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El gran cortocircuito

Nada invita a imaginar que las crisis de Alcoa y Endesa vayan a tener solución a corto plazo
Central térmica de Endesa en As Pontes. EP
photo_camera Central térmica de Endesa en As Pontes. EP

ES la energía, estúpido. Trasladado a Galicia, resulta muy oportuno aquel lema de campaña que le valió en el 92 las elecciones a Bill Clinton frente a George Bush padre apelando a los problemas económicos que atravesaba EE.UU. Es la economía, estúpido, rezaba la consigna repetida por activa y pasiva. Pues bien, es la energía, en estos momentos, el problema medular de la economía gallega, que golpea especialmente, y por motivos bien distintos, a dos comarcas que hasta ahora han sido sinónimo de desarrollo industrial.

Una como productora, Endesa en As Pontes, y otra como gran consumidora, Alcoa en San Cibrao, asisten a dos crisis que poco tienen que ver entre sí, pero que siendo tan diferentes coinciden en el tiempo, presentan en algunos casos los mismos protagonistas desde la esfera política, en el plano ejecutivo y legislativo, se entiende, y algún que otro denominador común como son las veredas por las que tienen que transitar en los próximos meses ambos conflictos. Y la energía, claro. Para empezar por una conclusión que invita al pesimismo: nada parece indicar que alguna de las dos situaciones se vaya a reconducir antes de bien entrado el próximo año. Y a partir de aquí comienzan los problemas.

Endesa en As Pontes, con cientos de empleos en juego y todo un entramado de compañías auxiliares que ya han salido a la calle en multitudinarias protestas, junto a decenas de alcaldes, tiene su particular cortocircuito en los elevados costes que debe asumir por adquirir derechos de emisión de CO2, que cotizan como si de una "commodity" (materia prima) se tratara. Y están al alza, sin que nada indique que esa escalada va a tener fin. Para que la tormenta roce la perfección, Endesa tiene que hacer frente desde 2013, con el Gobierno de Rajoy, al pago de un impuesto que grava un 7% todo ingreso procedente de la incorporación y venta de energía en la red. El polémico tributo ha seguido su particular proceso, incluso con recursos de inconstitucionalidad, y períodos de suspensión de seis meses, como el que remató el pasado mes de abril, curiosamente cuando Endesa decide dejar en "stand by" la central de As Pontes, la que siempre ha sido joya de su corona.

En San Cibrao, Alcoa todavía espera por un estatuto que le confiera la categoría que siempre tuvo, una empresa electrointensiva en consumo. Las subastas de interrumpibilidad por su capacidad para desconectarse de la red si la demanda así lo requería han sido un parche año tras año, que aliviaba pero no suturaba la herida. El último intento por dejar atrás unas subastas que Bruselas mira con lupa fue un estatuto que no pasó de borrador, elaborado a toda prisa y sin el pertinente análisis de su viabilidad legal a ojos de la UE. Y en esas estamos. 

Algunas voces, entre tanto ruido, apuntan en la buena dirección. Coinciden en esto el conselleiro de Economía, Francisco Conde (PP), y el presidente de la Diputación de A Coruña y alcalde de As Pontes, Valentín González Formoso (PSdeG): el problema está en Madrid, claman a la vez. Y siendo esto una evidencia a todas luces demostrable (regulación por parte del ministerio del ramo en el caso de Alcoa y cambios en la fiscalidad, por ejemplo, en el de As Pontes), la pregunta enciera el gran cortocircuito en el que nos encontramos ahora: ¿Puede un Gobierno en funciones arreglar los entuertos? ¿Y con una convocatoria electoral en en horizonte inmediato, para noviembre?

Todos sabemos a estas alturas que las empresas hablan con hechos. Y consumados en este caso. La prueba está ahora en As Pontes y antes en San Cibrao, A Coruña y Avilés. Sin embargo, la interinidad que suponen unas cuartas elecciones en cuatro años, con un Gobierno actualmente en funciones que apenas ha sacado adelante iniciativas legislativas hasta ahora, como es del caso del de Pedro Sánchez, no nos puede llevar al precipicio con miles de empleos en juego. Estableciendo un paralelismo con la Xunta y la situación de bloqueo que se vive en Madrid, ¿sería de recibo que el Gobierno gallego comenzase a despedir interinos o a cerrar quirófanos en los hospitales públicos cuando no acaban de llegar esos 700 millones pendientes que en justicia reclama manejando como maneja un presupuesto de 9.000 millones? Parece que no.

