Opinión

Un debate desigual

EL DEBATE del lunes fue un duelo desigual y poco clarificador respecto a los problemas de Galicia. Desigual porque fue una lucha de todos contra Feijoo, descalificando las políticas de sus Gobiernos en una visión apocalíptica de Galicia que los seis aspirantes presentaron como el país más desgraciado del mundo. El candidato popular estuvo en desventaja al tener que responder a todos en el mismo tiempo del que disponía cada uno de sus atacantes.

Poco clarificador porque las intervenciones de los aspirantes, en lugar de centrarse en los problemas de Galicia, emplearon la mayor parte de su tiempo en reprobar toda la gestión anterior en un ajuste de cuentas con el pasado, que fue el que quiso y ratificó el pueblo gallego. Es lo que McLuhan llamaba el síndrome del retrovisor que padecen los conductores cuyos ojos están clavados en el sitio de donde proceden en lugar de mirar al lugar a donde se dirigen.

En estas elecciones el candidato popular vuelve a presentar su buena gestión como garante de estabilidad, un proyecto conocido después de tres legislaturas gobernando. Cabía esperar de sus contrincantes, además de arrearle estopa, una oferta alternativa que aportara otras estrategias y soluciones a los problemas reales, que tiene Galicia.

O que presentaran un modelo de gestión más eficiente para mejorar lo que tanto reprocharon al candidato popular: la sanidad y educación, los servicios sociales, economía productiva y el empleo, el rearme industrial -acabamos de perder As Pontes, Meirama, Alcoa- y reconstrucción pospandemia en una transición ordenada a una economía más sustentable.

No fue así. La alternativa que ofrecieron fue un duelo de relatos en el que cada candidato sacó de la chistera su festival de promesas, unas contradictorias con lo que aplauden en Madrid y otras un cúmulo de generalidades sin concreción programática ni presupuestaria. Engáñennos, pero con cifras, decía un internauta en una campaña electoral anterior, todos estamos dispuestos a dejarnos cautivar si las promesas son pertinentes y mejoran lo que ya tenemos. Para eso han de apoyarse en argumentos y cifras aunque sean cogidas por los pelos.

En fin, que el debate, además de desigual, fue mediocre y decepcionante, generó más dudas y confusión que certezas para la singladura de los próximos cuatro años. Ahora toca a los gallegos decidir qué aspirante a patrón de la nave Galicia tiene más capacidad para organizar recursos, articular proyectos y llevarla a un futuro muy distinto. Los viejos lobos de mar dicen que en navegación lo importante es fijar el rumbo.

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