Opinión

Blanco, negro, invisible

En cada producto que escogemos hay cientos de procesos y nombres inherentes a él, algo que me perturba por la cantidad de elementos que pasan desapercibidos. Latas de conserva, muebles, vajillas, operaciones de estética. Todo tiene huella. A quien escribe un libro suelen acompañarlo otros nombres, pero en el cine muchos acaban desapareciendo

LOS INVISIBLES del arte son aquellas manos que dejaban su huella inadvertida, sus anotaciones luego borradas y que solo reconocen quienes, por curiosidad, se acercan de más a los artistas. Detrás de grandes obras, hay silencios y personas indispensables. Nadie imagina París y sus círculos intelectuales sin Gertrude Stein en el centro. Y gracias al director David Fincher, nadie podrá olvidar a Herman J. Mankiewicz.

En Mank (Netflix), la nueva película del cineasta estadounidense, se rescata una de las firmas más prestigiosas del Hollywood en blanco y negro, previo a la época dorada y cuando los grandes estudios eran poderosos como feudos medievales. El artífice de gran parte del guión de Ciudadano Kane ha vivido largo tiempo a la sombra de Orson Welles, pero quizás ahora se reivindique a alguien que vivió y murió en los márgenes del cine.

Herman J. Mankiewicz, hermano mayor del prolífico director Joseph L. Mankiewicz, fue un escritor de cine que retrató un tiempo único gracias a un humor ácido, quizás de más, y una visión cínica de todo lo que le rodeaba. Su alcoholismo galopante, mal visto hasta en una época donde no lo era, le proporcionó la brusquedad y delirio suficiente para plantar cara a los hombres poderosos de Estados Unidos.

Mank era alguien que trabajaba para cobrar, un profesional de lo suyo y no alguien con vocación artística, de permanencia en los siglos por venir

Sus enfrentamientos con Jack Warner y el alterego de William Randolph Hearst que creó para Ciudadano Kane podrían dar cuenta de una persona activista. Era alguien político que luchó contra el orden establecido o los poderes que manipulaban algo que amaba, sin embargo, Mank era alguien que trabajaba para cobrar, un profesional de lo suyo y no alguien con vocación artística, de permanencia en los siglos por venir.

Esta película biográfica de David Fincher cuenta con un guión coescrito junto a su padre ya fallecido —un obseso de Ciudadano Kane y todos los que formaron parte de su creación—. Fincher traslada una visión completamente deformada y metanarrativa de lo que supone ser guionista o escritor de cine en un mundo de focos, actrices bellas y tiranos productores. Sus delirios son, en buena medida, los propios que Mank sufriría.

En esta nueva ola que parece recuperar y reivindicar nombres borrados, es importante recordar que las ficciones son más peligrosas que la verdad porque hacen de la mentira, o de la alteración de realidad, un relato más atractivo, sesudo y, en ocasiones, más digerible que lo verídico. Por eso, al repasar estas vidas, las invisibles y olvidadas, no debe caerse en el encumbramiento del antihéroe ya desfasado ni el desdén hacia sus rutinas.

La figura del hombre incapaz de poner nombre a sus propios sentimientos, ahogado en vicios y que odia a la sociedad tanto como la sociedad a él dominó en la literatura durante décadas, además de explicar por qué las mujeres viven más. Recuperar al antihéroe sin una mayor profundidad que aquello en lo que fallaba es limitar a la persona que en un momento fue.

Produjo muchas películas de los Hermanos Marx, ayudando a expandir una figura fundamental de la comedia y el cine absurdo

A nadie que vea la película de Fincher o se aproxime a un perfil sobre Mankiewicz le sorprenderá que el alcoholismo sea realmente fundamental. La fama que su adicción le consiguió fue capaz de contrarrestar la que su oficio le profería, un castigo que pagó en forma de declive y olvido.

Pocas son las fuentes que se molestan en recordar que Mank fue el primer guionista propuesto para El mago de Oz y, precisamente él, apuntó que la explosión de color tras las escenas en sepia serían un elemento fundamental del relato. También produjo muchas películas de los Hermanos Marx, ayudando a expandir una figura fundamental de la comedia y el cine absurdo.

Las clínicas de desintoxicación donde paulatinamente se alejó a la fuerza de los focos, escándalos y problemas fueron espacios de creación donde muchos guiones afloraban y morían sin ser vistos. Formó parte de varios equipos de escritura durante los años 30 y 40, pero sus ausencias terminaban por perjudicarlo y, pese a dejar grandes ideas en proyectos reconocidos como ‘Los caballeros las prefieren rubias’, su nombre era obviado al final.

Por orden de Joseph Goebbles su nombre debía desaparecer de los créditos para poder ser estrenado en el país germano

La genialidad de Mankiewicz le llevó a ser prohibido en la Alemania Nazi. Por orden de Joseph Goebbles su nombre debía desaparecer de los créditos para poder ser estrenado en el país germano, según informó el ministro de Propaganda a la Metro Goldwyn-Mayer. Su paso por la Universidad de Berlín no servía de nada, era alguien poco grato en su propio país e inexistente en otros.

Ahora que hay un pulso contra la memoria y el olvido que la Historia provoca, urge recordar a los invisibles que su tiempo no supo hacerles justicia. Quizás el padre de David Fincher supo ver algo en Mank que ni su laureado hermano pudo atisbar. El alcoholismo dejó un borracho para los ojos que lo miraron, un antihéroe a la fuerza que nunca fue.

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