Claro que el foco está en Madrid, y en unas nuevas elecciones. Estamos ante un escenario que nos presenta unos tiempos que llevarán a la conformación del Parlamento y del Gobierno no antes de enero, con mucha suerte. Por tanto, ante todo mucha más clama. Porque no pueden pesar sobre miles de empleos la inacción de unos (Pedro Sánchez) o los errores recientes de otros (Mariano Rajoy). Es lo que hay.

El presupuesto gallego enfila la prórroga

EN POLÍTICA, adelantarse a los tiempos que marcan los hechos es determinante. Guste o no, haya sido electoralista el anuncio o simple ejercicio de prevención ante la que se avecinaba, lo cierto es que Núñez Feijóo acertó cuando hace nada anunció que, a este paso, no iba a quedar otra que prorrogar los presupuesto de la Xunta para el próximo año. Los hechos, con la imposibilidad de pactar una investidura en Madrid, le van a acabar dando la razón, como a cualquier otro presidente autonómico que haya tenido la misma idea y lo hubiera advertido. Y mucho más allá de que se haya podido interpretar su lamento como un ardid político, para gustos hay colores, todo apunta a que las cuentas autonómicas del próximo año enfilan su prórroga. Y más ahora.

En el mejor de los casos, España estrenará el 2020 con un presupuesto prorrogado que corresponde a 2018, aprobado a mitad de ese año, cuando Mariano Rajoy, semanas antes de la moción de censura, logró arrancar el apoyo del PNV a sus cuentas. Pedro Sánchez, cuando llegó a La Moncloa, optó por seguir con el presupuesto de su antecesor, dada las alturas del ejercicio.

Un tercio del presupuesto de gasto de la Xunta procede de transferencias corrientes. Pero no solo ese es el problema. Todo el diseño de los ingresos que suele realizar la Consellería de Facenda procede de un cálculo que a priori marca Madrid, en el que la piedra angular es el crecimiento previsto del PIB, por ejemplo, y de ahí se deriva la previsión de incremento de la recaudación de impuestos y tasas. Todo esto está en el aire. Y la presentación de cuentas del próximo año toca en menos de un mes. Difícil.

Cinco raros años en la presidencia del Banco Santander​
LA BANQUERA de hierro ha "disfrutado cada minuto y sigo haciéndolo" en estos cinco años que lleva al frente del Santander. La presidenta ha remitido una carta a los empleados en la que asegura que "hemos conseguido muchas cosas juntos, podemos hacer mucho más". En Galicia va a ser difícil, la verdad. Aquí el tema no está para festejos. Este mismo viernes se cerraron unas 26 oficinas del Santander, en el marco de un plan de adelgazamiento que se ha llevado por delante otras 339 sucursales en toda España. ¿Celebrarán los empleados los cinco años de los que presume su presidenta? Pues lo cierto es que no muchos. La reducción de oficinas, hasta 1.150 clausuras previstas, conlleva un recorte de plantilla pactado de nada menos que 3.223 efectivos. La pregunta es obvia: ¿cuántas veces se habrá arrepentido en este tiempo Ana Botín de haber adquirido el Popular, aunque fuera por un euro? Seguro que muchas.

 

Frinsa da el golpe y entra en la tercera conservera lusa​
RAMIRO Carregal es un ilustre de la empresa gallega. No solo la edad le avala, también un gusto por diferenciarse que le ha llevado incluso a dar un sonoro golpe hace nada. Esta vez en Portugal. Y es que Frinsa, el rey gallego de la marca blanca, toma un 50% del capital de la tercera mayor conservera lusa. Cuando más arrecian las deslocalizaciones desde Galicia hacia el vecino luso, que más bien son relocalizaciones de inversiones que se podrían ejecutar aquí, fruto de una arriesgada política de captación de empresas, el veterano conservero firma la compra el 50% de A Poveira, la tercera mayor conservera portuguesa por ventas y proveedora de referencia de Jerónimo Martins. Todo parece indicar que es solo el inicio de un proyecto que le hará ser el propietario de la compañía en nada. Frinsa ha roto la barrera de los 500 millones en ventas, y gana otros 30 millones.