Opinión

El Papa y su paz

No es ninguna aserción novedosa recordar que el separatismo vasco siempre gozó con el apoyo de cierto sector del clero éuscaro, lo cual equivalía a apoyar a los asesinos de Eta, matando a inocentes. Algo parecido sucede con determinados miembros de la curia catalana, abrazando a separatistas. Sin otras deserciones, es una conducta que transgrede la Constitución y no respeta la voluntad de la mayoría de los españoles, cuando no de los catalanes. Por eso sorprendió (o no tanto) que el papa Francisco designase arzobispo metropolitano de Tarragona a Joan Planellas, separatista convencido, aunque ahora lo niegue, como lo evidenció al colocar en su día una estelada en el campanario de la iglesia de la que era párroco. Se lo afeó la mujer de Boadella y vino a decirle que si no le gustaba, podía irse a otra parte. Que el Pontífice muestre su simpatía por los secesionistas no es nuevo, y por eso dijo lo que dijo: vendría a España "cuando haya paz". ¿A qué paz se refiere? ¿La violada por los que él exhorta? Suelen recordárle a Borgoglio sus titubeos con la dictadura argentina, o el haber colaborado con el dictador Videla. Pero lo que algunos le afean ahora es el nombramiento de Planellas. Un embrollo que otros aplauden.

Comentarios