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La única iglesia ibérica de mármol es suya, querida señora

Hay pocas iglesias construidas en mármol en el sur de la Europa occidental. En toda la Península Ibérica existe una sola, lleva casi un milenio en pie y la tenemos en Galiza. Está íntimamente ligada al Camiño Xacobeo en una variante de la ruta francesa. Se trata de la iglesia de San Pedro Fiz y se encuentra en la parroquia de O Hospital, en O Incio, provincia de Lugo. La levantaron los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, famosa como Orden de Malta.

Utilizaron un mármol de matices azulados que había en una cantera cercana. Es una iglesia pequeña. Entre el tamaño y el color se diría que era una iglesia para los Pitufos, pero no. Lo bueno del románico es que se construía a la medida del ser humano, para que éste adorase a Dios. Luego llegó el gótico, que tenía una finalidad diferente: que Dios adorara a los arquitectos.

La Orden de Malta era en origen, como la del Temple, una organización hospitalaria, cuya finalidad era la de proteger a quienes peregrinaban a los santos lugares. Luego se hicieron muy poderosas, los templarios fueron disueltos a la fuerza y los de Malta se disolvieron solos al perder territorios e influencia. Todavía existe formalmente, pero nada les queda de aquel glorioso pasado. Ni la iglesia de O Incio.

El complejo original llevaba un hospital, una hospedería, la iglesia de mármol y una fortaleza, que por algo eran monjes-caballeros y en consecuencia belicosos. De aquello nos queda la iglesia y una de las torres de la fortaleza, luego reconvertida en campanario en un ejercicio de feísmo secular. Cuando el lugar perdió su finalidad defensiva, le pusieron a una de las dos torres unas campanas y así quedó. Por eso el feísmo es un fenómeno que ha de verse siempre en perspectiva, porque con el tiempo envejece bien.

Hay muchas curiosidades en esa iglesia que mide unos escasos 18x8 metros. En un trabajo de excavación más o menos reciente apareció la talla en piedra de un Cristo crucificado. Los expertos dijeron que dataría del S. VI y por tanto es una excepcional obra paleocristiana muy anterior a la construcción del complejo hospitalario. No se puede saber si pertenecía a un templo anterior en esa misma localización o la trajeron los caballeros de Malta de uno de sus viajes y la dejaron allí de recuerdo. En todo caso alguien la abandonó y se perdió durante siglos hasta que el buen hacer de la arqueología logró recuperarla para su exhibición. Ya sólo por ver esa escultura vale la pena la visita. Hoy está integrada en una de las paredes interiores y es una cosa sobrecogedora hecha en los tiempos en los que los cristianos llevaban melena. Hay también una lauda romana y una gran piedra toda ella ocupada por una cruz, originariamente utilizada como tapa de un sarcófago de factura sueva.

Se ve que los caballeros de Malta eran también historiadores, o que al menos sentían una respetuosa curiosidad por el pasado de los pueblos, pues sin pretenderlo, dejaron ahí un pequeño museo medieval que lo mismo puede el peregrino o el turista verlo en un par de horas o en dos minutos, según le parezca a cada quién. Hay más cosas:

Quedamos en que la fortaleza tenía dos torres, una convertida en campanario. La otra fue desmontada para construir con su piedra y sobre el mismo emplazamiento un majestuoso panteón para la familia Quiroga, quien en el S. XVI tenía casa a pocos metros, así que tenemos algo de conservación, como la iglesia azulada de mármol, algo de reasignación, como la torre-campanario y algo de deconstrucción, como el panteón hecho con la piedra de la segunda torre.

Lo que queda del antiguo complejo original sigue siendo único en Europa y como es imperecedero no habrá oportunidad de mejorarlo. Imagínese usted que en Pontevedra decidimos construir una catedral toda ella de mármol azul, cosa que no parece probable. No sería ni mejor ni más antigua ni más representativa que la de O Incio, en la parroquia de O Hospital, cuyo nombre nos lleva siglos atrás a la orden hospitalaria de Malta y a la primera función del complejo como albergue y hospital de peregrinos. Así se construyó en buena medida nuestra toponimia, llamando a las cosas por su nombre.

Resulta que en nuestro país tenemos montones de joyas arquitectónicas y arqueológicas. Es un patrimonio inabordable, lo sé. Conozco a expertos que dedican sus vidas enteras a estudiarlo y no dejan de sorprenderse ya no ante un nuevo descubrimiento, sino también cuando conocen los detalles de una cualquiera de las miles (no exagera usted en absoluto) maravillas de nuestro pasado, sobre todo cuando están ahí, a la vista de todos, como es nuestra iglesia de mármol azul que tiene casi mil años y que guarda en su interior de azul reflectante una escultura elaborada apenas cinco siglos después de Cristo, una muestra bestial de la potencia del Camiño y de Galiza como ancestral centro de peregrinaje hoy reformulado, como el campanario, para vivir en nuestro tiempo.

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