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La romería no era interminable

El billete para viajar a realidades que la cámara no capta lo despachan en taquillas de países con aguardiente y licor café
ROMERIA CANCELADA
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SEÑOR DIRECTOR: Supongo que usted, como tantos afortunados, más de una vez habrá viajado por los montes y chimeneas de Galicia de la mano de don Álvaro Cunqueiro Mora y don José María Castroviejo Blanco-Cicerón. Habrá asumido usted, igualmente, como parte inseparable de su propia realidad y su personalidad, las leyendas tradicionales gallegas que contó Leandro Carré Alvarellos. Y por supuesto, guardará la experiencia del disfrute con la Galicia de Valle Inclán. En la lectura le habrá resultado todo familiar: es parte de nuestra forma de estar o de observar el mundo, digamos que nuestra Weltanschauung para que no piense alguno que es ignorancia-atraso. Recuerdo que la lectura de Valle Inclán me acompañó de Cartagena a San Fernando, del campamento de instrucción al cuartel, en los tiempos en que era obligatorio estar año y medio, que se dice pronto, en la Infantería de Marina. Viajé por otras realidades, ajenas al paisaje castellano-manchego y andaluz por donde marchaba lentamente el tren de soldados e indiferente al ruido que producía el personal hasta que en la mañana regresé al movimiento del tren ante un cartel que ponía Sevilla: debía ser la antigua estación de San Bernardo, no recuerdo, en la ruta por Alcázar de San Juan a Cádiz. El mío fue otro viaje bien diferente al que hacía aquel tren de soldados, pero tan real que sigue conmigo no sé cuántas décadas después.

Lo cierto es que la realidad presenta muchos más planos de los que pueda captar la cámara de un móvil de última generación. Está extraordinariamente estudiado y formulado con rigor académico, por lo que se refiere al realismo mágico, en la tesis de Mario Vargas Llosa sobre Cien años de soledad. La historia de un deicidio no es otra que la suplantación del papel del dios-creador por el escritor, quien construye, sí crea, nuevos mundos, nuevas realidades, que están en la novela y que en el momento de la lectura cada cual origina los suyos. Es un dejarse ir placentero, imaginativo, enriquecedor.

No se puede ir a Gundivós, y regreso a lo más próximo, para pretender fotografiar, y con ello presumir en las redes, a la dama del castro, aquella que con su encantamiento engatusó a Martiño. El problema lo tiene quien solo ve madera en una carballeira, quien no siente la llamada de la dama, quien es incapaz de ver más allá de lo que toca, de lo que recoge la cámara.

Este viajar y estas otras realidades de las que pretendo hablarle ante lo que parece el fin de la romería interminable, probablemente solo cuenten, en una libre interpretación de lo que diría Caro Baroja, con despacho de billetes en taquillas de países con aguardiente y licor café. O, también, en las mismas tierras que honran el licor de hierbas, para cumplir con Rodrigo Cota que nos da cuenta de las historias de Galiza, así en plural y en terminología Castelao, que no figuran en los libros de texto.

Todo esto se me vino encima al descubrir que la romería del San Benitiño no tendrá ni procesión o que la celebración del Corpiño hubo que seguirla por Facebook y YouTube. Es este el fin, insisto, de Galicia, romería interminable, y me apropio de un afortunado título de Jorge Víctor Sueiro y Amparo Nieto; una romería interminable, en el calendario de todo el año e interminable en la extensión de todo el país. Llegó el coronavirus este y convierte las hogueras de San Xoán en algo así como un brasero doméstico de mesa camilla y cierra fuentes para poder lavarse con su agua en la amanecida o nos viste de carnaval con mascarilla para ir a postrarnos ante el Santo Grial do Cebreiro o a celebrar los Milagros de Amil.

Observará usted en estas novedades que le cuento y otras muchas más que conocerá, que muestran cómo evoluciona o, sin necesidad de ser spenglerianos, cómo decae el mundo. Cada cual que elija. Hay que detenerse un momento y cavilar en todo ello cuando en la web de este Santuario de Os Milagros ya saludan a tod@s, así con esa filagrana (@) como si fuese una pancarta LGTBIQ. Alguien sabio decía el otro día que toda esta descomposición, el final de la romería que creíamos interminable, empezó cuando se le hizo caso, sin entendérsele, a la deconstrucción que predicó Jacques Derrida. Si los Milagros de Amil se apuntan a deconstruir el lenguaje y a ser postmodernos, apague y vámonos. También la Q (Queer) de LGTBIQ se refiere a una sexualidad deconstruida. A mí, la verdad, me coge un poco mayor y si el estructuralismo me resultaba soporífero, la deconstrucción de la tortilla de patatas me hace añorar La Casilla de Betanzos.

Cuando la deconstrucción llega a los Milagros de Amil es que 'roubaron O Corpo Santo', como avisó Torrente Ballester

Qué sería de mi querida Virtudiñas, y qué pronóstico formularía, si aun estuviese aquí y leyese ese aviso de los Milagros y no le permitiesen ir a la Virxe de Pastoriza o a la Santa Cruz de Aranga.

Observará usted que se dan más desencadenantes para el fin de la romería interminable de Galicia que el coronavirus asesino. Cuando hay que seguir telemáticamente la misa y la procesión del Corpiño, pudiéramos estar ante una clara señal de que los malos espíritus o los embrujos, de los que uno se podía librar allí en el santuario de Lalín, han tomado posesión de este mundo. Coincidiremos en que ni el conxuro de la queimada se puede hacer de forma virtual ni un exorcista ejerce por teletrabajo: ni el demonio, ni el diaño ni todas las fórmulas que Vicente Risco le atribuye al diablo, en la biografía que le dedicó, le obedecerían.

Este verano no veremos en ninguna fiesta a la Panorama ni a la París de Noia. No habrá pulpo en San Froilán, no sabemos si bajarán los caballos del monte a Mondoñedo en As San Lucas, e ignoro qué pasará con los toros en Pontevedra o con el globo de Betanzos. Por no haber, y perdone que me salga de los límites geográficos de Galicia y cite a Pamplona, no hubo sanfermines, la fiesta más social, por integradora y participativa, que yo conozca.

Si la romería que era interminable en Galicia toca a su fin este verano, permítame que le recomiende volver sobre Cunqueiro o Valle Inclán. Gritemos con don Gonzalo Torrente Ballester: "Veciños, veciños roubaron o Corpo Santo". Es una obligación denunciarlo: no hay verano sin Panorama y sin París de Noia. Quedémonos con Cunqueiro y que se guarden donde les quema la deconstrucción o que se la apliquen a este bicho asesino.

De usted, s.s.s.

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