Lo que para unos es un cotejo revestido de drama, solo es para otros un dato estadístico diluido en la irresponsabilidad de quienes no se toman en serio las distracciones al volante, causa del cuarenta y cinco por ciento de los accidentes de tráfico, mortales, registrados en Lugo durante el pasado año, trece puntos más que los acaecidos en el resto de España por este motivo. Son muchos los porqués de desatención de los conductores, pero uno de los principales es sin duda el teléfono móvil, cuya utilización, alegre y negligente, deriva no pocas veces en tragedia que no solo afecta al temerario, sino a otros conductores que circulan correctamente. Ocurre en las carreteras, pero mucho más en vías urbanas. Solo es necesario situarse en una acera y observar la gran cantidad de usuarios que lo utilizan durante la conducción con absoluta impunidad, sabedores de que nadie les observa. Por eso que está muy bien la campaña que desarrollaron (o aún desarrollan) la DGT y la Guardia Civil, apoyados por policías locales, para concienciar sobre los despistes, pero es insuficiente. La vigilancia no puede limitarse a prácticas puntuales de temporalidad, sino que es preciso un control permanente, como arma disuasoria y a la vez represiva.
