Blogue | Paranormalia

El extraño caso de la monja fraile

NACIÓ EN 1572 en Almonalid (Toledo) y fue bautizada como María Gálvez. Más tarde fue conocida como Juanico, mozo de recados en un monasterio de franciscanos y acabó como la abadesa Sor María de San Antonio del convento de Santa Clara de Pontevedra. Entre tanto nombre y cambio de género, para ahorrar, fue famosa como "la monja fraile".

Yo no me hubiese creído esta historia de no haber encontrado en una nota a pie de página una referencia a Filgueira Valverde, quien en 1984 publicó un artículo dedicado al personaje y titulado, precisamente así: "La monja fraile". Ahora es cuando reconozco que no he tenido acceso al texto de Filgueira, pero su simple cita son palabras mayores, así que tuve que indagar por otros lados. La cita a Filgueira aparece entre un listado de abadesas en una obra, El convento de Santa Clara de Pontevedra, firmada por Roberto Taboada y Fátima Cores.

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXAAsí que me puse a indagar y encuentro al personaje de la monja fraile en otras dos obras: la más importante, publicada en 1717 y escrita por un tal Miguel Pérez, fraile de la orden de San Basilio. La cosa vino a ser más o menos así: María Gálvez era una niña muy devota que quería tomar los hábitos de monja, a lo que su padre se oponía con fiereza, así que un buen día María decidió escapar de casa. Vestida con ropas de hombre se dirigió hacia Compostela, pasando por el camino las más graves penalidades. Al menos, por aquella época, como por desgracia también en ésta, el hacerse pasar por varón le facilitaba viajar sin acompañamiento.

Bien, una vez en Compostela y tras visitar la Catedral, preguntó dónde podría encontrar un convento y alguien la dirigió a un convento franciscano. Allí fue acogida por el guardián, quien la contrató como mozo de recados y comenzó su formación religiosa bajo el nombre de Juanico. Transcurridos cinco años, cuando estaba a punto de vestir el hábito y todos allí creían que María Gálvez era realmente el joven Juanico, arrodillóse frente a un confesor y lo contó todo. Lejos de ser castigada por la superchería, los franciscanos alabaron la devoción de la chica y el tormento que había sufrido durante gran parte de su vida y la enviaron al convento pontevedrés de Santa Clara, que como usted no ignora pertenece a la misma orden de San Francisco, donde su caso adquirió tal fama y desempeñó sus labores con tal fervor que entre los años 1608 y 1616 ocupó el cargo de abadesa.

El libro de este fraile, por si quiere usted consultarlo y extenderse en los detalles, se titula La Virgen de la Oliva: discursos históricos y exornatorios de la milagrosa imagen de la Virgen María. Aclara el autor que no está bien que una muchacha escape del hogar paterno vestida con ropas contrarias a su condición de mujer, causando gran disgusto a la familia y vagando sola hacia lugares remotos corriendo graves peligros, por lo que no debe ser ejemplo para nadie, pero acto seguido dice que en este caso debe hacerse una excepción porque María Gálvez no actuó de mala fe, sino guiada por el Espíritu Santo. Luego dice que la monja, llamada ya Sor María de San Antonio, realizó varios milagros, aunque no se aclara si los hizo en vida o una vez fallecida, en 1616. Su sepulcro se encuentra, si es que sigue ahí, o se encontraba, si es que no, junto al altar de los Desamparados.

Imagino que este extraño asunto debe estar mucho mejor documentado de lo que yo he conseguido, pero no debe ser demasiado conocido, al menos en estas fechas como en aquellas, pues he encontrado apenas otra referencia en la que se da cuenta del caso de la monja fraile y de un suceso en el que viéndose perseguida por dos guardias, se agarró al crucifijo que llevaba en el cuello y dijo a sus acosadores que hicieran lo que quisiesen, que ella tenía la protección de Cristo, lo que hizo que los guardias, compungidos desistiesen de sus intenciones. Tampoco se aclara si este suceso ocurrió durante su peregrinaje o mientras actuaba como Juanico, el mozo de recados, pero difícilmente una vez en Pontevedra, pues no había ni hay guardia que pueda entrar en un convento de clausura a perseguir a nadie. Así que todos mis respetos a María Gálvez, a Juanico y a Sor María de San Antonio, una mujer valiente que al final se salió con la suya. Amén.