Blogue | Arquetipos

La mujer del cuadro

2023 será el año Picasso. Se cumplen cincuenta de su muerte y el mundo entero se llenará de sus obras. Cuando vayan a verlas, piensen en todas las mujeres de los cuadros que estarán mirando para ustedes.
Pablo Picasso. EP
photo_camera Pablo Picasso. EP

Cuando yo nací el Guernica estaba colgado en la pared del pasillo de mi casa. No el Guernica de Picasso, claro, sino el de mi padre, que es pintor y que, como todo artista en sus comienzos, busca su camino propio imitando a los grandes. Por ese cuadro ha pasado el tiempo, otras paredes de otras casas, otras pinturas vecinas, ya originales de mi padre, con sus diferentes estilos y diferentes verdades. Por ese cuadro ha pasado nuestra vida y todavía sigue ahí. Que la elección fuera el Guernica y no cualquier otro de la inmensidad de la obra picassiana es una evidente declaración de intenciones. En aquellos años 70 convulsos y anhelantes, un acto simple, atravesar un pasillo, se convertía en una revolución. 

De pequeña, delante de aquel cuadro, mis padres me iban enseñando los significados de cada personaje, los colores, el contexto, la luz, el fuego, la angustia de la madre, el toro, el caballo, el desgarro, el dolor, la guerra. Primero con palabras fabricadas para una niña, después con otra mirada que requería un nuevo lenguaje. Poco a poco, fui aprendiendo la biografía de Picasso, las épocas de su pintura, la disrupción cubista. Nada se hablaba, en aquel entonces, de la encarnizada relación del pintor con sus obras y de la de sus obras con sus mujeres y de la de sus mujeres con el hombre. Así que eso lo aprendí después.

Pablo Picasso

En 1881 ocurrió. Nació Pablo. Y su madre se dispuso a adorarlo. Las demás eran niñas.  A Lola, una de las hermanas, la conocemos por los cuadros. Aunque es ella, pero sin ser. De la misma manera que, más tarde, cuando pinta a su padre, lo que vemos es al padre idealizado. No era el arquetipo de masculinidad que Pablo solía representar en sus retratos. Desde el comienzo y hasta el final, Pablo pintaba toros. 

A los 22 años se fue a París. Compartía estudio en Montmartre con más artistas en ciernes. Allí conoció a Fernande Olivier, que fue su musa, su modelo, su amor, su amante y la primera compañera, de muchas, violentada y sometida. Fue, a partir de ella, que decidió que era bueno para él experimentar el arte y la vida infligiendo heridas de muerte a las mujeres de las que, supuestamente, se enamoraba. A Fernande la encerraba en casa cuando él se iba y no le dejaba tocar nada de lo que había en su estudio, aunque tenía que estar presente. Posaba para él y vivía para él. Soportaba los encierros y, si los resultados artísticos eran satisfactorios, se podía hablar, incluso, de felicidad. Ella escribía en su diario: "A Picasso le importo más que cualquier otra cosa en este mundo". Con ella, por ella y contra ella, pasó de la época Azul a la época Rosa, comenzó a entusiasmarse con el arte africano y sus cuadros se convirtieron en sus pulsiones, al igual que sus mujeres. Dos años después de vivir con Fernande, empieza a notarse un cambio en las pinturas. Los retratos de ella ya no son el resultado del amor de él, sino de un sinfín de emociones negativas que experimenta a su lado y que lo llena de una fuerza oscura, poderosa, gigante, absolutamente radical. Adoptan a una niña llamada Raymonde, por insistencia de Fernande. Picasso estaba en contra de la adopción, lo que significa que el pincel rasga, deforma, afea, destruye. Pinta, además, a la niña con mirada obscena. Fernande la devuelve al orfanato. Durante unos meses se aleja del pintor, pero él insiste y ella regresa. "Ciertamente me quiere. Hace cualquier cosa para darme lo que quiero, incluso aunque tenga que morirse de hambre. Pero su humor. Nunca una palabra. Todo el día sentado, absorto en sí mismo. Quise hablar con él, preguntarle qué le pasa. Pero no me fue permitido decirle nada; estaba pensando en su trabajo". De este modo la pareja se mantuvo a flote unos años más mientras Picasso llevaba a su estudio a diversas amantes y Fernande iniciaba una aventura con otro pintor.

