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Mr. Veinte por Ciento

Gleen Horowitz (1956) es el principal distribuidor de libros raros y archivos culturales que existen

Glenn Horowitz

GLEEN HOROWITZ (1956) es el principal distribuidor de libros raros y archivos culturales que existen. Su nombre está vinculado a los de Bob Dylan, García Márquez, Nadine Gordimer, Tom Wolfe, J.M. Coetzee, Alice Walker, John Updike, Winston Churchill, James Joyce, Vladimir Nabokov o agencias como Magnum Photos.

Natural de Catskills, un pequeño pueblo del estado de Nueva York, sus abuelos, tíos y padres fueron buhoneros de todo tipo, así que se crio en la convicción de que vender cosas usadas era un acto noble. En casa "querían que fuera a la universidad, pero si pensaba en mi futuro, me veía convirtiéndome en un personaje de Jack Kerouac", que llega a una gran ciudad, "desarrolla un trabajo manual, escribe novelas y mantiene muchas relaciones sentimentales".

Cuando al fin se mudó a Nueva York para ser escritor, se dio cuenta "de la diferencia entre la literatura superior y lo que yo escribía", confesó a Port Magazine en 2013. Entonces abandonó el viejo sueño de ser novelista. Empezó a trabajar en el departamento de libros raros de Strand Book Store. Pronto advirtió que comprar y vender obras era también una manera de vivir de la literatura. Tras 18 meses allí, pidió un préstamo a su padre, dueño de una tienda de muebles, y en 1979 años montó su propio negocio.

"Es una excelente combinación de erudito y ladrón", dijo de él Rick Gekoski, un vendedor de libros de Londres. Hace más de diez años, en The New York Times se referían a Horowitz como un "cultivador de autores con prestigio, viudas y herederos que combina la curiosidad de un intelectual con los instintos de un hombre de negocios". Su primer acuerdo destacado consistió en la adquisición y venta de una colección que había acumulado un abogado de Nueva Jersey, con primeras ediciones de Lillian Hellman, Thomas Hardy, John Steinbeck y Hemingway. Después de eso llegó su mediación en la venta de los archivos de W.S. Merwin, Kurt Vonnegut, Joseph Heller y Gordimer.

Su vida cambió en 1992, al participar en la transacción del patrimonio literario de Nabokov a la Biblioteca Pública de Nueva York por una suma de siete cifras. Antes, empleó buena parte de su tiempo en ganarse la simpatía de Vera, la viuda de Nabokov, y cuando esta falleció en 1991, la de su hijo Dimitri, "una mezcla caprichosa de playboy, cantante de ópera y piloto de carreras". Costó dos años cerrar el acuerdo.

Se hizo con papeles personales de Franklin Roosevelt por 3,3 millones de dólares, para deshacerse de ellos al año siguiente por casi tres veces esa cantidad

Después de aquello se adueñaría de una de las colecciones de libros de James Joyce más importantes del mundo, que incluía dos ejemplares de la primera edición del Ulises dedicados por el autor. No se reveló la suma. Sí trascendió en 1995 que se hizo con algunos papeles personales de Franklin Roosevelt por 3,3 millones de dólares, para deshacerse de ellos al año siguiente por casi tres veces esa cantidad.

Debido a las relaciones forjadas a lo largo del tiempo, ya no busca buenos libros y archivos. "Ellos me encuentran", asegura. Su éxito no es solo una cuestión de dinero, sino también de afinidad. Las grandes instituciones interesadas en la adquisición de archivos evitan la guerra de precios, y de ahí que las operaciones dependan de un largo cortejo. Horowitz mantiene una estrecha colaboración con el Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin, que cuenta con pozos de petróleo en sus propiedades, lo que le permite afrontar grandes inversiones. En 2003 medió para que recalasen allí los cuadernos del Watergate de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, por la pasmosa cantidad de 5 millones de dólares. La noticia fue primera plana en los medios estadounidenses. Antes había mediado en la venta los documentos de Norman Mailer por 2,5 millones, y después en la del archivo de Don DeLillo. Pero acaso lo mejor estaba por llegar, cuando consiguió que el magnate del petróleo y filántropo George B. Kaiser, y su socio académico, la Universidad de Tulsa, se hiciesen con los archivos de Bob Dylan, compuestos por 6.000 artículos, por una cifra entre los 15 y los 20 millones de dólares. Horowitz, por cierto, cobra una tarifa que a menudo se sitúa en el 20 por ciento de las ventas. 

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