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En la Marea flotan 135.000 votos

La alianza rupturista gallega es junto a CC la fuerza del Congreso con menos fidelidad de su electorado según un CIS que le daría al menos dos diputados por Galicia a los de Rivera

LA CRISIS DE EN MAREA ha llegado a la playa de la encuesta electoral trimestral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Se ve en la pregunta 19a, cruzada con el recuerdo de voto en las generales de 2016, del muy aguardado estudio que hizo público el pasado lunes este organismo dependiente del Gobierno central. En ella se refleja que solo el 60,9% de los votantes de esta alianza volverían a elegir ahora su papeleta. Ese porcentaje es inferior al de todas las candidaturas diferenciadas con representación parlamentaria en el Congreso, salvo Coalición Canaria, que tiene una tasa muy similar, del 60%. Está por debajo de la que se atribuye, con una tendencia parecida, a las otras listas hermanas de En Marea, la de Unidos Podemos (69%), la de En Comú Podem (68,2%) y la de Compromís-Podemos (64,7%). Y queda también más abajo del 70,8% del PP, el 74,7% del PSOE y el 86,2% de Ciudadanos.

Si se extrapola ese cuadro del CIS a los 347.542 sufragios que obtuvo En Marea en las generales del 26 de junio de 2016 se observa que solo algo más de 210.000 de sus votantes estarían decididos a volver a apoyarle, mientras hay 45.000 que escogerían al PSOE, otros 30.000 que optarían por otro partido, que todo indica que sería el BNG, y unos 60.000 se abstendrían. En Marea puede aducir con razón que estos datos se basan en muy pocas entrevistas, concretamente a 23 personas que dicen haber votado a esta candidatura en 2016. Sin embargo, se supone que fueron seleccionadas con una metodología adecuada, reflejan una tendencia sostenida de pérdida de fidelidad y constituyen los únicos datos públicos disponibles en una Galicia en la que, a diferencia de las otras nacionalidades históricas, el Gobierno autonómico no hace sondeos, para mayor gloria de determinado grupo caciquil coruñés.

Imagen para el blog de Anxo Lugilde (11/02/2018)Hace un año En Marea mantenía una fidelidad del 81% de su electorado, porcentaje que bajó al 71,4% en la última entrega de este barómetro electoral, la de octubre. De todos modos, al pasar por la cocina los datos de la intención que expresan sus entrevistados y calcular la estimación actual de voto el CIS minimiza la bajada de En Marea, a la que atribuye un 1,3% del total español, frente al 1,4% que obtuvo en 2016. Así que con la interesante pero incompleta información disponible no se puede concluir que En Marea fuese a perder ahora casi un 40% de sus apoyos, bajando 135.000 votos. Pero sí se ve que, tras quedarse en las autonómicas por debajo de sus expectativas, en una larga fase de problemas internos y con la casa central de Pablo Iglesias cotizando a la baja, hay una parte flotante de su electorado, que se puede cifrar en esos 135.000 votos que da el CIS o si se quiere en 100.000 para redondear, en riesgo de irse a otras aguas.

Con sus 2.477 entrevistas para toda España, el CIS no ofrece datos territorializados, de manera que lo único que se puede ver directamente para Galicia es lo referido a En Marea. Pero sí hay alguna pista sobre la gran cuestión del momento, la de la dimensión de la escalada demoscópica de Ciudadanos. El CIS le atribuye un 20,7%, lo que se puede extrapolar a un 13,6% en Galicia, pues tanto en las generales de 2015 como en las de 2016 sacó aquí un resultado equivalente a dos terceras partes de su total español. Como los naranjas suelen estar inflados en los sondeos y en Galicia más, su nivel real debe de ser inferior, pero en este momento les llegaría para sacar dos escaños, el que ya tuvo por A Coruña en 2015 y del que se quedó ese año a las puertas por Pontevedra. De todos modos, la noticia fundamental del CIS, y la más relevante para Galicia, es la nueva aceleración del declive del PP de Rajoy, aunque haya parecido lo contrario, porque cayó menos de lo que se anunciaba.

Feijóo y el engañoso oasis demoscópico marianista

"Me extrañaría mucho que fuese candidato en 2020. Si me pregunta que estamos en el año 2020 y quedan seis meses ¿usted se presentaría?, mi respuesta es no". Así contestó Alberto Núñez Feijóo hace justo un año a una pregunta sobre su hipotética cuarta candidatura a la presidencia de la Xunta en una entrevista en La Voz de Galicia. Lo interesante de esa respuesta no es que se publicase hace doce meses, sino que era el día siguiente del congreso del PP en la madrileña Caja Mágica que constituyó toda una fiesta de exaltación del marianismo y del resto de la cúpula de la calle Génova, la de Casado, el alto dirigente que en el mejor de los casos no sabía que Companys fue fusilado por los franquistas en Montjuic, Levi, Maroto, Maillo, Arenas y la teórica jefa de todos, Dolores de Cospedal, la ministra de Defensa que dio por bueno que Puigdemont fuese un espía ruso llamado Cipollino.

En ese aquelarre del poder central popu lar no hubo reconocimiento alguno para el dirigente que los acababa de salvar a todos ellos con su victoria en las autonómicas gallegas ocultando las achicharradas siglas del partido, Feijóo. Así, el congreso de la Caja Mágica confirmó la tesis de un viejo amigo del presidente de la Xunta de que en "Génova no le quieren ver ni en pintura". Y en el postcongreso Feijóo ya no descartó de plano, como hacía en esa época, una posible "rerere-elección", adaptando el palabro que acuñó la prensa porteña a finales del siglo pasado cuando Menem quería presentarse a un tercer mandato prohibido por la presidencialista Constitución argentina. El "me extrañaría mucho que fuese candidato" de hace un año de Feijóo sonaba a un sincero reconocimiento de que su opción más plausible para el 2020 era la de optar a un cuarto mandato, posibilidad legítima en un sistema parlamentario como el gallego.

En realidad, si no se va a Madrid, esta opción parece de lo más natural, pues es evidente que a Feijóo le gusta ser presidente de la Xunta y a su electorado también le agrada que lo sea, mientras enfrente, por lo que se vio en 2016, no hay nadie que intente impedírselo.

Esta línea de análisis cobró actualidad esta semana al afirmar Feijóo que probablemente cuando Luís Villares, portavoz de En Marea, ya no sea diputado, él seguirá siendo presidente de la Xunta si los gallegos quieren. La clave está en ese condicional, pues Feijóo bien podría haber aventurado que, consumido por la tempestad interna, el exjuez no acabará la legislatura. Pero lo que le soltó fue que Villares quizá no repita en las listas de 2020 y él sí, de manera que serían los gallegos los  que decidiesen. Esa frase que tanto sorprendió a algunos despistados se produjo mientras Rajoy saboreaba la tranquilidad del oasis demoscópico que en una lectura muy superficial le dibujó el CIS. Como varios periódicos madrileños habían publicado que C’s ya sería la primera fuerza, la encuesta oficial con el PP por delante parecía maravillosa, aunque en realidad sea alarmante, porque los naranjas casi le comen un quinto de su electorado a los populares, que caen 7 puntos. Y es que la partida del relevo de Rajoy por Feijóo sigue abierta y puede durar todo el año, o más. Lo que sí se confirma es que si no lo sustituye, lo más probable es que se vuelva a presentar en Galicia.

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