Opinión

El mercurio y la leona

Cada semana se publica en algún medio una noticia, por lo menos, sobre una suerte de retorno al rural que está teniendo lugar. Llaman a esto tendencia, sin embargo, hace más de 100 años que Karen Blixen (Dinamarca, 1885-1962), también conocida como Isak Dinesen, se mudó a África y empezó una vida en el campo más agreste.

LA ESCRITORA danesa más importante del siglo pasado está siendo revivida por parte de los académicos y las editoriales tras unas décadas de barbecho. En breve se estrenará también una película, llamada Karen, sobre su estancia en el continente africano. La protagonista es Christina Rosenvinge, estrella de la Movida Madrileña y compatriota de Blixen. Asistimos en directo a una lenta pero firme resurrección.

Proveniente de una familia muy acaudalada, la infancia de la escritora fue la de una niña cristiana y burguesa, educada por una institutriz de manera inútil solo en Cultura y Letras para evitar los males del mundo exterior. Este corsé asfixiante despertó en Blixen ansias de huida que, muchas décadas después, le harían escribir una frase ya icónica pronunciada por Meryl Streep: "Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong".

Antes de convertirse en Isak Dinesen y otras personas, Karen afianzó sus posiciones e intereses casándose con un barón y primo segundo suyo, hermano gemelo del primo segundo. Él la amaba realmente, pero que no fue correspondido. El título nobiliario proporcionaba a Blixen y su familia una posición que el dinero entonces no otorgaba, además de alejar asuntos de poca honra que ponían en entredicho su nombre en sociedad.

El suicidio de su padre, siendo solo una niña, marcó tanto a su familia y al apellido como a su  futura obra. Karen idealizó su perdida figura paterna como una gloria militar, superviviente de varias guerras europeas, viajero incansable que llegó a vivir durante años con indios en Wisconsin y que se instaló en Dinamarca como terrateniente, llegando a ser diputado y escritor.

A los seis meses de su llegada, la escritora es diagnosticada de sífilis y descubre las muchas infidelidades de su esposo, quien la contagia

El romanticismo que su padre encarnaba era el espíritu de una época que Blixen puso empeño en preservar, repitiendo parte de su vida con sus aventuras y viajes. Con solo 22 años se muda a Kenia junto a su marido, ya como baronesa, y se instala en una finca a veinte kilómetros de Nairobi. Allí deciden abrir una factoría de café con el nombre de Karen que llegaría a ser la más grande del África Oriental con más de 4.000 hectáreas.

A los seis meses de su llegada, la escritora es diagnosticada de sífilis y descubre las muchas infidelidades de su esposo, quien la contagia. Esta enfermedad la acompañará durante toda su vida, condicionando una pasión sexual muy potente que habitaba en ella y que suele asociarse con una infancia puritana, prohibitiva con cualquier expresión de erotismo.

La obra escrita hasta entonces por Karen Blixen era mínima, solamente cuentos publicados en una revista danesa, cartas que enviaba a sus allegados y diarios donde anotaba tanto la contabilidad como los hechos reseñables de su jornada. Sin embargo, con África comienza un proceso de descubrimiento ligado a su despertar literario que surge, de manera inevitable, de los sentimientos de odio y de amor que su marido y el continente le provocan.

A su llegada acudieron mil miembros de la tribu kukuyu cantando y en Kenia consiguió el afecto de los lugareños, hasta el punto de ser llamada La hermana leona. Comprendió que debía aprender suajili y empaparse de las costumbres, fusionarse con su nueva realidad, para no sucumbir a una cultura radicalmente opuesta a la suya, pero que terminó sintiendo como más propia que la de su Dinamarca natal.

Una década después, Karen ostenta junto al título de baronesa el de arruinada, divorciada y viuda de su amante

En 1921 y tras años de grandes pérdidas económicas, Blixen decide asumir las riendas de la cafetera y divorciarse de su marido, a quien odia. La incompetencia empresarial previa no había impedido a la escritora llevar un tren de vida europeo, algo imprescindible para ella hasta el punto de poseer el único retrete existente entonces en la parte británica del oriente africano. Su aventura se calcula que costó lo equivalente a 13,5 millones de euros actuales.

Una década después, Karen ostenta junto al título de baronesa el de arruinada, divorciada y viuda de su amante, un piloto del que se enamoró y al que siempre recordó como "el ser más libre que he conocido nunca". Entonces abandona África y su plantación, asegurándose antes de que 153 familias kukuyu que trabajaban para ella fuesen ingresados en una reserva natural de su propia tribu.

Forzada a volver a un hogar que no sentía como tal y una sociedad que le resultaba cursi, Karen Blixen decidió refugiarse en su escritura como salida emocional, pero también económica. Abrazó el romanticismo de una cultura entonces crepuscular, llegando a sentirse tutelada por el espíritu del poeta danés Johannes Ewald que había vivido siglos antes en su misma casa.

