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Un hilo frágil e imprescindible

Un frame de Gentleman Jack
photo_camera Un frame de Gentleman Jack

EN LA SUPERFICIE, nada. Ni la historia, ni la época, ni los personajes. En el fondo, todo. Una serie de televisión y un libro, que hablan de la vida y de la libertad. De la lucha por aunar ambos términos, de la esencialidad de considerarlos uno solo, para poder, verdaderamente, sentirnos seres humanos en plenitud.

Sally Wainwright firma el guión de una serie excepcional, lo que parecía casi imposible, después de la perfecta Happy Valley. Gentleman Jack, estreno de HBO y BBC, cuenta la vida de Anne Lister, una mujer de principios del siglo XIX que reventó, uno por uno, los contrafuertes morales y sociales con los que se sostenía el edificio de la época. Brillante, culta y viajera, decide un buen día regresar a Halifax, donde se encuentra la hacienda familiar, y allí dar comienzo a su revolución. Se hace cargo de los negocios, desafía a todo aquel que osa aludir a su condición de mujer para menospreciarla, escribe un diario donde anota cada detalle y se casa con otra mujer. No sin miedo, no sin dolor, no sin abismo. Para ella, vida y libertad tienen que ser inseparables.

El hilo que conecta Gentleman Jack con el libro Que el bien os acompañe, de Vasili Grossman, es delgado, es frágil, es largo, quizá infinito. Es el filamento que se encarga de recordarnos que lo humano ha de prevalecer, que la belleza, a pesar de tantas cosas, permanece. Es una llamada de atención. Es una advertencia.

Vasili Grossman, periodista y escritor ruso, de origen judío, autor del imprescindible Vida y destino, viaja a Armenia y escribe uno de sus dos últimos libros. En su encuentro con el pueblo armenio, con el alma armenia, lo que destaca no son las posibles diferencias, sino las universales similitudes con el resto de los que sufren, de los que resisten. En la manera digna de levantarse una y otra vez ante la injusticia es capaz de ver el nexo, de sentirse igual.

Hay pasajes inolvidables por su sencillez y por su esplendor, por su profunda humanidad, por su comprensión final de las cosas que siempre relaciona con la bondad, con la belleza, con el esfuerzo, con el drama y con la felicidad. Existe un paisaje exterior y uno interior que están, a la fuerza, conectados. Y que, lejos de circunscribirse al territorio armenio, se despliegan, se extienden y cobran sentido en todo el mundo.

Escribe: "Era como si ya nada me pareciera banal o meramente rutinario. Era como si por primera vez participara en un drama maravilloso y solemne en un solo acto armonioso: la vida". Esa vida que, por muy increíble que parezca dado el sinfín de circunstancias en contra, sigue latiendo, Grossman la encuentra en conexión inexorable con la libertad. Y acaso solo así tenga verdadero significado.

Dos actos de creación exquisita que parecen alejados en tiempo y lugar, que parecerían ajenos e indiferentes el uno al otro, se juntan hoy, aquí, por algo que, si se piensa un poco, resulta emocionante. Únicamente basta con estar alerta, con mirar más allá de cualquier frontera que se nos haya puesto delante. Lo que se ve con esos nuevos ojos, con esa inmensa perspectiva, es el hilo delgado, frágil y largo que anuda nuestras vidas con las vidas de los otros, nuestras historias con las historias de los otros, nuestros dramas con los dramas de los otros. Hay que agarrar el hilo, avanzar así con la mano firme apretando esa finísima fibra y sentir la vibración soberbia de la vida libre.

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