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Falsas apariencias

DAVID NEGOCIOS que vuelven a abrir, ampliación de horarios para deporte, gente por las calles, lunes, 18 may · 10:00–19:00.
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La percepción que tenemos sobre algunas cosas, empezando por la vida misma, varía engañosamente distorsionando la realidad de manera dramática. Le pongo un ejemplo: hace unas semanas, mi hermana Marcela, siempre muy pendiente de mantener el prestigio y la imagen familiar, descubrió una tienda para gordos. Desde entonces, cada una o dos semanas aparece por mi casa para traerme eso, ropa de gordos, que yo recibía al principio con cierta indiferencia. Pero a medida que empecé a estrenarla, percibí que la gente me miraba de otra forma, así como con respeto, como si hubiera adelgazado.

Los primeros días, cuando alguien me decía: "adelgazaste", yo contestaba con la verdad explicando que no, que estoy más gordo que nunca, pero que ahora lo que engordó fue mi ropa porque mi hermana me surte de ropa para gordos. Así fue hasta que advertí que la gente se decepcionaba, por lo que empecé a complacer a todo el mundo, dando las gracias y preguntando si se nota mucho. Entonces comprobé que recibiendo aquello como un elogio, la gente cree que realmente adelgacé y ahora media Pontevedra comenta lo bien que me estoy cuidando.

Cada vez que entra mi hermana por la puerta, ella y mi señora me ponen a probar ropa de tallas imposibles de imaginar, y cuando algo me queda pequeño, se miran desilusionadas y se dicen: "No, necesita más tallas". Así, en plural: no una talla más, sino más tallas.

Yendo al grano, lo importante no es lo gordo que esté, sino lo gordo que la gente cree que estoy. Reflexionando sobre ello, llego a la conclusión de que una apariencia, por falsa que sea, importa mucho más que la realidad. Si usted coge a cualquier señor que pese veinte kilos menos que yo, lo viste con ropa de tallas menores y lo pone a mi lado, todos y todas creerán que el gordo es él. Esta teoría, pienso yo, se puede aplicar a casi todo en esta vida. En la ducha de mi casa tenemos estos días un gel, supongo que barato, que dice: "Secretos del Amazonas". Yo me lo aplico y pienso que mi cuerpo está beneficiándose de una fórmula en la que han trabajado durante décadas los mejores laboratorios y los más grandes científicos del mundo. Seguramente ese gel lo fabrican en un galpón removiendo agua y jabón en un cubo con el palo de una escoba, pero claro, si lo etiquetaran anunciando que el gel lo fabrica un desequilibrado en un galpón, seguramente sin licencia, difícilmente alguien lo compraría.

Yo fumo tabaco de la marca Domingo. Es de liar. Tienen cuatro o cinco productos con ese mombre, pero yo me decanto por dos: el "Negro" y el "Auténtico negro". Pues aunque no percibo diferencia entre uno y otro, ni en el sabor, ni en la textura ni en los efectos que causan sobre mis problemas pulmonares, siempre me pregunto por qué el negro se llama negro y el otro auténtico negro. ¿Es que el negro no es auténtico? ¿Es falso? En base a mi experiencia como consumidor compulsivo de ambos productos, juraría que son el mismo con un envoltorio diferente. Cuestan lo mismo, pero cada vez que visito a mi estanquero, tengo mis dudas. A veces compro el negro pensando que me gusta más o que en algo será diferente y otras veces pido el auténtico negro, con la idea de que la autenticidad aporta un valor añadido.

Eso de que las apariencias engañan es la mayor verdad que se ha dicho en la historia de la humanidad, pero lo hemos convertido en un dicho sin valor alguno, cuando debiera ser la mayor de nuestras preocupaciones. Tras cada apariencia que nos engaña hay una mentira como una catedral y por lo general alguien que se hace pasar por lo que no es o directamente nos está estafando de la manera más simple que se pueda usted imaginar.

Las falsas apariencias son el gran timo de nuestro tiempo. Del nuestro y de los anteriores. Cada vez que entramos en internet, salimos a la calle o entramos en un banco; cada vez que contratamos una línea telefónica o el ADSL, cada vez que nos metemos en un restaurante de una franquicia, nos venden apariencias. Y ojo, yo soy un gran consumidor de falsas apariencias porque me dejo engañar con toda mi ingenuidad, a veces a sabiendas. Es un juego que se ha creado y al que jugamos muchos. Celebramos que nos engañen. De ahí que desde que mi hermana me trae ropa para gordos yo finjo haber adelgazado, porque veo que eso es lo que quiere escuchar la gente que me felicita aunque sospecho que la mayoría saben la verdad, pero si prefieren creer en una verdad alternativa no seré yo quien los decepcione.

Para concluir, si usted ve que un buen día me meten en una ambulancia con una grúa, dígame lo delgado que estoy, que no seré yo quien la defraude, amiga mía del alma. Nunca hemos valorado suficientemente el valor de las apariencias. Las apariencias lo son todo, y cuando son falsas, lo son todo y mucho más.

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