Opinión

Inspiración

Todo el mundo ha dicho algo desmitificador, menos Rilke y yo

EL DOMINGO por la tarde vi un capítulo de Endeavour, la maravillosa serie inglesa que no entiendo cómo no los vuelve locos a todos ustedes, y, al llegar al tren esa noche y ponerme con este artículo, todavía bajo los efectos de la belleza del paisaje, de la música y de dos mujeres, escribí el título: Inspiración. Esa idea sobre la que casi todo el mundo ha dicho algo desmitificador, menos Rilke y yo.

Paul Auster es un escritor que pocas veces me convence al cien por cien pero siempre me deja con ganas de leerle el próximo libro. Sus novelas suelen plantear, sin elucubraciones abstractas ni sensiblería, cuestiones interesantes de la vida real. Ahora estoy con 4 3 2 1, arrastrando bastantes dudas, como siempre. Y en ella escribe, sobre el joven protagonista y un amigo: "Caminar con Federman era sobre todo un ejercicio del arte de prestar atención, y prestar atención, como descubrió Ferguson, era el primer paso para aprender a estar vivo". No podría estar más de acuerdo: prestar atención como herramienta para vivir. Por eso escribo.

Claro que cada uno presta atención como es. Leo artículos magistrales, verdaderos ejemplos de cómo elegir y exponer un tema, cómo analizarlo y darle la profundidad, el tono e incluso la longitud justos. Artículos no solo elegantes sino que arrojan luz. En cambio yo, en estas columnas, más que arrojar luz me parece que doy sombra. Siempre a punto de caer en un apasionado lamento existencial, como el de aquellas conversaciones de leve borrachera de cuando éramos jóvenes y no teníamos novia. Siempre hablando desde mi rincón lleno de trastos, con los que no dejo de tropezar; siempre metiéndome en medio, elija el tema que elija. Debo de ser idiota, como decía Cortázar de sí mismo porque no entendía las críticas sesudas y se dejaba llevar por la belleza de un pez de colores de papel que cruzaba el escenario. Pero yo, sin ser Cortázar.

Ayer, cuando ya tenía esto casi acabado, hablé por teléfono con mi hijo. Estaba montando el belén en casa, porque había visto el que el vecino hace en el portal y le había servido de inspiración. De inspiración, dijo. Él en Ferrol y yo en Madrid, cada uno prestando atención a su alrededor y dándole sentido a un lunes.

Dándole sentido a los días, uno tras otro. Dándole sentido a esperar las vacaciones para estar juntos. Todos con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestros pececillos de colores y nuestros trastos. Un poco idiotas pero sirviéndonos mutuamente de inspiración. De inspiración para aprender a vivir.

Feliz Navidad.

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