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La ola naranja amenaza a las mareas

Pese a ser en Galicia un partido un tanto folclórico y algo extraterrestre, el nuevo inflado de Cs en los sondeos altera el escenario de las municipales, al poder generar más mayorías de derechas

EN LAS MUNICIPALES DE 2015 a Ciudadanos le faltaron 133 votos en A Coruña y 76 en Santiago para obtener un concejal, al quedarse a solo unas centésimas de superar la barrera del 5% de las papeletas válidas que se exige para entrar en los ayuntamientos. Aunque en el ardor de los mítines de las generales de aquel año, las del 20-D, Feijóo llegase a relacionar la pérdida de estas dos alcaldías por los populares con los sufragios desperdiciados por los naranjas, el hecho de que los de Rivera se sentasen en los salones de pleno de la plaza de María Pita y la del Obradoiro no hubiese impedido la llegada al poder de Xulio Ferreiro y Martiño Noriega, porque había aplastantes mayorías de centro-izquierda. Tendrían incluso el bastón de mando aunque el PP hubiese recibido todos los votos que obtuvo Ciudadanos.

Pero el panorama ha cambiado bastante, al irse apagando las brasas de la protesta del 15 de mayo de 2011 que alimentaron a Podemos y sus plataformas en 2015 y haberse desbocado el conflicto catalán con tal intensidad que disparó el nacionalismo español en el resto del Estado, auge que capitaliza Ciudadanos en unas encuestas giradas ahora hacia la derecha. Si Cs se mantuviese en su nivel actual, descontando lo inflado que puede estar de nuevo en los sondeos, Galicia no quedaría al margen, por poco propicia que resulte para este partido, como ya le ocurrió a UPyD. Así, en el mundo de En Marea ha aparecido la preocupación por la posibilidad de que la "muleta naranja" como le llama Iglesias pudiese permitir a los de Feijóo recuperar la alcaldía de A Coruña o, si las cosas se pusiesen desastrosamente mal para los rupturistas y muy bien para los partidos de la derecha, también la de Santiago, pese a que a Martiño Noriega se le ve más afianzado que a Xulio Ferreiro.

Papapapalmaica

Aunque el suicidio colectivo del centroizquierda le permitiese mantener la Xunta en 2016, en la actual coyuntura el PP se veía sin las fuerzas suficientes para sacar una mayoría absoluta en Santiago y A Coruña que solo tuvo en 2011. Así, las esperanzas de los populares se dirigían más bien a beneficiarse del movimiento pendular de Ferrol, ciudad en la que en 2019 le toca gobernar a la derecha y donde ésta tiene la ventaja de que Cs ya está en la corporación, como sucede también en Lugo, aunque en ese caso las opciones populares sean menores.

El que constituye el mayor quebradero del PP en España, y que hasta puede acabar provocando el desembarco en Madrid de Feijóo como Alberto, el antídoto de Albert, podría beneficiar a los populares en Galicia, donde no tienen ningún riesgo de sufrir un sorpasso por parte de los de Rivera. Sin embargo, el PP gallego insiste en su estrategia de atacar a Cs y tratar de impedirle a toda costa su entrada en una política autonómica en la que sigue pareciendo un partido algo alienígena, por estar fuera del Parlamento, actuar con esquemas propios de Cataluña y hablar a menudo a través de voces gallegas afincadas hace tiempo en Madrid, como la de la diputada Marta Rivera o la de la candidata autonómica Cristina Losada.

Marta Rivera fue la protagonista del muy recordado, por hilarante, mitin de 2015, el de las orquestas. Y es que en Galicia Cs ha llamado la atención por hechos como la desaparición de su alcaldable de Vigo o por la nunca vista actitud de su candidato al Congreso por A Coruña que en vez de perseguir a la prensa huía de ella. Esta mezcla entre una naturaleza algo extraterrestre y una actividad un tanto folclórica, combinadas con el caos interno, contribuyó a que triunfase la apuesta de Feijóo de jugárselo todo en las autonómicas a la carta de la mayoría absoluta, sin darle ni agua a Cs. Y en eso sigue, aunque la ola naranja pueda suponer para el PP un flotador frente a la marea.

El armisticio de los Caballero en la capilla real

EN LA FAMILIA CABALLERO todo es muy exagerado. Por eso el inevitable armisticio entre el tío y el sobrino no podía sellarse en la cutrez del local con aire de garaje de ensanche de los 80 que es la sede central de los socialistas gallegos en la compostelana Rúa do Pino. Tampoco servía una romería campestre con gaiteiros y pulpeiras como sería del estilo del PP, ni en la Alameda de Santiago en la salida de una manifestación, como parecería más natural para el nacionalismo, o mediante un tuit con fotografía, a la moda vallecana de Pablo Iglesias. Los parientes Caballero tenían que decir que se reconciliaban en el escenario más noble de la política gallega, la capilla real del Hostal dos Reis Católicos, con sus imponentes columnas y esos techos tan maravillosos para poner a flotar la mente por ellos, mientras se simula que se atiende a los pobres discursos que últimamente se emiten abajo. Más que el escenario de las grandes ocasiones, la capilla real se ha convertido en el de las grandes mascaradas, con motivo de los desayunos del Fórum Europa-Tribuna Galicia. Se anuncian como rimbombantes conferencias de políticos que repiten las mismas ideas de siempre ante periodistas que les hacen las preguntas de cada día, delante de un público en el que suele haber gente llegada de toda Galicia para asistir a tal representación pirotécnica que empalaga los informativos de la radio e incluso los periódicos del día siguiente.

Para encontrar el mejor disfraz hay que seguir el consejo de garganta profunda y fijarse en la pista del dinero. Conduce al patrocinador del evento, la Estrella de la Muerte de la política gallega de los últimos meses y años, Itínere, la empresa propietaria de la Autopista del Atlántico, cuyos abusivos peajes y deficientes servicios tanto critican esos mismos políticos que, como Gonzalo Caballero y todos los demás líderes de los partidos, comparecen bajo los espléndidos techos del Hostal.

El jueves, por lo menos, el baile de disfraces del desayuno de la capilla real era una noticia en sí misma, incluso aunque se trate de una simulación. El tío y el sobrino que han convertido en un arte el darse la mano sin mirarse a la cara compartieron escenario, para que el primero, Abel Caballero, presentase al segundo, Gonzalo Caballero. Pocas veces se vio a un presentador, Caballero I, decir tan poco del presentado, Caballero II (el rebelde), más allá de que como ocupa el cargo, quién sabe si por casualidad, de secretario general del PSdeG-PSOE no conviene dispararle, porque ya hubo muchos en los últimos años.Caballero II no se manejó mal cuando respondió a las preguntas sobre el cisma con el hermano de su padre, que situó alrededor de 2007, cuando su tío llegó a la poltrona de la alcaldía de Vigo tras echarlo a él de su silla de concejal.

Faltó al evento la persona a la que se le atribuían mayores resistencias ante un deshielo que hizo inevitable la elección de Caballero II (r) como líder del PSdeG, Carmela Silva, máxima colaboradora de Caballero I y primera mujer progresista que preside la Diputación de Pontevedra «desde los romanos », según dice su jefe. Ella parece el paradójico motivo por el que el tío precisaba el armisticio, pues él la alcaldía la tiene asegurada, pero la Diputación no lo está.

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