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Los siete pozos de Alfonsina

Ella dice en un poema que es una loba. Aquella sería su guarida para mirar el Río de la Plata. Desde allí miraría con ojos de loba las extensiones inmensas del río llegando al mar y los prejuicios mezquinos de la sociedad. Esa sería la guarida para guardar su fiereza y para no dejar que la domesticaran

Alfonsina Storni
photo_camera Alfonsina Storni

¿POR QUÉ me emocioné tanto cuando creí que iba a vivir con Alfonsina? En abril de 2008 fui a pasar un mes en Buenos Aires. Era otoño allí y yo quería escribir el libro El fuego y el sueño, que publiqué unos años después. Alquilé por internet un apartamento que me tenía maravillado, era una buhardilla en avenida Córdoba, 807, con unas ventanas ovaladas, con vistas al Río de la Plata. Pero lo mejor era que allí había vivido Alfonsina Storni, yo estaba entusiasmado por eso. Ya me imaginaba rastreando en los rincones de los cuartos sus intensidades dramáticas, sus vivencias contundentes y tiernas, su independencia inasible. Pero uno de aquellos días declararon el apartamento monumento nacional y tuve que buscar otro.

Ella dice en un poema que es una loba. Aquella sería su guarida para mirar el Río de la Plata. Desde allí miraría con ojos de loba las extensiones inmensas del río llegando al mar y los prejuicios mezquinos de la sociedad. Esa sería la guarida para guardar su fiereza y para no dejar que la domesticaran.

¿Por qué pone la cabeza como un mundo de siete pozos en el último de sus libros? Porque quiere mirar la vida desde la hondura de un pozo, porque lo mira todo con vértigo como Orson Welles con sus encuadres. Y quiere entrar en las personas y sumergirse dentro de ellas. Porque no se trata de asomarse y recoger trivialmente en cualquier charca, sino de hundirse en la vida.

¿Por qué dice que la boca es un volcán?: "El cráter que arroja/ el azufre de las palabras violentas,/ el humo denso que viene/ del corazón y su tormenta". La boca no es un lugar de palabrería vacua, sino el lugar donde desemboca la vitalidad desgarrada, los deseos trágicos de vivir. Y la boca es la puerta donde se decide nuestra vida: "Por donde engulle la bestia/ y el ángel canta y sonríe/ y el volcán humano desconcierta". Porque Alfonsina como Sábato sabía lo que somos: este miedo, este amor, esta contradicción, esta espera de la muerte, asegura él, más o menos, en una de sus grandes novelas.
Alfonsina se quedó en el mar desencantada por las mezquindades de la tierra. Se echó al agua en el océano porque estaba harta de tanta estrechez, de tanta incomprensión. El mundo no tiene mucha cabida para los poetas, y más si viven la poesía de verdad. Si creen que la poesía es algo más que jugar fácilmente con las palabras.

Una vez en un tren de Lugo a Santiago unas personas discutían conmigo, querían trivializar la poesía de Alfonsina que yo llevaba en una antología. Una de ellas solo quería contrariarme aquel día, siempre había compartido mi pasión por Alfonsina. Yo no podía comprenderlo, para mí el mundo se volvía absurdo. ¿Cómo se podía trivializar a la que escribía poesía como un cuchillo, a la que desmentía toda trivialidad?
Porque ella miraba el mundo desde la sombra, desde el fondo de un pozo. Estaba siempre sumergida en lo más hondo de sí misma, desde allí lo decía y lo vivía todo. Supongo que en las reuniones sociales debía de ser un poco sorprendente. Si es que alguna vez asistía a reuniones sociales.

¿Por qué recuerdo siempre aquel poema en que habla de que iba en un tren y permitió a un desconocido que se apoyara en su hombro?


Ella vivía desde los pozos para convertir todo el mundo en un vértigo, en una experiencia dramática. Desde el fondo de un pozo el sol parece extraño, algo legendario. Y las personas como si dijeran algo que debiéramos escuchar a cualquier precio. Todo cobra un valor acuciante.

¿Por qué recuerdo siempre aquel poema en que habla de que iba en un tren y permitió a un desconocido que se apoyara en su hombro? Puede parecer un poema trivial, pero a mí se me quedó grabado para siempre. Indica una sensibilidad excepcional, indica dar una dimensión honda a un hecho pasajero. Aquel ser era un hombre, un ser humano cualquiera y estaba abrumado por el cansancio y la vida. Y ella tenía un hombro y le cedió sin problemas en aquel momento leve y profundo en un tren. Todo tiene una conexión con todo y lo que parece insignificante está lleno de hondura.

Los dos nos encontramos en dos trenes. Yo iba en un tren a Compostela dando testimonio de ella, luchando por que no tomaran su nombre en vano. Y ella iba en otro tren donde se encontró con un hombre cansado, un hombre que necesitaba dormir. Más allá de su feminismo. Que necesitaba dormir, que necesitaba apoyo. Y no era amor, ni era amistad, era algo anterior y superior a todas esas cosas. Y el tren como un travelling liberado se lo mostraba.

Deberíamos ir todos en todos los trenes recitando sus poemas. Recitar ese poema sobre el hombre pequeñito al que dice que le abra la jaula. O ese otro en que dice que es una loba: "Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,/ que no pude ser como las otras casta de buey/ con yugo al cuello, ¡libre se eleve mi cabeza!".  O ese otro en que dice "Tiemblo como las luces/ tiemblan sobre las aguas". O ese de Mundo de siete pozos: "A veces, en el fondo de otra boca, / flor de agua pura aún más verdecida/ hube de hallarte/ Pero anoche ¿de dónde regresaste?/ ¿De tumbas de agua? ¿De raíz nutrida?".

¿Por qué en un poema dice que incendia el mundo? "Y de pronto/ la cabeza/ comenzó a arder/ como las estrellas/ en el crepúsculo". Sus manos se tiñeron de sustancia fosforescente. "E incendio/ con ella/ las casas/ de los hombres, / los bosques/ de las bestias". Quiere llevar la vida al límite visionario aunque solo sea en un crepúsculo. 
¿Por qué habla de palabras degolladas? "Palabras degolladas/ caídas de mis labios/ sin nacer./ Estranguladas vírgenes/ sin sol posible". Lo suyo es la belleza inquieta, indomable. Como decía en La inquietud del rosal. Casi la belleza convulsa, de André Breton. Pero incluso en Breton había algo de juego, de experimento. En ella, no. 
¿Y por qué habla en otro poema del cazador de paisajes? Tiene que cazar la vida, como una loba, agarrarla con todas las manos. Que no se le escape, porque vivirá poco tiempo. Esperaba de un hombre una mirada rompedora: "Y la mirada grande que mientras te ilumine/ te encienda al rojo blanco, y te arda, y te calcine/ hasta el seco ramaje de los pálidos huesos".

¿Por qué no puedo olvidar que un día casi vivo con Alfonsina? Porque quería ver como ella el mundo desde siete pozos de vértigo. Igual que los miraba esa escultura griega, el Meleagro de Scopas, con los ojos tallados profundamente. Estuve a punto de ser vecino de Alfonsina. Y lo sigo siendo, como en aquellos días ilusionados, en mi cabeza.

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