Opinión

En Cataluña no hay Estado

 

LA SITUACIÓN política española es difícil de comprender y calificar. Uno no sabe si se trata de un ‘esperpento’ de Valle Inclán o un de un caso ‘kafkiano’ cuyo adjetivo sirve para describir situaciones incompresibles, complicadas y absurdas, descritas por Franz Kafka en sus obras, o de un "trastorno delirante" o "paranoia" y, en todo caso, de una "esquizofrenia" que rompe y divide la percepción y el pensamiento o la razón del que la padece.

Todo lo dicho anteriormente pretende explicar la actuación de los gobernantes separatistas catalanes y, en especial, la de su presidente Quim Torra, que afirmó sin reparo y ante la pasividad del Gobierno central que "hay que atacar al Estado".

Realmente, cualquiera de las calificaciones al principio expuestas pueden servir para definir al presidente de la Generalitat, que, siendo él ‘representante del Estado’ en dicha comunidad, según el artículo 152 de la Constitución, ha lanzado el desafío antes citado.

Si al Estado lo definen un territorio, una población y el poder o la soberanía, es evidente que el Estado español no existe en Cataluña pues ni se le acepta ni se le reconoce ni se le aplica, antes al contrario, se humilla, desafía y ataca de forma gratuita e impune, así como al propio Jefe del Estado. Esto nos demuestra que el Estado ha renunciado a serlo en una parte muy importante del territorio y de la población nacional, concretamente en Cataluña, donde el Govern actúa claramente en contra de aquel y de sus instituciones.

O se admite ‘ese mundo al revés’ o se busca y decide ponerle coto a este grave problema, pues en caso contrario el Estado social y democrático de derecho que tan pomposamente define nuestra Constitución, será una ilusión o el sueño de una noche de verano y nuestros constituyentes unos alucinados al dotar a España de una pacto de consenso y concordia entre los españoles.

Pero lo más triste de todo lo anterior es que cruzarse de brazos o mirar para otro lado por parte del Gobierno de España y de sus poderes e instituciones, además de ser una grave deslealtad constitucional puede constituir una ‘traición’. Cuando se están traspasando todos los limites racionales y democráticos de nuestra convivencia es obligado reconocer que "a grandes males, grandes remedios"; pero eso, antes de que sea demasiado tarde.

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