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Lo demás queda igual

Dos jóvenes pasean en Madrid.EFE
photo_camera Dos jóvenes pasean en Madrid.EFE

YO fui de los que, como usted, pensamos que la pandemia nos haría mejores; que nos llevaría a un futuro en el que estaríamos más pendientes de lo esencial. Claro que han pasado seis meses desde aquella fase cero y en seis meses no se cambia el mundo, al menos para mejor, que para peor ya hemos visto que sí, pero de ahí a acabar tirando unos vagones descarrilados a un río pues es un poco como para perder la fe en todo y pensar que lo que nos pase será poco y en todo caso merecido.

Estos últimos días hemos visto escenas escalofriantes: una plaza de toros abarrotada en Cádiz donde no se guardaban las mínimas medidas de seguridad. Ni mascarillas, ni distancia, ni nada; o un concierto de Taburete en Marbella en el que los numerosos asistentes se agolpaban unos sobre otros, también sin mascarillas, coreando a gritos las canciones del hijo de Bárcenas.

Mientras los científicos discuten si estamos ante una sucesión de rebrotes o ante una segunda oleada, España se ha convertido con toda justicia en el estado con más contagiados en Europa occidental. Debe ser que prospera la tesis de Ortega Smith según la cuál los anticuerpos españoles vencen al virus chino y la gente ha perdido el miedo a contagiarse. La noble sangre española jamás será derrotada por una pandemia que nos manden unos infieles comunistas.

Mucha humildad falta por aquí. Ya ni siquiera es una cuestión de responsabilidad, que la responsabilidad nunca ha distinguido al pueblo español. Humildad para comprender que un pijo en un concierto de Taburete no tiene más ni mejores anticuerpos que un chino o un nigeriano. Eso sí, cuando surjan nuevos rebrotes en Cádiz o en Marbella, la culpa será de los inmigrantes ilegales que nos trae el gobierno socialcomunista, y no de los niñatos que fueron a ese concierto ni de los castizos que llenaron una plaza de toros.

No creo que en estos seis meses hayamos ganado nada útil. Hemos perdido unos vagones en un río, los montes se nos queman como siempre y hemos perdido a un emérito, cosa que me preocupa, pues lo mismo el buen hombre puede estar en un resort caribeño que en una capital árabe o durmiendo en un cajero abrigándose con cartones. Pero ganar, lo que es ganar, no lo veo. Lo que tambien hemos perdido rápidamente es la memoria de aquel pueblo unido en los aplausos a quienes en hospitales o supermercados nos mantenían con vida. Sigue muriendo gente y los contagios aumentan a diario, pero reconocer al sector sanitario, eso fue una moda pasajera. Ahora lo que está de moda es Taburete, dónde va a parar.

En España se contabilizaban hace un par de días 314.362 casos desde que empezó la pandemia. Pensamos que el estado de alarma era como una penitencia y que una vez cumplida ya podríamos apelotonarnos para hacer lo que más gusta en el Estado español. Ir a los toros y los conciertos de Taburete. Lo demás queda igual, que cantaban Los Contentos y cuánta razón tenían. Pase lo que pase, lo demás queda igual. ¿Tiramos unos vagones al río?, no pasa nada, lo demás queda igual.

¿Se nos pierde un rey?, bah, lo demás queda igual. ¿La Comunidad de Madrid falsea informes con cifras de asintomáticos? Y qué, lo demás queda igual. ¿Tenemos que ir todos con mascarilla mientras cuatro irresponsables van esparciendo brotes por toda España? No tiene importancia porque lo demás queda igual.

Padres, madres y profes no saben cómo van a empezar el curso escolar, pero eso es lo mismo porque lo demás queda igual. Aquel estribillo de Los Contentos, sacado así de contexto, bien podría ser el lema de los españoles. Ni una, grande y libre ni gaitas: Lo demás queda igual. Pase lo que pase no es necesario poner remedio porque lo demás queda igual. Los partidos de fútbol se juegan a puerta cerrada pero los toros no, ni los conciertos de Taburete, ni se limitan los aforos en muchas discotecas porque lo demás queda igual.

Pero usted y yo usamos la mascarilla, incluso cuando estamos exentos de hacerlo porque si nos llega un brote de Madrid es un ligero contratiempo carente de importancia porque lo demás queda igual. Lo verdaderamente importante que podemos aprender de esta pandemia es que no aprenderemos nada ni falta que nos hace.

Unos meses atrás todos hicimos votos para construir un mundo mejor, una sociedad más justa capaz de respetar la igualdad, de generar un respeto al medio ambiente y un impulso a los servicios públicos, pero nada de eso sucederá, puede que al menos en los próximos siglos. Bien pensado, España no ha cambiado casi nada desde que existe, al menos en lo fundamental, así que aquellas esperanzas eran más bien vanas, algo que por cierto carece de interés porque lo demás queda igual.

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