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Nueva Zelanda

Una multitud acudió a depositar flores en el lugar de los incidentes, en Nueva Zelanda. MICK TSIKAS (Efe)
photo_camera Una multitud acudió a depositar flores en el lugar de los incidentes, en Nueva Zelanda. MICK TSIKAS (Efe)

NUEVA Zelanda siempre ha sido un país discreto, y en su caso eso no es bueno, pues hay mucho que aprender ahí. Sabemos de la existencia de Nueva Zelanda porque a veces, cuando ponemos documentales de La2 para dormir la siesta nos hablan de ese remoto archipiélago que queda a dos mil kilómetros de cualquier lugar y que tiene dos grandes islas y otras pequeñas. Allí hay aves extrañas, como el kiwi o el kakapo, un loro gordo que no sabe volar. También tienen al equidna, un bicho raro que pone un huevo al año que lo mete en la barriga, entre sus púas, y cuando nace el churumbel lo amamanta. Eso, más o menos, es todo lo que sabemos de este país. Todo lo demás lo supe hoy, buscando, averiguando y preguntando. Cada día disfruto más al escribir gerundios.

Nueva Zelanda es un referente en asuntos como derechos humanos

Pues Nueva Zelanda es un gran ejemplo para cualquier nación de bien. En 1869 fue el primer estado que aprobó el sufragio femenino sin restricciones gracias a la activista Kate Sheppard. Se fundó como nación poco antes, en 1840, y lo hizo de la forma más pacífica posible, gracias al Tratado de Waitangi, firmado entre funcionarios británicos y líderes maoríes. También es verdad que hubo luego una guerra cuando los blancos, como es natural, incumplieron el tratado. Aunque Nueva Zelanda es independiente, su jefa de Estado es la reina de Inglaterra; es una potencia mundial en pesca, agricultura y ganadería, sus habitantes tienen un buen nivel de ingresos y sus ciudades ofrecen una alta calidad de vida. Tanto la gobernadora general como la primera ministra son mujeres. Pero todo eso ha permanecido eclipsado porque, como queda dicho, tienen unos loros gordos que no saben volar y que además son feos y no cantan, no exhiben prestancia en el plumaje ni saben imitar voces ni bocinas de automóviles, y eso es lo que sabemos de Nueva Zelanda.

¿Recuera usted cuando aquel volcán islandés se puso a repartir ceniza y cerró el espacio aéreo de medio mundo? Eyjafjallajökull se llamaba el volcán y todos los medios se tiraron dos semanas que sólo hablaban de Islandia y del volcán, y se referían a él como «el volcán de nombre impronunciable ». Por el camino nadie se acordó de señalar que Islandia era un estado irreprochable, como lo es Nueva Zelanda.

Pues es lo que sucede ahora: Nueva Zelanda es hoy mismo la nación en la que un descerebrado mató a medio centenar de musulmanes y hospitalizó a otros tantos. Y luego, es el territorio en el que hay unos loros gordos y feos que no saben volar y otro animal que pone huevos y luego amamanta a sus crías, cualidad de la que sólo pueden presumir los ornitorrincos y las equidnas, éstas últimas endémicas de Nueva Zelanda. Vale, la información es así: la actualidad manda. Todos sabemos que si un volcán estalla o un supremacista coge un par de fusiles y asesina a decenas de musulmanes, eso es noticia. No vamos a dedicar una portada a Nueva Zelanda hasta que un loco se líe a tiros.

Sería cosa de decir que en Nueva Zelanda los musulmanes no llegan ni al 1% de la población, que anda por los cinco millones de habitantes. O sea que los musulmanes son unos 40.000, procedentes en buena parte de países que en las últimas décadas se han embarcado en guerras. Pues es tos días han muerto casi 50 y otros tantos han quedado heridos. O sea que el 2% de los musulmanes neozelandeses han sido víctimas directas del atentado. Claro que eso merece aperturas en periódicos y telediarios. Lo triste es que sea esta noticia la que nos haga saber que Nueva Zelanda es un país ejemplar en todos los sentidos, una nación bien gobernada, bien administrada y una referencia en asuntos tan elementales como los derechos humanos.

En Nueva Zelanda casi el 56% de la población se declara cristiana de diferentes confesiones: católicos, anglicanos, metodistas, presbiterianos, pentecostalistas, bautistas o metodistas. Luego, un 35% se definen como ateos. Resulta que la religión no es un problema para ningún neozelandés que no sea un psicópata, pero cuando un idiota se pone en plan supremacista en una de las pocas naciones que no tienen problemas raciales ni religiosos y mata o hiere a un centenar de personas, convierte a su país en el que además de tener loros gordos y pájaros mamíferos, alberga a asesinos dementes.

Claro que claro que debe abrir telediarios y encabezar portadas, pero sería justo que supiéramos que eso sucedió en una nación que puede dar ejemplo de numerosas cosas, porque tener la impresión, como tenemos hoy, de que Nueva Zelanda sólo produce animales exóticos y psicópatas ultras, apenas nos sirve para descontextualizar el hecho y el lugar y por tanto para falsear o adulterar la noticia.

Como no hay mal que por bien no venga, y no hay manera más desafortunada de acudir a una frase hecha, lo sé, propongo que averigüemos qué es Nueva Zelanda, dónde queda, qué hace, para qué sirve, cómo funciona y quién vive ahí. Lo digo porque igual en los próximos 50 años no nos vuelven a ofrecer a un asesino de masas.

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