que casi uno de cada dos hombres considere que forzar a su pareja a tener relaciones no es violación, o que se vendan muñecas hinchables en modo violación. 

¿El porno no es un mundo demasiado amplio como para generalizar? Hay mucho donde elegir. 
Hay alternativas, sí, pero no son las mayoritarias, las que encontramos de primera propuesta. Hay un porno feminista, pero es de pago. No es el masivo, no es el que se bombardea a los jóvenes. 

En Suecia y Alemania surgen iniciativas estatales de promoción de esta pornografía igualitaria y hasta ‘educativa’. ¿Es una vía a imitar? 
Sin duda. Creemos que necesitamos seguir investigando. Hemos puesto sobre la mesa una realidad: que ese consumo de nueva pornografía está generalizado y es la principal fuente de educación afectivo- sexual. A partir de ahí, queremos generar propuestas. ¿Hay un porno aceptable? ¿Se debe hablar con los chavales de ello? Es indudable. Es absurdo darle la espalda y pensar que es una cosa aislada. Está presente en sus vidas y condicionando sus comportamientos. 

Uno de cada dos jóvenes admite un aumento de sus conductas de riesgo, como dejar de usar anticonceptivo, emplear violencia, el sexo en grupo...


¿No es un debate semejante al ya gastado sobre el cine violento? 
El perfil es el de un joven de 14 años que ve porno solo. La diferencia es el elemento de control, el visionado con el adulto de referencia, y sobre todo que en el cine los chavales saben distinguir ficción y realidad. En este porno no está tan claro, porque aunque sean actores, están haciendo el amor o hay una vejación real de la mujer. 

En definitiva, ¿lo que falta es educación sexual? 
Falta porque el 80% de los jóvenes dice que no la ha recibido o fue inservible. Es necesario abordar programas de fortalecimiento familiar para que padres e hijos trabajen conjuntamente esta realidad, falta que esté desde el minuto cero en la escuela con contenidos adaptados... 

¿Todavía seguimos siendo timoratos para hablar de sexo? 
Sin duda. Pero también nos enfrentamos a un fenómeno que no hemos sabido gestionar: los efectos del 4G. Hay un debate sobre cuándo y de qué manera ponemos un móvil en manos de un niño, las adicciones relacionadas con las nuevas tecnologías... Y ya nos cae encima el 5G. El tema de la sexualidad se aborda, pero nos encontramos con una realidad que hay que tratar de otra manera porque es muy potente e invasiva y son los niños los que se la encuentran antes. Nos pilla con el pie cambiado. Una educación de impacto puede ayudarnos a afrontarla, pero la tecnología va a una velocidad muy grande para la capacidad de reacción que tenemos. Con el 5G hay juegos de realidad virtual y privación sensorial en los que se puede participar en una violación. Hay muchos retos para una respuesta de conjunto; es imprescindible un debate social amplio, con la mayor cantidad de agentes posibles, desde el análisis científico, la libertad y el respeto a la diversidad.

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