Todo un centurión

Sergio Vallejo nos invitó a subir al Astara Century CR-6 con el que compitió en el último Dakar
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photo_camera Astara Century CR-6 de Sergio Vallejo. EP

Aunque el terreno del circuito habilitado en As Gándaras por el equipo Vallejo Rácing para esta prueba no se asemejaba en nada a las dunas de Arabia Saudí, la corta experiencia a bordo del Century CR-6 nos sirvió para conocer un poco más los entresijos de un vehículo que, como carta de presentación, muestra un motor V8 de 7.000 centímetros cúbicos y 385 caballos de potencia para un peso de apenas 1.700 kilogramos.

Subirse al habitáculo del Astara requiere ciertas dotes para el contorsionismo. Diego Vallejo —acostumbrado a ocupar el asiento derecho del buggy que pilota Óscar Fuertes, "el que nosotros llevamos es estructuralmente similar a este, con la única diferencia de que funciona con combustible sintético para reducir la huella de carbono", explica— es quien nos guía sobre los pasos a seguir.

Y es que las puertas tipo alas de gaviota solo dejan un pequeño hueco hacia el interior, al que solo es posible llegar si uno se sienta en la base de la puerta con las piernas colgando hacia fuera. Luego, se gira sobre si mismo para introducir la pierna izquierda, posteriormente la derecha y, después, echando la columna hacia atrás, se mete el resto del cuerpo siendo la cabeza lo último en entrar (para salir se deben seguir exactamente los mismos pasos, pero al revés).

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El modelo con el que el piloto gallego participó en el último Dakar desarrolla 385 caballos de potencia. EP

Una vez acomodado en el asiento y ya con el casco y los arnés abrochados, aprovechamos para echar una rápida vista al interior. El salpicadero está plagado de relojes que informan sobre todos los parámetros del motor. En el centro una pequeña pantalla digital configurable y que incluso hace la función de retrovisor interior. Más abajo, en la consola central, diferentes botones para ajustar las presiones de las ruedas a las necesidades de cada momento y otros para activar los gatos hidráulicos que elevan el coche en caso, por ejemplo, de un pinchazo.

En el momento en que Sergio pulsa el botón de arranque, el bronco sonido del motor de origen Chevrolet comienza a rugir. Sin darnos casi tiempo a reaccionar, engrana la primera velocidad —el coche equipa un cambio secuencial manual de seis marchas— y la gran aceleración nos clava en el respaldo del asiento mientras subimos una empinada cuesta que finalizamos en un espectacular salto.

El aterrizaje, al contrario de lo que pensábamos cuando solo veíamos cielo, es mucho más suave de lo esperado. A partir de ese momento, Sergio inicia un vertiginoso recorrido en el que el coche hace gala de su agilidad y capacidad de agarre. El comportamiento del Astara es claramente sobrevirador —lógico, ya que se trata de un tracción trasera— aunque aún así los neumáticos ofrecen un buen agarre sobre un firme bastante embarrado.

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Este tracción trasera tiene un comportamiento claramente sobrevirador. EP

El bajo centro de gravedad le permite abordar inclinaciones importantes sin riesgo de volcar y, aunque las suspensiones resultan algo secas, la realidad es que el coche absorbe todas las irregularidades del terreno sin que apenas nos demos cuenta.

Con estas reflexiones en nuestra mente abordamos la última bajada. La adrenalina y la seguridad que da sentarse al lado de un piloto del nivel de Sergio Vallejo nos deja con una gran sonrisa en la cara. Sin embargo, aunque la experiencia se hizo corta, algunas partes del cuerpo ya se resienten del esfuerzo físico que exige viajar en un coche de estas características. Prefiero no pensar en como estaría ahora de destrozado si lo que hubiésemos completado fuera una etapa completa del Dakar.

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Sergio Vallejo en el interior del Astara con el que participó en el último Dakar. EP

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