Blogue | Que parezca un accidente

La evaporación cuántica de Bono

Bono se está evaporando. Cada vez se le ve menos, cada vez se le escucha menos. Su presencia se va disipando a medida que pasa el tiempo. Resulta difícil distinguir en él a ese "tipo con el que estamos en deuda todos", como lo describió Bill Clinton. Apenas hay rastro de la estrella que recibió dos nominaciones consecutivas al Premio Nobel de la Paz hace dos décadas. Cada año que pasa, queda un poco menos de Bono. Como si el cantante irlandés encogiese.
Bono de U2
photo_camera Bono de U2

Quizá por eso necesite seguir atrayendo la atención sobre sí mismo. Para no desaparecer del todo. Hace unos meses publicó sus memorias, Surrender (Reservoir Books, 2022), que se estructuran a lo largo de cuarenta de sus canciones. Las mismas que ha recopilado para el próximo disco de U2, Songs of Surrender, que verá la luz este mes. Bono necesita seguir acaparando titulares y portadas para evitar evaporarse. Y la única forma que conoce de hacerlo es alimentando su leyenda, porque esa leyenda es todo cuanto él ha sido siempre.

El primer productor de U2, Steve Lillywhite –responsable de los discos Boy, October y War–, declaraba hace unos meses para la revista Esquire: "Bono nunca tuvo la intención de permanecer donde estaba.  Desde siempre tuvo clara su intención de vivir del éxito y que esto no solo dependía de hacer bien la música que él quería, sino también de lograr adaptarse a la demanda comercial. En definitiva, combinar talento con negocio. Bono venía de una vida humilde y por nada del mundo quería volver ahí". Lillywhite vertía su opinión en un reportaje sobre la megalomanía de Bono, cuyos detractores señalan como la causa última de todos los proyectos que lleva a cabo. Incluso los de carácter humanitario: si Bono se muestra comprometido con la lucha contra la pobreza no es para ayudar al mundo, sino para ayudar a Bono.

El periodista Harry Browne, en su libro Bono: en el nombre del poder (Sexto Piso, 2013) lo acusa de ser un falso benefactor: "La filantropía de las celebridades tiene muchos disfraces, pero ninguna otra figura encapsula sus delirios, pretensiones y errores como el cantante irlandés". Se dibuja a Bono como un hombre con un enorme vacío que intenta llenar atiborrando su ego. De ahí su comportamiento mesiánico, su empeño en presentarse como un salvador. Aunque el propósito de sus prédicas no sea tanto salvar al prójimo como acrecentar su propio mito. 

Bono de U2
Bono de U2

Es sintomática la intrahistoria de una célebre fotografía de Bono y su pareja, Ali Hewson, aterrizando en avioneta en la sabana africana para mostrar su compromiso con las gentes de ese continente. De la instantánea se encargó Annie Leibovitz, conocida por ser la fotógrafa mejor pagada del mundo. Tanto Bono –que portaba una guitarra para salvar a los africanos con canciones, se conoce– como su mujer vestían ropa de la firma Edun, una marca de su propiedad creada para promover el comercio justo. Edun formaba parte del conglomerado Louis Vuitton, que desplegó toda una campaña publicitaria alrededor de esa foto. Las gentes de África todavía deben de estar dando gracias por tamaño gesto humanitario. 

Esa clase de contradicciones son habituales en Bono. En el año 2003, Luciano Pavarotti lo invitó a participar en un concierto solidario en Módena con objeto de recaudar fondos para las víctimas de la guerra de Irak. Bono aceptó la oferta del tenor y viajó hasta Italia, pero una vez llegó allí descubrió que se había olvidado su sombrero en un hotel de Londres. Para solucionarlo, decidió pagar un billete de avión en primera clase para su sombrero, por lo que, si sumamos los costes del vuelo, los taxis, las tasas y la gratificación de cada persona que hizo posible que el sombrero llegase a Módena, la cifra asciende, como mínimo, a unos 1.200 euros. Eso sin contar la huella de carbono. Un despilfarro que, en el caso de un activista que emplea media hora en cada concierto para colocar su sermón sobre el ahorro energético, no parece del todo coherente.