Con la publicación de Siete cuentos góticos en 1934 logra su primer éxito, pero en Estados Unidos, ni siquiera en Europa, donde llega a ser Libro del Mes. Su fama se contagia semanas después a Reino Unido y, traduciéndolo al danés, llega a ser profeta en su tierra. Karen Blixen se convierte rápidamente en un fenómeno mundial que atrae a intelectuales y pueblo llano por su extraña forma de escritura.

Su baile de nombres y enigmática persona hizo preguntarse a los críticos de la época dónde había estado un talento como el suyo, disparando los rumores sobre su identidad. Un hombre vestido de mujer, dos personas firmando como una, una monja. Las teorías sobre quién se ocultaba tras el pseudónimo Isak Dinesen ensanchaban el efecto de su literatura.

Con la publicación en 1937 de Lejos de África —adaptada en el cine décadas después como Memorias de África y muy diferente al libro— Karen Blixen se reafirma como una voz rara en la literatura y digna de estudio.

Su estilo se describe como anacrónico, opuesto a las vanguardias imperantes de la época que apostaban por destruir las estructuras clásicas y escribir grandes tomos, mientras que ella recuperaba el relato y el cuento como una forma de revivir literatura clásica y folclórica. También nombres importantes experimentaban con su lengua nativa para alcanzar una nueva dimensión semántica al tiempo que Blixen escribía en un idioma extranjero.

La autora danesa se consideraba a sí misma incapaz de dedicarse a escribir una novela como tal, pero su obra hila a personajes y acciones a través de diferentes relatos cortos de manera tan afinada como Faulkner y Proust, dándole además un protagonismo nada común entonces al paisaje.

De la coqueta mujer que rozaba la obsesión por su imagen solamente quedaba en 1955 un cuerpo muy vivo y revolucionario de poco más de cincuenta kilos

Antiguas civilizaciones, oficios extravagantes o culturas exóticas son los lugares donde sus personajes actúan, pero, pese a las diferencias, todos ellos presentan una cuestión constante: la lucha del sujeto consigo mismo y un opuesto. Karen Blixen, que se había ocultado de los focos y evitaba las preguntas, fue haciéndose tan famosa como sus obras hasta el punto de convertirse en uno de sus personajes.

La salud de la autora danesa empeoraba al mismo ritmo que vendía cuentos y relatos. De la coqueta mujer que rozaba la obsesión por su imagen solamente quedaba en 1955 un cuerpo muy vivo y revolucionario de poco más de cincuenta kilos. Ese mismo año publica El festín de Babette, una soberbia reflexión sobre el placer de comer, el pecado de la gula y las historias íntimas de aquellos que nos rodean.

Solamente un año antes había perdido de manera inesperada el Nobel de Literatura,  para el que se postulaba como favorita, a manos de Ernest Hemingway y este reconoció en su discurso que le pertenecía realmente a Blixen. En 1957 su nombre vuelve a sonar como ganador, pero la Academia sorprendió al escoger a Albert Camus. Posteriormente se supo que la autora estaba vetada para alzarse con el galardón.

Karen Blixen no se hundió ante la falta de reconocimiento académico, pues gracias a la radio había logrado una popularidad tardía en su propio país y su nombre era el de una estrella del rock en Estados Unidos. Contra las indicaciones médicas, decidió iniciar una gira por el país yankee para mostrar su gratitud.

Las lecturas que hizo allí se abarrotaban de anónimos y grandes firmas. A la salida se agolpaban Truman Capote, E. E. Cummings y John Steinbeck, entre otros, como adolescentes ante su ídolo. Pero la danesa solo pidió una cosa: conocer a Marilyn Monroe.

Almorzó con la actriz Marilyn Monroe, Arthur Miller y Carson McCullers un 5 de febrero, cara a cara y con anfetaminas para soportar el dolor físico

Almorzó con la actriz, Arthur Miller y Carson McCullers un 5 de febrero, cara a cara y con anfetaminas para soportar el dolor físico. Intercambiaron recetas de macarrones, opiniones sobre otras estrellas y bailaron sobre la mesa de mármol donde comieron. Blixen detestó la presencia de Miller, pero adoró a Marilyn más de lo esperable.

Ambas murieron en el verano de 1962 y el cuerpo de Karen no pesaba más de 35 kilos, pues, según decía, solo se alimentaba en sus últimos años de champán, fresas y ostras. Hoy se sabe que la enfermedad que la mataba era, en realidad, el efecto del mercurio con el que trataba la sífilis que había contraído en su juventud.

Es posible que su figura se haya diluido en el tiempo porque su obra póstuma Ehrengard es la cúspide de su trabajo y de una complejidad elevada, nublando la imagen de sus relatos previos. Blixen es la máxima exponente de una literatura colonial africana y su huella, que ahora se recupera, aún permanece en Nairobi, donde el lugar en que se situaba su empresa cafetera hoy da nombre a un barrio adinerado: Karen.

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