Opinión

Confrontación

Acosada y condicionada por sectarismos y lucros partidistas, la igualdad, más que reivindicar una conquista inaplazable, se ajetrea y desquicia en terrenos de la utopía, en un desafío cercado por incontables astucias. Todo cuanto se haga por armonizar y equilibrar derechos entre géneros es poco, pero hay cosas que sobran, como la confrontación, la que impide el logro de objetivos de paridad y convivencia sin desafíos ni exclusiones. Las actitudes de quienes tienen el encargo de conciliar posturas y situaciones opuestas no coadyuvan a pacificar ni a serenar talantes, como es el caso del Ministerio de Igualdad, con su titular retando posiciones diferentes dentro del mismo Gobierno del que forma parte. Irene Montero, más que como ministra se comporta como activista ofuscada y desorientada en busca de confrontación y hostilidad, referencias que no entran en su sustancioso sueldo, que pagamos todos para que haga algo en beneficio de la comunidad y no en defensa de sus prebendas. Para Montero, todo lo que no sea feminismo radical, el que ella patrocina, es un enemigo a batir, perseguir y aniquilar. Todo cuanto le rodea y no se pliega a sus caprichos, por ignorancia o a sabiendas, es machismo a exterminar, en vez de suavizar discrepancias y conciliar actitudes.

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