Opinión

Elogio de la siesta

¡QUIÉN NOS iba a decir que la otrora denostada siesta iba a acumular más propiedades benéficas de las que nadie pudiera imaginar! Viene esto a cuento de las recientes palabras de Mark Roseking, experto en seguridad vial, que asegura que un reparador sueño de 26 minutos tras la comida mejora un 34% la conducción y un 54% la atención. "Es el mejor antídoto para no dormirse al volante", dice. A ello debemos añadir las conclusiones de un estudio de la Universidad de Adelaida (Australia), publicado este año, que resalta que un breve descanso al mediodía mejora el rendimiento cognitivo durante la tarde, afianza lo asimilado, baja la presión arterial e incluso sube la autoestima. Es algo que deberían saber nuestros colegas de The New York Times, que hace poco llamaban a España, de forma despectiva, el país de la siesta. Pues bien, ni la siesta es española —sus orígenes habría que buscarlos en la sexta hora romana— ni el sueño, americano.

Cela era uno de sus defensores
Cuando se cumplen 30 años del Nobel gallego, es justo recordar que Cela presumía de siestas «con pijama y orinal». A Fraga, por su parte, le bastaba con diez minutos. Dicen que así es más saludable.

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