Opinión

El enroque de Cristina Cifuentes

SI ALGUIEN piensa que intentando deteriorarme con falsedades, mentiras o medias verdades va a conseguir que dé un paso atrás, está equivocado. Para atrás no hay que dar pasos ni para coger carrera". Estas son las palabras con las que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, se enrocaba ante el escándalo por la supuesta falsificación de las notas de su máster ; palabras de un video que colgó en su cuenta de Twitter a última hora de la noche del jueves.

Los españoles bien pensantes están estupefactos por el acoso que sufre la presidenta madrileña y no salen de su asombro —resulta muy difícil hacerlo— ante la serie de desmentidos, justificaciones, réplicas y contrarréplicas con que, a día de hoy, tratan de sostenerse los argumentos a favor y en contra de Cifuentes. Con lo fácil que lo habría tenido la presidenta, simplemente, mostrando su trabajo de fin de máster o, si lo ha extraviado en una mudanza, como dice, pidiendo a la universidad que lo muestre.

La información, aparecida en el Diario.es, tuvo una inicial acogida por parte del resto de los medios y de los diversos partidos políticos que ayudaba escasamente al desvanecimiento del estupor. La tibieza de las declaraciones, fundamentalmente las de sus propios correligionarios del PP, invitaban más bien a las peores sospechas. Porque, los pocos que se empeñan en la desmedida defensa numantina, deberían hacerlo con más tacto y menos demagogia.

Como la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, acusando, sin que se le caiga la cara de vergüenza, de "actuaciones mezquinas, machistas y miserables" y afirmando que "parece que a algunos les gustaría conseguir lo que no consiguió un accidente de tráfico mortal". ¡Qué barbaridad! Menos mal que no añadió, como ironiza sobre el tema algún lector y twitero, que Cifuentes hizo un máster "en diferido". Y quienes, de una manera sin duda precipitada, salieron en rueda de prensa a justificar el cambio de notas como un error de transcripción, como fue el rector de la universidad Rey Juan Carlos , acompañado del supuesto director del máster, Enrique Álvarez, y del profesor Pablo Chico, han tenido que recapacitar, ante las luces y las sombras, muy contestadas, de sus relatos, dando marcha atrás y comprometiéndose a una investigación en profundidad.

Lo cierto es que, a día de hoy, el asunto pinta muy mal. Las dudas son tantas y de tal calibre que los españoles bien pensantes empiezan a sospechar que hay gato encerrado; un gato grande y negro como un jaguar, al acecho, de la presidenta madrileña, y lo que es peor, de una institución pública como la Universidad Rey Juan Carlos cuya imagen puede verse mucho más deteriorada de lo que ya estaba.

El enroque de Cifuentes puede pasar de ser una jugada de ajedrez defensiva, a la traba del ancla de su embarcación en el fondo del mar.

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