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Francamente, querida, me importa

La retirada por HBO de ‘Lo que el viento se llevó’ es una cesión más a la censura social

SEÑOR DIRECTOR:
La retirada de Lo que el viento se llevó del catálogo de HBO, y de otras plataformas digitales, es una noticia de impacto. La película fue un hito en la historia de la cinematografía por el presupuesto que manejó, el color, el primer largometraje en color es de unos años atrás; la apuesta que representa por el cine como industria, como inversión, como negocio; concepción y práctica de donde se asienta la potencia audiovisual de EE.UU., más allá de la visión como una actividad únicamente artísticocreativa que primaba en Europa. La resonancia de la noticia radica en el éxito de público que el filme tuvo a lo largo del tiempo desde su estreno. A mí nunca me entusiasmó ni me atrajo, dicho sea de paso.

Le apuntaré a usted una anécdota, que creo refleja la popularidad de la película en el mundo. Cuando la política de monopolio que mantenía TVE quiso contrarrestar y contraatacar a las nacientes televisiones autonómicas, una historia que está por contar, el ente público central programó y presentó en Galicia como todo un acontecimiento esta película bajo el título de Foise co vento, en su versión doblada al gallego. Encontró ecos de apoyo provinciano.

Activismo censor
Ilustración para el blog de Lois Caeiro. MARUXAEl desencadenante del acto censor actual se atribuye a un artículo en Los Ángeles Times, que aprovecha el estado de opinión de las revueltas en EE.UU. y en muchas ciudades del mundo contra el racismo y la violencia policial, tras la muerte en Mineápolis del afroamericano George Floyd bajo la rodilla de un policía que lo asfixia. El contexto político social en que se produce la retirada de la película —no el momento de las movilizaciones frente a la violencia policial con la población negra, que es expresión de un racismo presente, tolerado y amparado y es en sí una realidad, como el comportamiento de Trump que le lleva a la caída en picado de apoyos, y que debemos diferenciar del acto censor— responde a un activismo revisionista del pasado que genera una nueva sensibilidad, que incluye el borrado de la historia desde valores de hoy. Una situación que pide ser repensada críticamente en cada caso y en la línea general censora, inquisitorial e intolerante frente a la discrepancia. Me permitirá usted que entienda que ante esto no vale aquel "francamente, querida, me importa un bledo", de la película que nos ocupa.

La retirada de Lo que el viento se llevó es el rechazo a la visión idílica, y no real ciertamente, que presenta de la situación de los esclavos negros en el sur algodonero y racista de los EE.UU. durante la Guerra de Secesión. No se discute eso en la retirada de la película por HBO o Netflix: asistimos al sometimiento a una presión o prohibición social, nada diferente en los comportamientos de masa a las concentraciones de grupos de fundamentalismo político-religioso ante muchas salas de cine cuando la censura oficial abrió algo la mano en España. Esa visión idílica de los negros en el Sur esclavista es reflejo de la novela, uno de los libros más vendidos de la literatura norteamericana. Una novela que recoge una mentalidad en un tiempo y un contexto concreto. ¿Se retira también de la historia esa realidad sociopolítica? La novela responde a la visión de la autora, una escritora y periodista sureña, cuya madre, por cierto, defendía ya el voto femenino.

La idealización de la situación de los esclavos ya fue denunciada incluso en el estreno de la película. Han pasado ochenta años con la cinta en el mercado, como uno de los grandes éxitos que se prolonga en el tiempo y con un Pulitzer para la novela. ¿Es coherente decidir ahora que no se le puede mostrar así a la audiencia y que hay que explicársela?

El absurdo
El alcance del activismo y la radicalidad, hasta el absurdo, del revisionismo que impone la censura lo reflejaba gráficamente una viñeta de Santy el pasado viernes en este periódico. La escena es de unos visitantes ante unas pinturas rupestres: "Hay que retirar esa salvajada de ahí; perpetúan unas costumbres superadas y fomentan el maltrato animal". Nada diferente a lo que pudo hacer Pío IV al ordenar vestir los desnudos que Miguel Ángel había pintado en la Capilla Sixtina. Es una posición de base similar, con todos los matices que usted quiera, a la que lleva al Estado Islámico a destruir la herencia arquitectónica que choca con su fundamentalismo político-religioso. Esta misma semana en una ciudad del sur de Inglaterra se retiró del espacio público la estatua del fundador de los Boy Scouts ante los ataques que recibía por homófobo y haber tenido simpatías por Hitler. Un revisionismo así, que incluye el ataque a las estatuas de Churchill, que necesitan protección, pretenderá también borrar que la simpatía por Hitler fue un sentimiento presente en muchos ingleses e incluso en miembros de la realeza. Pero el borrado de hechos o el ataque a obras históricas supone en algunos casos un riesgo serio de que errores, excesos, fallos o crímenes del pasado se vuelvan a repetir. La retirada de la película, aunque ahora nos anuncien la reposición con explicaciones pedagógicas de su contexto, abre de nuevo algunos interrogantes sobre las consecuencias de aplicar claves y valores del presente sobre el tiempo histórico en la literatura, el arte, el cine o el propio acontecer del pasado.

¿La España de hoy tiene que pedir perdón por la colonización de América? Cuando esto lo plantean los descendientes de los colonizadores que viven allí, habría que decirles que serían ellos los primeros indicados para pedir perdón. Claro que se cometieron excesos, abusos y crímenes con los nativos, incluso dentro de los valores y normas de aquel tiempo. La esclavitud en la colonia española de Cuba terminó en 1886: fue ayer.

Habrá que diferenciar entre lo que son hechos del pasado y la valoración moral y social que puedan merecer hoy. De lo contrario, la deriva revisionista y de borrado se puede cargar con esos postulados desde la Biblia a la historia de la mitología griega. Sería un sinsentido tener que colocar notas a pie de página con ‘buenismos explicativos’ en las ediciones de la Ilíada o la Odisea, por ejemplo. ¿En qué punto se cede ante la censura cuando se practican estas revisiones de obras y hechos del pasado bajo valores y normas del presente? ¿En qué momento se instrumentaliza la presión social a favor de fundamentalismos?

Le confieso que no sabría diferenciar entre la orden del papa Pío IV de vestir los desnudos que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina, que le citaba, y la retirada de la circulación de una obra clásica, de los propios orígenes del cine, como Lo que el viento se llevó. La visión de la esclavitud que presente esta película, realizada hoy sería una provocación o una solemne tontería. Pero la historia afortunadamente se mueve, algunas veces para una evolución positiva, y no necesariamente es la mentalidad actual, los valores y normas que nos damos, la plenitud, el punto final, la sociedad ideal, el tamiz por el que ha pasar todo el pasado.

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