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Bajo la alfombra del salón europeo

El último libro de Michel Houellebecq, Anéantir (Aniquilación) que ya se publicó en Francia a principios de año y saldrá editado en España en agosto, llega rodeado de la polémica de siempre. Del juego de siempre
Michel Houellebecq. EP
photo_camera Michel Houellebecq. EP

EL 17 DE septiembre de 2002, a las dos de la tarde, comenzó el juicio. De una parte: la Sociedad de los Lugares Santos del Islam, la Asociación Ritual de la Gran Mezquita de Lyon, la Federación de Musulmanes de Francia, la Liga Islámica Mundial y la Liga de los Derechos Humanos. De otra parte: Michel Houellebecq. El delito: incitación al odio racial, injurias y complicidad en el fomento del odio religioso. Él había declarado a la revista literaria Lire y al Figaro-Magazine lo siguiente: "El Islam es la religión más estúpida que existe".

Allí, en el tribunal, matizaría que el menosprecio era hacia el islam, no hacia los musulmanes. Y alegaría una malinterpretación de sus palabras, apuntalando, de paso, su posicionamiento ante la situación y, por descontado, ante el mundo: "Puestos a poner comas, lo hago mejor que nadie dentro de la literatura francesa, pero es absurdo que se me pidan opiniones sobre temas de interés general". Mucha gente piensa que ambas afirmaciones son erróneas. Otra mucha afirma que tiene toda la razón. Y luego está lo del libro, claro. 

Plataforma se publicó en el 2001, era su tercera novela, después de dos éxitos que lo situarían en el centro del panorama literario europeo, primero, y después mundial, Ampliación del campo de batalla, de 1994, y Las partículas elementales, de 1998. Este tercer libro desató polémicas en varios frentes al tratar el turismo sexual desde la visión de un personaje inmerso en la nada que, sin embargo, aún parece buscar algo, y al llenar esa experiencia de pinceladas críticas hacia la religión musulmana. Todo ese cóctel, visto para sentencia. Y el veredicto: absuelto de todos los cargos.

La trama vital de Houellebecq se muestra conscientemente enmarañada, de la que resulta un juego peligroso, desplegado con una aparente intención calculada que, a veces, quizás demasiadas, se le va de las manos. Estamos hablando de la Casa Europa, un palacio de genuino y refinado gusto, aunque, lamentablemente, repleto de muebles, de objetos y de sueños deteriorados a los que, de vez en cuando, se intenta dar brillo. La primera regla del juego consiste en levantar, por la esquina más desgastada, la alfombra del salón. Es por allí por donde más se ha pisado. Por allí han hecho su entrada los grandes ideales, las crueles batallas, el esplendor y la civilización, el ser humano y su esencia, la significación y el valor, el auge de Occidente. Ese ángulo ya deshilachado y polvoriento, ha sido pisado, con un calzado lustroso y elegante, por la libertad, la igualdad, la fraternidad y la tan querida —no lo pronunciemos en alto— superioridad moral.

A Michel Houellebecq se le ocurre jugar cada vez un poco más, se le ocurre tensar la cuerda.

A Michel Houellebecq, conocido en tiempos remotos como Michel Thomas, se le ocurre jugar cada vez un poco más, se le ocurre tensar la cuerda. Juega mientras escribe y nunca se sabe del todo si lo hace por pura diversión o por otra cosa que tiene que ver más con el hastío o a la necesidad. Dice en repetidas ocasiones que está cansado o que se aburre. Normal que, en momentos así, la imaginación se le dispare. Es entonces cuando coge más impulso y, con una mano, agarra la alfombra y tira de ella hacia arriba, y con la otra, rebusca entre lo oscuro.

Parece que Michel Thomas fue un niño abandonado por sus padres, quienes se mostraban más interesados en el amor libre desplegado en comunas hippies. Que creció al cuidado, primero, de sus abuelos maternos y, después, su abuela paterna. Que de ella tomó el apellido literario Houellebecq. Nada, o muy poco, ha trascendido de esos años, salvo breves declaraciones, salvo grandes polémicas que estallan, hacen ruido un tiempo y después dejan paso a otras nuevas. Como la de su madre, que entró en escena en el año 2008 con un libro titulado El inocente, en el que acusa a su hijo de mentir: "No quiero ni pienso hablar con mi hijo hasta que aparezca con Las partículas elementales en un lugar público y diga: Soy un mentiroso, un impostor. No he hecho otra cosa en mi vida que provocar el mal a todos los que me han rodeado. Y pido perdón".

