Opinión

Descuartizadora

S OMOS muy raros. Unos más que otros, bien sea de buena fe, por extravagancia, para que hablen de uno (aunque sea mal) o por un sentimiento arraigado en los inaccesibles recodos del cerebro. ¿Dónde encuadrar a Estefanía Torralba, la gerundense de 33 años que de la noche a la mañana saltó a la fama, para bien o para mal, según se mire? Fani, para los amigos, es la fundadora de Almas Veganas, organización radical animalista, que sube en popularidad como la espuma, debatiendo y defendiendo su intransigencia en los platós televisivos, incluso frente al cocinero Karlos Arguiñano. Las cadenas no le dan tregua. La buscan para que explique por qué la tomó con los pobres gallos, violadores de gallinas. O cuál es el motivo de su arremetida contra los pescadores diciendo que la caña es un arma de matar. Bien es verdad que todo el esfuerzo por defender a los animales es poca, pero cuando el arrimo se vulgariza en majadería, de nada sirve que Fani considere el veganismo como la posición ético-política que rechaza la esclavitud de los animales. A todo esto, hasta hace cuatro años la adalid animalista disfrutaba a tope, como en los once anteriores, descuartizando cerdos en un matadero de su pueblo. Y era feliz con la escabechina.

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