Opinión

¿Son todos iguales?

POR QUÉ partidos y políticos, imprescindibles en democracia, tienen tan mala reputación? ¿Son todos iguales? Este fue un debate recurrente con el doctor Arístides Fonseca, que ya no está –¡cuántos recuerdos reviven cuando un amigo se va!– en encuentros frecuentes en Galicia y en periódicos viajes por Europa, con el doctor Carlos Veiga como testigo cualificado.

¡Claro que no son todos iguales!. Hay diferencias en ideas, en programas y modelos de gobierno. Aunque en la práctica, se parecen mucho porque las ideologías –derecha e izquierda– tienen poco margen de actuación en el club de la UE y en el mundo globalizado.

Pero en lo que sí son iguales es en algunas formas de proceder, torpes e insultantes, en asuntos sensibles que les desacreditan ante la opinión pública.

Sobran ejemplos. Desde el nepotismo descarado, pactos a derecha e izquierda que repugnan al sentido democrático y mentiras y engaños, hasta invocar la herencia recibida para ocultar su incompetencia, dejar 'hipotecas' en los cajones al abandonar el poder para que "el que venga detrás que arree" y más casos.

Ejemplo significativo son los sueldos. Quede claro que uno piensa que los políticos deben estar dignamente pagados. Pero la subida de sueldos de muchos alcaldes y concejales y la multiplicación de nóminas por los pactos son muy escandalosas, aunque en Galicia los incrementos fueron más comedidos. Sobresale la alcaldesa antisistema de Barcelona que se subió su sueldo un 40 por cien, esa debe ser su forma de luchar por los desfavorecidos.

Siguiendo con salarios, chirría que un diputado 'raso' –muchos son indigentes intelectuales– cobre lo mismo que tres españoles de sueldo medio juntos y disfrute de otros privilegios, entre ellos la máxima pensión de jubilación con solo 7 años en el escaño, frente a los 35 de cotización que necesita un ciudadano.

Con todo, lo más grave es que estos políticos tengan al país paralizado durante cuatro años, una muestra más de su irresponsabilidad. Buscan mejorar su vida y la posición de sus partidos antes que enfrentarse a los problemas del país, por eso los españoles consideren que ellos mismos son "l problema". Hasta lo dice Pablo Iglesias: "La gente está harta de que le tomen el pelo. No se fíen de los políticos".

Dicho esto, los parlamentos con mis amigos Fonseca y Veiga terminaban con una dosis de autocrítica: partidos y políticos salen de las entrañas de la sociedad. Algo de culpa tenemos todos por engendrar estos ejemplares.

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