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La civilización es lejos

Fleabag. AMAZON
photo_camera Fleabag. AMAZON

LOS TIEMPOS no acompañan. Y se necesita que acompañen. No se respira cambio, no se avecinan transformaciones, no tiembla ningún pilar. Aunque a veces lo parezca. El patriarcado está cómodo en su trono; obsérvese la postura, la actitud, la mirada. Sus ojos no reflejan verdadero temor, ni siquiera cierto nerviosismo. Lo que reflejan, más bien, es sarcasmo. La levísima inquietud que siente en momentos puntuales no pasa del cambio de postura, del traslado del peso de una pierna a la otra mientras tuerce el gesto del mismo modo en que lo torsiona siempre. Para mostrar desprecio. Esa media sonrisa desde el púlpito es la aprendida en la cuna. El patriarcado es el señor que ejecuta y el que consiente y el que comparte y el que ejerce el derecho que no posee y el que va detrás, aprovechando la estela. Y es la sociedad que hace exactamente lo mismo. Y es el juez que absuelve lo imposible y la empresa que no se da por aludida y la publicidad que mantiene y potencia las estructuras y los medios de comunicación que reproducen, en lugar de romper, en lugar de intervenir. Y el político y la política, que, en lugar de salir, se esconden dentro del sistema.

Lo que parece que se mueve, en realidad, no lo hace. La fuerza que, por instantes, es percibida como un paso adelante deviene —en cuestión de segundos— en un grito ahogado, en una huella mutilada. El patriarcado es un inmenso mar en calma donde un gigantesco conjunto de manos mantienen el grado de presión justo, sostenido, sobre nuestras cabezas, que se encuentran bajo el agua.

Para construir una nueva civilización hace falta provocar remolinos en el fondo; agitar fuerte —fuerte— la cultura, la filosofía, la educación, la política, el arte, los cimientos sociales. Sin embargo, no está ocurriendo nada que haga oscilar la base. Todo lo que se mueve queda casi inmediatamente paralizado por el hecho rotundo, feroz, que demuestra que sigue sin moverse nada. La indignación que ha causado el suicidio de una mujer acosada y humillada por la difusión de un vídeo sexual que pertenecía al ámbito de su intimidad, no ha provocado el movimiento suficiente. Ha sido algo semejante a un suspiro, no algo así como un huracán. Mañana, hoy mismo, saltará otro vídeo de las mismas características —otra mujer, misma empresa, pongamos— y habrá una idéntica reacción. Aunque, probablemente, la burla se llevaría con más cuidado, más soterrada, para no quedar tan mal.

Se acaba de estrenar la segunda y definitiva temporada de una serie que, pese a ser aclamada en algunos círculos, ha recibido no pocas críticas de las voces hacedoras de las estructuras que tenemos. Se titula ‘Fleabag’ y ha sido creada y protagonizada por phoebe Waller -Bridge, una mujer de treinta y tres años a la que se le ocurrió dar a su protagonista la condición de persona que hace lo que le parece. Hay quien opina que eso es muy indecente. El patriarcado es esa habitación de la casa con un cartel en la puerta que pone moral y en la que todo el mundo ha de entrar a riesgo de convertirse en un otro, en un fuera, en un sin techo, si no lo hace. Es ese edificio construido en el momento en que todos estaban mirando hacia un mismo punto. A partir de entonces, ladear la cabeza y contemplar otras cosas, supone salirse de la norma. Es muy indecente.

Recomiendo, como no, la serie ‘Fleabag’, aun sabiendo que por muchas y muchos que la veamos, la civilización que se necesita no la vamos a tener ahora. Porque el patriarcado es ese olor rancio que tan solo lo percibe quien, de un modo un otro, ha tenido la valentía de mirar en otras direcciones. El resto sigue pensando que esa putrefacción es el perfume natural de una sociedad de la que estar orgullosos. Y ese resto es multitud, así que el viaje será largo, será costoso, será dramático. Las aguas revueltas de la nueva civilización apenas han empezado a notarse. Preparémonos, pues, para caminar sin descanso porque aunque creamos, por un instante, que algo se está moviendo, en realidad no se mueve nada de lo que debería desplazarse hasta desaparecer. La nueva civilización es lejos.

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