A UN ASUMIENDO el tópico de que 15 meses son una eternidad en la política actual, resulta inevitable analizar la desintegración de En Marea en clave electoral. Y el calendario fija la siguiente cita con las urnas, salvo cambios imprevistos de guión, para el otoño del año que viene. A esa fecha, la de las autonómicas gallegas, se llegará con una certeza: un tablero de juego totalmente diferente al que lleva marcando la política gallega desde 2012 —cuando irrumpió Age—, el mismo sobre el que se disputó la partida en el año 2016. La llamada unidad popular se ha hecho añicos y ya no queda en ese espacio un liderazgo —pongamos como Beiras — capaz de ejercer de pegamento para recomponer las piezas rotas. No habrá proyecto común rupturista en 2020 y su ausencia afectará al resto de partidos. Eso es seguro. La verdadera incógnita es saber cómo lo hará.
→ El PSdeG se frota las manos
De arranque, el socialismo gallego se relame con la fragmentación del rupturismo. Si el comportamiento electoral de En Marea sigue las pautas del de Podemos a nivel nacional, el PSdeG recuperará en 2020 buena parte del capital que en 2016 desertó para nutrir el proyecto de Luís Villares y los suyos. En cierto modo, es lo que viene ocurriendo desde el 28-A o el 26-M, por lo que Gonzalo Caballero tiene razones para sonreír. Con una competencia debilitada a su izquierda, el PSdeG tiene vía libre para centrar sus esfuerzos en la pelea por el votante descontento del PPdeG en ese centro político cada vez más difuminado. Eso sí, también es evidente que Alberto Núñez Feijóo no cederá tan fácil ese caladero al socialismo como hizo Casado con Sánchez y que la inercia socialista no será igual dentro de 15 meses.
Pero no todo son buenas noticias para el PSdeG con la ruptura de En Marea. Si la derrota de la derecha en la Xunta en 2020 pasa por ofrecerle al votante una alternativa seria y creíble desde la izquierda, la introducción de elementos de inestabilidad política en esa alternativa puede penalizar en las urnas. El PPdeG lo sabe y agitará el miedo a un escenario de fragmentación, multipartitos con demasiados socios y pactos postelectorales con piruetas imposibles que tan bien le funcionó en otras ocasiones.
→ Oportunidad trampa para el BNG
También el BNG espera aprovechar "los restos del naufragio", que fue el término con el que el popular Miguel Tellado bautizó a En Marea cuando irrumpió en 2015, una premonición muy acertada visto lo visto. Para el emergente Bloque de Ana Pontón, la clave en los próximos meses estará en saber gestionar la vuelta a casa de toda la parte nacionalista que desde 2012 se fue sumando a ese espacio rupturista, primero bajo el paraguas de Beiras y después, con microproyectos propios. Si no lo consigue, en 2020 perderá la ventaja de presentarse como la única fuerza nacionalista y sin dependencia de un partido estatal del tablero político gallego, como ocurría antes de 2012. En una España donde la periferia se siente cada vez más agredida por el centralismo del discurso de Madrid, la etiqueta de ser la única fuerza con cabeza, pies y corazón en Galicia es muy golosa.
Pero para llegar a ese escenario, tendrá que existir algún tipo de acuerdo de integración, que pasa necesariamente por aparcar las rencillas personales y realizar renuncias en ambas partes, no solo en el Bloque. Tienen quince meses por delante para llegar a acuerdos. Porque la alternativa para el equipo de Pontón es conformarse con ir sumando arrepentidos a cuentagotas, como ahora, lo que implica asumir el riesgo de que la pata más nacionalista de En Marea, sea la de Cerna, la de Anova o la de Villares, se refunden y compitan en las autonómicas de 2020 en su mismo espacio.
→ Ni fu ni fa para el PPdeG
También para el PPdeG, a simple vista, todo lo que represente crisis en la izquierda puede interpretarse en clave beneficiosa para sus intereses. Age acabó descompuesto en el grupo mixto en 2016 y los de Feijóo supieron explotarlo. Pero la derecha también tiene que tener en cuenta que una de las puntas de lanza de su acción y escaparate para la sociedad, la mayoría absoluta que exhibe en el Parlamento, perderá eficacia en un hemiciclo más enredado, más bronco y más lento en la toma de decisiones con la entrada de un nuevo grupo.
La arenga de Feijóo a su Gobierno para que a nadie lo pille el tren
ASEGURAN EN EL PP que el acto con el que Feijóo intentó recargar las pilas a su Ejecutivo iba más dirigido al denominado segundo nivel de la Xunta —directores xerais, secretarios y delegados— que al propio núcleo duro de sus once conselleiros. Aunque fichajes como Fabiola García, José González o Carmen Pomar inyectaron ganas y dinamismo al Gobierno, hay que asumir como normal cierta dosis de desgaste y dejadez cuando llevas una década en el poder. Pero una cosa es eso y otra muy distinta ver que te puede arrollar un tren y ni siquiera apartarte de la vía. De ahí el toque de atención, que llevó implícito un consejo importante: los gallegos quieren más calle y menos despacho.