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Datos de una historia infinita

Han pasado ya cien años del nacimiento de Fernando Fernán Gómez. Se recoge aquí información considerada relevante, que si bien es cierta, no deja de ser, también, subjetiva, por estar al arbitrio de quien la junta, en este dossier
Fernán Gómez
photo_camera Fernán Gómez

UN NIÑO nace en Lima, Perú. Sin embargo, en su partida de nacimiento figura Buenos Aires, Argentina. El año, 1921, un 28 de agosto. Han pasado más de cien desde aquel suceso en el que estuvieron implicados un hombre, una mujer, una profesión y, es de suponer, una suerte de vicisitudes que forman lo que podría darse en llamar una historia, o una vida. Al niño le han puesto de nombre Fernando. Por lo que hemos podido averiguar después, el apelativo no responde a un ejercicio de originalidad. La abuela materna, figura que no siempre juega un papel tan protagónico, en este caso, necesariamente ha de ser referida. Conocida como Carolina Gómez, nos aporta valiosa información a través de una serie de cartas remitidas a su nieto y que serán reproducidas, mucho tiempo después, en las memorias editadas de aquel. Adjuntamos a este dossier varios extractos: Misiva fechada el 23 de marzo de 1943: "Cuídate lo mejor que puedas y a vivir y hacerse célebre. Cuida la ropa, que cuesta muy cara. Recibe el cariño de tu abuela que es el más verdadero". 16 de abril de 1943: "Mi querido nieto: hemos recibido tu carta esperada con ganas. Doy gracias a Jesús bendito porque te conserve salud y suerte. Te mando los cupones del pan de la semana 14 que es la presente. Que sigas subiendo y administrándote bien para bien de todos. Sabes que tu abuela es la que más te quiere".

La abuela paterna, entretanto, desempeña un rol crucial, aunque ejecutado entre bambalinas. De nombre María Guerrero, dueña de la compañía teatral homónima, no está dispuesta a permitir el casamiento de su hijo, Luis Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero, con una actriz de su troupe. Deducimos que otro sueño estaba destinado para el primogénito. Luis Fernando, que se halla por aquel entonces de gira por varios países de Latinoamérica, se va a convertir en el ausente, en la vergüenza, en la intrahistoria del niño Fernando. Su hijo. 

La actriz teatral, de nombre artístico Carola Fernán Gómez, casualmente de gira por Latinoamérica, da a luz en Lima. Lo siguiente que sabemos es que el 16 de septiembre del año 1921, apenas veinte días más tarde del alumbramiento, el niño Fernando es registrado en Buenos Aires. Y también sabemos que, en ese tiempo, se produjo un más que conveniente arreglo de contrato con otra compañía teatral, la de Antonia Plana-Emilio Díaz, y que la gira de Carola continúa, pero por un lado distinto.

Posteriormente, Carolina Gómez, madre de la actriz, que vive en Chamberí, Madrid, viaja a Buenos Aires a encargarse del niño Fernando. Los documentos consultados aseguran que sintió prontos deseos de establecerse en aquella ciudad y sacar adelante a la criatura, pero su hija no estuvo de acuerdo y, nueve meses más tarde emprenden ambos —abuela y nieto— el viaje de vuelta a Madrid.

Los años pasan y el niño Fernando crece, con un carácter tímido, esquivo y de maneras torpes

Como es bien sabido, el teatro exige una vida itinerante, y Carola Fernán Gómez para poco en Madrid. Los que se quedan recorren, durante los primeros años del niño, varias pensiones y habitaciones de casas ajenas y de parientes. Se constatarán recuerdos sobre el particular en sus escritos futuros y como prueba, referimos aquí algunos fragmentos: "¿Por qué vivíamos mi abuela y yo en una habitación de la casa de Francisco Ávila. Sastre, en el pasaje de la Alhambra? Fuimos por segunda vez a la pensión Adame, en la calle de Carretas". Poco tiempo después, las circunstancias cambian a causa de la detención del tío Carlos, hermano de Carola, y "pasé de vivir casi solo a vivir con dos primos, dos abuelas, una criada y una madre". Se describe en los documentos pertenecientes a los diarios la causa de la detención del tío Carlos: un desfalco en el banco en el que trabaja.

Los años pasan y el niño Fernando crece, con un carácter tímido, esquivo y de maneras torpes. Aquí un ejemplo: "Para los juegos de la calle nunca fui muy apto. Saltaba muy mal a la ‘pídola’, era muy torpe en el juego de las bolas y, aunque lo que se me daba un poco mejor era correr, en el fútbol casi no me dejaban jugar de mal que lo hacía". No le gusta estudiar. Sí le gusta leer, escribir, y suele ser el alumno que mejor recita de su colegio. 