Bono no puede permitirse desaparecer porque su sed de fama, riqueza y reconocimiento es insaciable. Necesita ser el más grande de los cuerpos celestes. Es como un agujero negro que lo engulle todo: éxito musical, éxito empresarial, éxito social. Y nada consigue llenarlo. Ni siquiera el hecho de ser la segunda estrella del rock más rica del mundo. O haber sido nombrado hombre del año por la revista Time en 2005 o ser aclamado por su compromiso contra la desigualdad y la corrupción. Quizá porque ese honor solamente le satisface en la medida en que engrandezca su imagen. Porque si Bono fuese el hombre preocupado por la solidaridad y la justicia social que dice ser, no se explica que comprase un centro comercial en Lituania por 5,8 millones de euros a través de una sociedad registrada en Malta, tal y como señaló el periódico The Guardian, logrando ahorrarse así miles de euros en impuestos desde 2011 –una estrategia que lo llevó a aparecer en los Papeles del Paraíso–. Llama la atención que una celebridad como Bono, que en público lidera campañas para que los gobiernos destinen el 0,7% de su presupuesto a ayudas para el desarrollo y la lucha contra la pobreza, en privado se esfuerce por reducir su contribución fiscal a ese presupuesto.

 Por desgracia, ejemplos como ese hay varios. El diario Independent publicaba en 2011 que la compañía U2 Ltd. Había pagado la triste cifra de 16.500 euros al fisco irlandés en 2010, justamente el año en el que llevaron a cabo la gira 360º, que batió todos los récords de recaudación –736 millones de dólares en venta de entradas– y de asistencia –7,5 millones de entradas vendidas–. Como consecuencia, la empresa se mudó a los Países Bajos, donde pasó a tributar el 5% de sus beneficios. Lo que sea con tal de ayudar a los necesitados, como puso de manifiesto una investigación del New York Post en la que se desvelaba que la fundación benéfica One, creada y dirigida por Bono, tan solo había destinado en 2008 el 1,5% del total recaudado a donaciones efectivas contra la pobreza. De los 15 millones recibidos ese año por la fundación, 8 de ellos fueron a parar a los sueldos de los ejecutivos y trabajadores de la entidad, y el resto se destinaron a campañas de publicidad, que incluían regalos a distintos medios de comunicación para que cubriesen las acciones humanitarias de One, financiadas con apenas 150.000 euros.

Quizá la escena que mejor ilustre toda esta hipocresía, este complejo de redentor disfrazado de humanitarismo, sea una anécdota que probablemente nunca sucedió, hoy elevada a leyenda urbana. Cuentan que, durante un concierto en Glasgow, Bono pidió a la audiencia que guardase silencio y comenzó a dar una palmada por segundo. Como un aplauso lento y solemne. De allí a unos instantes se acercó al micrófono y dijo: "Cada vez que aplaudo, un niño muere en África". Y desde el público, alguien le contestó, chillando: "¡Pues entonces deja de aplaudir, cabrón!".

Hace unas semanas, durante una entrevista en The Late Show, Bono le contó a Stephen Colbert que el punk todavía se encuentra en su interior. "Sus valores consisten en entender que tú provienes de tu público, que estás ahí con ellos y por ellos, no sobre ellos. Y en la idea de que la música puede cambiar el mundo y tú puedes divertirte. De que el mundo es más maleable de lo que crees. Que puedes doblarlo y darle forma". Hasta hace no mucho, Bono ha venido doblando la realidad y dándole la forma que a él mejor le convenía. Era experto en predicar su propio evangelio. Como afirmaba Lillywhite: "Venía de una vida humilde y por nada del mundo quería volver ahí".

Pero, últimamente, su figura cada vez es menor. El más inmenso de los cuerpos celestes ha perdido energía de rotación. El caso de Bono es el de un agujero negro insaciable cuya masa, a pesar de todo lo acaparado hasta el momento, poco a poco se va reduciendo. Un fenómeno que, en termodinámica cuántica, se conoce como "evaporación de los agujeros negros". El problema es que, según la teoría de la radiación de Hawking, cuanto más pequeño se haga el agujero, más rápidamente desaparecerá. Así que, a Bono, si no quiere evaporarse, no le queda más remedio que seguir engullendo. Sabe hacerlo.

Comentarios