Opinión

Nuevos tiempos para los juglares

Son muchas las ocasiones en las que un mundo antiguo y uno nuevo colapsan, incluso a nivel físico si la cosa es grave, y se enfrentan por mantener posturas. Mundos en general, pero específicamente el de la música es uno de los que más sufre de amnesia por parte del personal ya canoso y de prepotencia por el joven

NO HAY MÁS que ver lo ocurrido en Eurovisión. Cuatro veinteañeros traen de vuelta el rock, el glam e incluso un poco de punk a un escenario masivo y un grupo reaccionario se hincha a críticas por su estética, por su falta de base. La misma masa que idolatraba a Bowie, Mercury y parte de la Movida madrileña. Pasa algo similar con los cantautores y la composición. "Ya no se hace como antes", se oye a menudo. Quizás falta investigación.

Sobre esto y un poco más de religiosidad versa uno de los últimos discos, The Ascension, de Sufjan Stevens, un músico que contenta a todas las generaciones que se acercan a él. Es un trovador y juglar simultáneo, muy elogiado por su escritura pero que si de verdad destaca por un motivo tangible, es por su genialidad musical que lo hace capaz de tocar un sinfín de instrumentos y articular partituras de todo tipo.

Se habla de él en medios especializados hace ya tiempo como el artista más completo en décadas, alguien que ha transitado desde la electrónica al folclore, villancicos, a la abstracción sónica e incluso la música instrumental para ballet. Escribe todas sus canciones en varios compases, logrando un efecto desconcertante y educativo acerca del propio método de composición.

Sufjan Stevens es prolífico en el mejor de los sentidos, capaz de trabajar durante horas para solo unos segundos y en ocasiones inaudibles. Durante el pasado año publicó dos discos y en este 2021 estrenó Convocations, un homenaje a su padre recientemente fallecido, que transita por diferentes emociones solo con bases electrónicas. A lo largo de sus 49 canciones ambientales, Stevens presenta una muy compleja obra en cinco ciclos.

Su innovación se escapa a lo técnico simplemente. En tiempos de sencillos, canciones con gancho y ritmos repetitivos, Sufjan apuesta por romper las estructuras de verso y estribillo. Va más allá. No teme a la duración y en su discografía es normal encontrar canciones de diez minutos que evolucionan a medida que avanzan, sin volver atrás en ningún momento, y en ocasiones alcanza los 25 minutos en una sola pieza, como en Impossible Soul.

Sin embargo, su religiosidad de amplio espectro actual tiene una base católica por influencia de su abuela.

Pero para comprender el fruto ahora de una genialidad, es necesario retraerse hasta el origen que llevó a Sufjan a encontrar en la música su oasis.

Su propio nombre es de algún modo simbólico, al ser el que poseía el suegro de Mahoma y motivo por el cual lo tiene. Sin embargo, su religiosidad de amplio espectro actual tiene una base católica por influencia de su abuela. Esto, en su conjunto, se debe a la falta de estabilidad que había en su hogar, pues al momento de nacer sus padres pertenecían a un grupo espiritual difícil de clasificar, casi con corte de secta.

Cuando Sufjan solo tenía un año, Carrie, su madre, abandonó a su familia y la crianza recayó en el padre. No se trataba de una desaparición sin remedio. Durante los veranos de años posteriores habría reuniones entre la matriarca y su nueva pareja con sus hijos, algo que podría parecer extraño pero resultó muy positivo gracias al padrastro, Lowell Brams, un pilar fundamental en la vida de Sufjan y quien le enseñó a tocar el piano.

Sin embargo, Carrie también abandona este segundo núcleo familiar. Posteriormente se ha sabido que padecía bipolaridad y esquizofrenia, además de ser adicta a diferentes drogas.

Sufjan habla de Tonya Harding, de libros católicos, de asesinos en serie, superhéroes; también de arquitectura, ciudad, paisajes y ciudades.

De una infancia complicada y en fragmentos, de un lado para otro y con sus figuras paternales esparcidas por la geografía estadounidense, surge un estilo de composición y escritura cuyos referentes son de amplio espectro. Sufjan habla de Tonya Harding, de libros católicos, de asesinos en serie, superhéroes; también de arquitectura, ciudad, paisajes y ciudades. De hecho su gran proyecto vital es crear un álbum para cada estado de su país.

Comenzó su carrera colaborando con su padrastro y cantando acerca del zodíaco chino, para posteriormente dejar hueco a sus neuras permanentes como son la fe, la naturaleza, la muerte o la decadencia. Pese a ser muy prolífico, incluso demasiado por entorpecer su carrera solista, cuenta con ocho discos suyos exclusivamente.

De estos, el más destacado de manera unánime es Carrie & Lowell (2015), una aproximación al folk desde sus entrañas personales tras la muerte de su madre en 2012 por cáncer de estómago. Sufjan decidió tomar la reconciliación previa y el luto que debía atravesar para rendir homenaje a ella y la ausencia, al vacío provocado y ahora forzoso que había dejado Carrie en él. Piezas como Fourth of July no dejan indiferente a nadie.

Aunque en los últimos años su participación en varios proyectos y la colaboración con diferentes artistas lo hayan devuelto a sus bases más electrónicas, Sufjan es de esos músicos de amplio rango y casi sin registro, solamente con un poso amargo y filosófico.

 Sufjan habla de Tonya Harding, de libros católicos, de asesinos en serie, superhéroes; también de arquitectura, ciudad, paisajes y ciudades

En ocasiones su sonido es consecuencia de su propia vida, como lo ocurrido durante la grabación de The Ascension. Su casero en Brooklyn decidió subir el precio del alquiler del estudio y se vio forzado a guardar todos sus instrumentos (no pocos) mientras se mudaba a las montañas del norte del estado. Solo disponía de un ordenador, un sintetizador y una caja de ritmos, lejos del universo musical que logró crear con eso.

Ahora vive en el campo y ha confesado en alguna entrevista sentirse muchísimo mejor, llevaba 20 años en una insoportable resaca en medio de una multitud que le era ajena. Sigue trabajando incesante, probablemente en cosas que ni verán la luz. Dedica bastantes horas a hablar de semillas con sus vecinos para cuidar la cosecha, también de tractores y tornillos, mientras recoge lecciones y sonidos que pueden encajar en cualquier lado.

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