Opinión

Enfurecidos

COMO BIEN precisa el refrán, "quen non chora, non mama". Por eso, lo de gimotear, demandar, protestar… reivindicando mejoras puntuales o solución de problemas, es tan legítimo como necesario. Diferente es hacerlo con la cobertura del paripé o de la excusa, por cuestiones que poco tienen que ver con lo que se invoca, aliñado por el rencor, el odio e intereses inconfesables, como se está viendo en muchos de los movimientos callejeros, por encima de la reflexión sensata, de la cordura y de las reglas de convivencia.

Razón tiene Javier Marías cuando dice que "existe demasiada gente furiosa que no quiere que nada mejore, para así poder seguir enfurecida". Ni más ni menos. Los profesionales de la bronca desean que no se remedie por lo que claman para poder seguir enarbolando pancartas y vociferando sobre lo que no creen; no podrían seguir haciéndolo si lo que piden se solucionase.

Claro que al fin y al cabo, dando mismo un roto que un descosido, solo consiste en amoldarse a lo que surja, con tal de seguir desbarrando y quebrantando todo lo que haya que quebrantar, sabiendo también que nada ni nadie les pedirá cuentas. El libertinaje están de su parte.

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