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Mayoría absoluta con 120 escaños

Pedro Sánchez.MONCLOA-EFE
photo_camera Pedro Sánchez.MONCLOA-EFE

CON LA IRRUPCIÓN de la llamada nueva política a mediados de la década los profetas vaticinaron dos cosas: la muerte definitiva del bipartidismo y el fin de las mayorías absolutas. Lo cual puede ser cierto y, a la vez, no serlo.

Sobre el dominio electoral del tándem PSOE-PP en España hay interpretaciones. Es cierto que no pasa por su mejor momento, porque proyectos como Podemos, Ciudadanos o Vox han pegado mordiscos en sus electorados que les impiden reproducir la hegemonía de antaño en un tablero político cada vez más poblado de siglas. Pero tampoco hay que engañarse: el bipartidismo estuvo peor de lo que está, porque Cs deambula camino de la extinción y, si Galicia es el laboratorio que siempre adelanta los movimientos políticos de toda España, a Podemos el futuro se le presenta bastante negro. Y se presupone que Vox tocó techo el 10-N. La única sorpresa sería la irrupción de otra fuerza que captase el descontento de todos aquellos a los que la nueva crisis que se avecina dejará en la cuneta.

Y sobre el fin de las mayorías absolutas, pues es cierto y está directamente relacionado con lo anterior, precisamente por esa falta de hegemonía de los dos grandes partidos y la atomización de siglas. Sin embargo, hay que apuntar que el concepto de mayoría absoluta ha cambiado.

Con tantos partidos sobre el tablero se multiplican los intereses de cada uno, proliferan las líneas rojas y se alimentan los odios personales. La consecuencia de todo eso es que la aritmética cambia. Por eso el PSOE disfruta en España, hoy, de una cómoda mayoría absoluta incubierta con solo 120 escaños, muy lejos de los 176 necesarios. La mayoría absoluta más barata de la historia.

→ Podemos, Vox y PP
El PSOE sabe que Podemos puedarle la lata en busca de titulares, pero también sabe que nunca abandonará el Gobierno porque la permanencia en él es la única tabla de salvación a la que pueden agarrase los de Iglesias.

Después está el factor Vox, un partido que genera tanta repulsa que a nadie le gusta verse retratado en una votación junto a ellos. Mejor cualquier alianza, pacto o maniobra, por muy antinatural o rocambolesca que parezca, antes que dar cuota de poder a la ultraderecha, lo que significa que todos los partidos de centro izquierda, llevados al extremo de sostener al PSOE o dar cuerda a Vox, salvarán a Pedro Sánchez.

Y por último está el factor Pablo Casado, que hoy por hoy es el mejor seguro de vida para el actual Gobierno central, la verdadera clave de que 120 escaños signifiquen una mayoría absoluta en el Congreso para el PSOE.

→ Casado no es creíble
La razón es que Casado ya no es creíble en su nuevo papel de hombre de centro. Quedó demasiado marcado con la deriva a la que llevó al PP con sus primeras decisiones y el nefasto cásting que realizó para elegir a aquellos que tenían que transmitir el mensaje. Todavía hoy continúa rodeado de gente poco solvente. A Casado ni siquiera le sirve la justificación de que escoró a la derecha para tratar de frenar a Vox y ahora vuelve al centro. La cabra tira al monte y Casado no tardará en dar otro bandazo.

Solo así se explica que con la que está cayendo a nivel nacional sea incapaz de aparecer en ninguna encuesta como alternativa. Y ahora que Unidas Podemos está arrastrando de nuevo al PSOE hacia la izquierda en el debate nacional, dejando de nuevo el centro más huérfano, el PP sigue siendo incapaz de crecer.

Por eso, ante la nula ausencia de una alternativa, el Gobierno central, y especialmente el PSOE que lo lidera, se puede permitir hacer justo lo que está haciendo: lo que le da la gana. En algunas cosas aciertas y en otras falla, pero goza de una libertad absoluta para meter la pata, rectificar, contradecirse o experimentar gracias a su solvente mayoría absoluta de 120 escaños.

→ El riesgo de confundirse
Llegados a este punto, la conclusión es que el bipartidismo sobrevive y que las mayorías absolutas están sobrevaloradas porque ya no se basan solo en los números. Eso sí, mal haría el PSOE si confundiese la total ausencia de una alternativa política en España con un aval de los ciudadanos a su Gobierno o al 100% de sus decisiones. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. La gente puede sostener a un Ejecutivo e incluso renovarle su confianza solo por el hecho de no haber otro mejor, pero no porque le guste. Y esa es la confusión más peligrosa para el socialismo.