Opinión

Un año intenso y convulso

CECILIA, LA joven artista que encontró la muerte en agosto de 1976 cuando regresaba de actuar en Vigo, nos dejó la canción Mi querida España, un retrato de la España en descomposición del tardofranquismo que, muerto el dictador, supieron recomponer los líderes políticos, económicos y sociales de entonces trabajando juntos y llegando a acuerdos para conquistar la democracia.

Pasaron más de 40 años y parece que hemos regresado al punto de partida, a la España desgarrada, tensa y crispada que cambió aquella cultura del pacto por el enfrentamiento y la división que alejan los acuerdos, también necesarios ahora para hacer frente a los problemas y desafíos del país.

Este año que se va, tan intenso como convulso y agitado, deja el balance de una España política dual y radicalizada que vive al margen de la concordia, el diálogo y el entendimiento, ideales y principios que, recordó el Rey, inspiraron la Constitución, alumbraron el régimen del 78, ahora denostado por muchos, y fueron el fundamento del progreso en los últimos 40 años.

El Rey finalizó su mensaje navideño llamando a huir del desencanto y del pesimismo y a "ser capaces de alcanzar consensos cívicos y sociales"

Gracias a aquella generación de hombres con sentido de Estado y a la sociedad en su conjunto, la España negra que cantaba Cecilia es hoy un país próspero y democráticamente impecable, a pesar del ambiente tenso y crispado que invade el país. Es verdad que tenemos problemas, como todos los países -miren a Francia, Italia e Inglaterra-, pero no justifican la cultura de la queja permanente, ni esa tendencia tan española a la autoflagelación que borra de la memoria nuestras mejores conquistas.

Por eso, hoy es un buen día para hacer un ejercicio de realismo y recordar aquel tránsito de la dictadura a las libertades, que fue uno de nuestros mejores logros colectivos. La perspectiva de los cuarenta años transcurridos ya permite concluir que hay más motivos para darnos un pequeño aplauso que para hundirnos en la desesperación.

Así se expresó el Rey que finalizó su mensaje navideño llamando a huir del desencanto y del pesimismo y a "ser capaces de alcanzar consensos cívicos y sociales" para seguir modernizando la España del siglo XXI. Eso requiere que todos, empezando por los dirigentes políticos, recobremos la cordura perdida que es el fundamento de la convivencia y de la prosperidad, los trofeos más valiosos de nuestra democracia que necesitamos ahora y debemos dejar a las generaciones venideras.

Es el mejor objetivo para el año que comienza, que deseo llegue pleno de felicidad para todos.

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