Opinión

Adiós, Círculo

ENTRE LA añoranza y la tristeza, por haber sido lo que fue en aras de estimular la cultura, el conocimiento, la instrucción, el descubrir, a plazos, lo desconocido y haber fomentado el inconsistente hábito de leer, asistimos a la desaparición, por sorpresa, del Círculo de Lectores, víctima, dicen, de un nuevo modelo de negocio de Planeta. Fundado en 1962 por el alemán Reinhard Monhn, las bibliotecas, unas más modestas que otras, de miles de hogares, sobre todo en el medio rural, se surtieron gracias a los libros adquiridos bimestralmente por los socios del Círculo, con la ayuda de sus agentes, la mayoría de ellos entregados y capacitados para orientar al cliente sobre sus preferencias.

Era el caso, por ejemplo, de Aniceto, que acudía puntualmente en los años setenta al periódico para entregar el variado catálogo de novedades editoriales y recoger los pedidos de los socios que en la casa éramos. Más de un millón de lectores lo atestiguan, y que ahora, pese a las nuevas opciones de acceder a cualquier texto o contenido con el menor esfuerzo, se sienten huérfanos por el repentino cierre. Porque además de sus ofertas editoriales (llegó a vender anualmente 1,2 millones de ejemplares), el Círculo funcionó como red social. Lástima.

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