Opinión

Recortes, desigualdad y suicidio

Sin llegar al extremo del suicidio, la crisis económica y las soluciones impuestas por el Gobierno han provocado serios daños a la vida social y familiar y a la salud de las personas

SI AL comienzo de la crisis financiera, que acabamos pagando todos, el Fondo Monetario Internacional afirmaba que el mayor problema de España era la longevidad de su población, no se puede negar que el resultado de las políticas aplicadas por el Gobierno desde entonces han tenido, entre otros resultados, una peor calidad de vida y condiciones de salud que contribuyen a reducir la esperanza de vida de los españoles si las estadísticas oficiales reflejaran de manera fehaciente la media de la actual esperanza de vida.

La reforma laboral trajo consigo que a día de hoy, la tasa de beneficio empresarial se haya superado con respecto a las a situación anterior a la crisis, pero los salarios y los estándares de vida de la ciudadanía, no se han recuperado en absoluto. Menores sueldos, más horas de trabajo y condiciones abusivas en el desempeño configuran la realidad de la inmensa mayoría de los trabajadores actualmente en España.

El aumento de la desigualdad y la pobreza, la baja calidad del empleo y la inestabilidad del poco que se crea, la permanencia de unas cifras de paro insostenibles y el aumento constante de la acumulación de riqueza en una élite especuladora, que practica una economía extractiva y se beneficia de los paraísos fiscales, conforman el mapa de nuestra situación social.

Una de las consecuencias de esta situación social son los suicidios.

Si en 2014 se consideraba la crisis económica como responsable de más de 10.000 suicidios motivados por no poder llegara fin de mes con los recursos disponibles, permanecer en desempleo sin perspectivas de encontrar otro trabajo, incertidumbre por el futuro, pérdida de estatus y relaciones sociales por carecer de trabajo, deterioro de las relaciones familiares por la precariedad económica y los desajustes que eso genera en la dinámica familiar, pérdida de autoestima por no ser capaz de encontrar una salida e impotencia para evitar el derrumbe de todo lo que era su vida, la situación de entonces no solo no ha cambiado sino que se agrava con el paso del tiempo.

En 2016 el suicidio fue la primera causa de muerte no natural en nuestro país, con un incremento del 20% con respecto a 2007 y cuyas causas estaban en relación con las consecuencias de la crisis económica, los efectos de la reforma laboral y la pérdida de derechos y de protección social.

Los registros sobre suicidios realizados en 2018 superan las 17.000 personas cuyo suicidio se produjo por causas económicas, siendo los desahucios la causa de 5 de los 11 suicidios que se están produciendo a diario en España.

El desahucio, no es simplemente el desahucio de la vivienda; es también un desahucio vital por el impacto que tienen esas circunstancias en la vida de las personas; un desahucio que comienza mucho antes de la expulsión de la vivienda; habitualmente comienza por la pérdida del trabajo o la reducción drástica del salario y, por tanto, de la posibilidad de afrontar las deudas normales de la vida cotidiana y también, las financieras que pudiera haber contraído.

Sin llegar al extremo del suicidio, la crisis económica y las soluciones impuestas por el Gobierno han provocado serios daños a la vida social y familiar y a la salud de las personas. Sin olvidar la importancia de la afectación psicológica, dio lugar a múltiples problemas de salud física de los que el 50% son padecimientos de carácter grave. El 100% de las personas afectadas por un desahucio sufre problemas de salud.

Existe un grave problema de ansiedad en la población que también constatan datos de la DGT, en los que consta que el 25% de las personas que conducen un vehículo en España lo hace bajo la influencia del consumo de ansiolíticos, lo que provoca accidentes de tráfico y, en muchos casos, con resultado de muerte. Esas muerte no dejan de derivar de una causa relacionada con el contexto del que venimos hablando.

Pero además de los trastornos descritos, el insomnio, los trastornos de conducta, la mala alimentación como consecuencia de todo ello y de la falta de medios económicos para hacer una alimentación equilibrada y suficiente, agravan problemas de salud que las personas puedan tener previamente, como pueden ser afecciones cardíacas, diabetes u otras, que pueden causar numerosos fallecimientos cuya causa no figura en la estadística relacionada con la crisis económica, pero sí lo está; entre esas muertes, un número significativo de fallecimientos por infarto estiman los sanitarios que tiene esa causa.

Ante esta situación es imprescindible pensar en qué modelo de sociedad queremos y qué debemos exigir a nuestros políticos y gobernantes; también a nosotros mismos, cuando los elegimos e incluso, si lo hacemos sin exigir un programa claro con respecto a la redistribución de la riqueza o no exigimos su posterior cumplimiento.

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