En ese libro, aparentemente, retrata a su madre. Pero es un libro de ficción. La ficción permite licencias. No obstante, después, él suele apuntalar. Declara y también acusa: "Mi madre nunca ha comprendido quién soy. Tampoco ha comprendido a mi padre. Es demasiado egocéntrica como para producir algo ajena a ella misma". Antes de eso, en todas las entrevistas, afirmó que estaba muerta.

Ya de joven, era un apasionado de la lectura, buen estudiante y gran admirador de Lovecraft, de quien más tarde escribiría un ensayo. Se graduó en agrónomos, después comenzó estudios de fotografía que no terminó, se casó y tuvo un hijo, pero se divorció pronto y cayó en la depresión. En los ratos libres, en los tiempos de desempleo, escribía poesía y colaboraba en algunas revistas literarias. Inició estudios de informática y trabajó en el Ministerio de Agricultura. Acabó aprobando una oposición de auxiliar administrativo en la Asamblea Nacional. Quería escribir y, en un momento dado, se despidió de su trabajo para hacerlo.

Michel Houellebecq, conocido en tiempos remotos como Michel Thomas, se le ocurre jugar cada vez un poco más, se le ocurre tensar la cuerda

Abrió entonces la puerta de Casa Europa, se dirigió al salón y levantó la alfombra. Y tanto vio y tanto contó que se fue de Francia. Vivió en Irlanda y, más tarde en España. En 2010, con el libro El mapa y el territorio ganó el Premio Goncourt, entre acusaciones de plagio. Dos años más tarde, con aire de por medio, regresa a Francia, publica un poemario y es protagonista de un falso documental cinematográfico. 

El 7 de enero de 2015 está prevista la llegada a las librerías del último libro de Michel Houellebecq. Se titula Sumisión y narra la llegada a la presidencia del líder del partido Fraternidad Musulmana, quien inicia una progresiva islamización de la sociedad francesa con la consiguiente desaparición de Europa, o de la idea de. Ese mismo día, en la sede de la revista satírica Charlie Hebdo, dos terroristas islámicos matan a doce personas al grito de 'Alá es el más grande'. El escritor suspende la presentación de la novela, recibe amenazas de muerte, se va de Francia otra temporada y cuenta con escolta policial. No obstante, continúan sus agrios enfrentamientos con unos y con otros. Se va ganando detractores y defensores al tiempo que se disparan las ventas de sus novelas en todo el mundo.

El 17 de agosto de ese mismo año se publica en el diario Le Monde, una serie de artículos sobre el autor que escribe la periodista Ariane Chemin y que lleva por título Seis vidas de Michel Houellebecq. El periódico acusa al novelista de intentar boicotear la elaboración del perfil que, aun así, ve la luz. Un mes más tarde llega una citación a través del abogado de Houellebecq.  Los cargos: violación de derechos de autor y violación del secreto de correspondencia. 

Vuelve, en 2019, con la obra Serotonina, la decadencia de Occidente, la destrucción de la sociedad, el vacío individual. Para quienes quieren verlo así. Hay otra parte que no ve otra cosa más allá del repetido —aunque sumamente eficaz— juego de la alfombra.  Pese a todo o, precisamente por eso, es nombrado caballero de la Legión de Honor. 

Un año más tarde publica Interventions 2020, una recopilación de ensayos, entrevistas y artículos, en la que deja clara su opinión acerca de todo. Por si alguien tenía alguna duda. Defiende a Trump, el Brexit, la prostitución, el patriarcado. No puede con el feminismo, la  "chusma izquierdista", la eutanasia, la Unión Europea.

En enero de este año se publica en Francia su última novela titulada Anéantir (Aniquilar o Destruir), que se editará en España en agosto. Como es habitual, la controversia está servida antes de abrir el libro. A pesar de su odio a la prensa y, muy en particular, al diario Le Monde, da una entrevista al diario Le Monde para hablar de su novela. A veces, entre tanto juego, alza la alfombra y se topa con él mismo.

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