A su fiel amiga Gertrude Stein le escribiría una carta afirmando que su vida era un infierno, al tiempo que Saint Tropez era testigo de la felicidad arrebatada de la pareja

Entonces apareció Eva. Eva Gouel. Que, en realidad, se llamaba Marcelle y que estaba casada con un artista admirador de Picasso. Mantuvieron su romance apasionado en secreto y él le deja mensajes en sus cuadros, que de nuevo cambian y devienen en naturalezas muertas, collages, guitarras y copas, alusiones estas últimas al cuerpo de la mujer que le obsesionaba. Quiso casarse con ella, pero murió pronto, de cáncer. Lo que pintó en este tiempo fue el grito de él en el rostro de ella. Un dolor atenuado, sin duda, por Gaby Depeyre, quien trabajaba en un cabaret y que se hizo amante de Picasso durante la enfermedad de Eva. Un romance mantenido de nuevo en secreto, que no impidió viajes de placer y creación, a la Costa Azul francesa. Acuarelas sensuales de Gaby, calavera en vez de rostro, de Eva. Él decía que no soportaba la soledad. Y también mentía convenientemente. A su fiel amiga Gertrude Stein le escribiría una carta afirmando que su vida era un infierno, al tiempo que Saint Tropez era testigo de la felicidad arrebatada de la pareja. Él le pidió matrimonio. Ella lo rechazó. Él se enfadó. Y fue en busca de una esposa. 

Irène Lagut era pintora, desinhibida, audaz, conquistadora. Se aburría pronto, era joven y quería experimentar. Las aventuras en el París de 1916 eran abundantes y de toda índole si se sabía dónde buscar. Picasso la quería para él y, al principio, ella se resistió. Con su amigo Apollinaire intentaron secuestrarla, encerrándola en su casa. Ella logró escapar y no quedar traumatizada en absoluto. Poco después, cedería. La pasión duró un año, tras lo cual, ella volvió con su antiguo amante. Escribió: "Picasso se ha enamorado de mí tan perdidamente que ha recurrido a los trucos más viles, cuando ha visto que sus intentos de alejarme de Serge han sido inútiles". Retomaron, sin embargo, la relación poco después, e incluso hicieron preparativos de boda. Finalmente, Irène lo dejó por otro. Lo que Picasso pintó en ese tránsito: Femmes assises (Mujeres sentadas). Muchas. 

A los 17 años, una joven llamada Marie Thérèse Walter se cruzó en la calle con Picasso, que entonces tenía 46 años. Él se quedó impresionado y la invitó a salir. Ella aceptó.

Entonces llegó Olga. Olga Koklova, bailarina de los ballets rusos de Diaghilev, para quien Picasso creaba los decorados. Y se casó con ella. Cambiaron la vida bohemia por la de la alta sociedad. Cambiaron de vivienda. Salían a tomar cócteles con los Scott Fitzgerald, el chófer los llevaba hasta la entrada de los locales. En verano, viajaban a la costa y después regresaban a la rutina social del resto de temporadas. Todo aquello que podía haber sido una vida apacible, no lo fue. Picasso acusaba a Olga de irracional y egocéntrica y de reclamar, de manera obsesiva, su atención. Olga acusaba a Picasso de: Exactamente lo mismo. Durante el embarazo de Olga, Picasso se dedicó a pintar bañistas inmensas encerrado en su estudio. Cuando salía, las discusiones eran enfurecidas, violentas, monstruosas. Tuvieron un hijo, Paulo, pero la vida no mejoró. Los cuadros se volvieron como las peleas.

Una fusión bestial. A los 17 años, una joven llamada Marie Thérèse Walter se cruzó en la calle con Picasso, que entonces tenía 46 años. Él se quedó impresionado y la invitó a salir. Ella aceptó. Iniciaron una relación amorosa, la cual mantuvieron en secreto. Picasso le compró un piso enfrente de su casa y la de Olga. Sus encuentros sexuales eran de carácter violento, con prácticas sadomasoquistas, sin límites visibles. Este hecho transformó las pinturas picassianas. La mujer volvió a ser la musa y el hombre el artista.  Marie Thérèse se quedó embarazada, Picasso le prometió matrimonio, pero no cumplió su promesa. Tuvieron una hija, Maya. Y el pintor comenzó a mirar hacia otro lado. 

Dora Maar era fotógrafa y pintora, amiga y querida por todos los surrealistas. Conocemos el proceso de creación del Guernica por sus fotografías. La relación con Picasso fue un tormento. La mujer del cuadro se deforma de nuevo y pronto vendrá la siguiente, que también será desfigurada y otra y otra más. Nush Éluard, Françoise Gilot, Geneviève Laporte, Jaqueline Roque. Esta última tenía 27 años y él 71. Estuvo con Picasso hasta la muerte de este, a los 92. Al principio lo llamaba Monseñor. Al final no permitió a nadie entrar en su santuario.

Sin embargo, hay un pasillo que seguirá siendo mi educación sentimental.

Comentarios