Opinión

Lección desde Galicia

LA INTERVNECIÓN, fuera del discurso formal para el acto, que el presidente Alberto Núñez Feijóo realizó en la presentación del libro coral de 105 periodistas sobre la Transición —‘Los periodistas estábamos allí para contarlo’— es una obligada reflexión para el centro derecha constitucional y para los dos grandes partidos que marcaron estos 40 años de libertades. Así lo entendieron muchos de los asistentes, con independencia de posiciones. Feijóo puso el foco sobre la estrategia de los grandes partidos y la ausencia de sentido de Estado y de responsabilidad: solo manda, y por encima de todo, el objetivo de poder. No fue así siempre: Suárez pudo gobernar en minoría.

El recuerdo del incumplimiento en materia autonómica por parte del Estado, como las inspecciones que le competen, es una de las mejores respuestas para dar a quien pide un 155 permanente o a posiciones de nacionalismo neocentralista y excluyente con la idea de España. Sucede con Vox —ahí está, en la antítesis de la intervención reflexiva, razonada y dialogante de Núñez Feijóo que reivindica el espíritu del consenso, el exabrupto que lanzó el señor Abascal sobre el ‘nacionalismo’ del PP gallego— o el ala del PP que se mira en esa formación ultra. La imprescindible reforma de la ley electoral para contribuir eficazmente a resolver los problemas de una excesiva fragmentación en la representación, que impide la formación de gobiernos estables.

Como muestra de esta urgencia están numerosas corporaciones locales y los últimos cinco años en el gobierno de España. Es la vía para acabar con la parálisis y para que la acción de gobierno y las medidas que se adopten se correspondan con la representatividad real y no con el peso multiplicado de unos pocos votos que imponen sus condiciones a la mayoría. Casado debería escuchar más al Feijóo de Galicia que a quienes le conducen al descalabro electoral.
 

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