El 14 de abril de 1931, la abuela Carolina, socialista, lleva al nieto a la Puerta del Sol a celebrar la proclamación de la II República. Constatamos el encuentro de esta con el portero: "¡Viva la República!", grita alegre. Ella tiene 61 años. Él niño nueve. No hemos podido certificar la edad del portero.

La madre se declara monárquica. La cuestión política suscita roces entre las dos mujeres que no llegan a ser graves, pero que perduran toda la vida. Se vuelven más enconados en momentos puntuales como a la hora de decidir la educación del niño. Al niño le interesan otras cosas. "Lo que más me apasionaba era las funciones teatrales de aficionados. Mi primer papel fue el de camarero Tenía yo entonces doce años. Creo que toda mi actuación consistía en la enumeración de un menú. En secreto, ya había decidido ser actor. Lo guardaba en secreto, porque veía claramente que mi madre prefería que me dedicase a otra profesión menos insegura y más prestigiosa: médico, abogado… Mi abuela, en cambio, opinaba que yo debía elegir un oficio limpio: cajista de imprenta, ebanista,... Pero mi intención no era ser actor de teatro, sino de cine". Predomina, sin embargo, el argumento de la madre. Al acabar el bachillerato, Fernando ingresará en la universidad para estudiar Derecho. Aunque eso no ocurrirá jamás. 

Es ambicioso, quiere ser reconocido. Rueda Botón de ancla y, a partir de ahí, enlaza papeles, mayoritariamente de cura y militar, que le reportan fama

Estalla la Guerra Civil y vienen tiempos de hambre, de bombas, de refugios y de miedo al futuro. A la guerra, ambas mujeres la llaman "esto". Mientras "esto" dure, hay que ponerse a trabajar. En 1937, Fernando, con 16 años, deja el bachillerato en suspenso, con la química pendiente, e ingresa en el cuerpo de actores de la CNT. En su carnet, su nombre artístico: Fernando Fernán Gómez. 

Sus primeros trabajos, como recoge la tradición, son de comparsa. Apariciones en obras con líneas perdidas, olvidadas o inexistentes. En 1939, los nacionales entran en Madrid y es necesario quemar los carnets de la CNT. Tras un tiempo confuso, las compañías teatrales arrancan de nuevo y el actor, ya profesional, prosigue su marcha. Ingresa en la universidad para estudiar Filosofía y Letras y a comienzos de los años 40 inicia su primera turné con ‘Eloísa está debajo de un almendro’, de Jardiel Poncela. Ingresa, también, en la tertulia del Café de Gijón, de la que no se desvinculará nunca.

Enlaza contratos en el teatro, pero su objetivo es ser actor de cine. Negocia en las oficinas de Cifesa y sale de allí con su primer trabajo. Comienzan a darle papeles protagonistas, trabaja con Sáenz de Heredia, Edgar Neville. Es ambicioso, quiere ser reconocido. Rueda Botón de ancla y, a partir de ahí, enlaza papeles, mayoritariamente de cura y militar, que le reportan fama.

Aunque con algún altibajo, se puede afirmar que conoce la prosperidad. Emprende otros proyectos: escribe, guiones, novelas, comedias radiofónicas, artículos periodísticos; dirige, teatro, cine, series televisivas. Vive, al parecer, con gran orgullo, la noche madrileña. Se convierte en un intelectual, querido, admirado. A los 66 años cumple sus bodas de oro en el oficio. Vive hasta los 86.

Reivindica, durante toda su trayectoria, la labor de los cómicos en una España difícil; acerca, con sus películas y sus memorias (‘El tiempo amarillo’) aquello que fue, aquello que vivió.

Recogemos, como coda, y para que así conste en este dossier, unas palabras de Fernando Fernán Gómez, ya para muchos, hombre sabio, referente indiscutible: "El espíritu, o la memoria, viven en plena juventud, a la espera de algo. Estoy en el jardín de nuestra casa, a la vista de los rosales, frente a los árboles caducos, esperando la llegada de unos amigos, el regreso de mi compañera, que ha ido a la ciudad a hacer recados, la oferta de un nuevo trabajo…".
Damos por finalizado el dossier que recoge información sobre la persona. El dossier se acaba, la vida también. Pero no la historia.

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