Opinión

Errores de bulto

NO HA empezado la campaña electoral y los partidos políticos, unos más que otros, no paran de cometer errores de bulto tan sonados y tan “viejunos” que los electores pueden llegar a pensar que no son unos comicios del siglo XXI.

Por empezar con Ciudadanos, el escándalo del pucherazo en las primarias de Castilla/Leon, que recuerda a los caciques rurales del XIX, con una mano anónima que pulsó el botón de voto electrónico con nocturnidad y alevosía, ha sembrado de dudas todos los procesos en el resto de España y llenado de reclamaciones a la dirección.

Pese a que Rivera aseguró en TVE que el nunca había apoyado a Clemente contra el candidato de la militancia, el desvelo y el indisimulado apoyo de Villegas (su mano derecha) con la ex dirigente popular dejó claro a quien se quería al frente de la lista. Pueden quitarle toda la importancia que quieran pero el daño a la imagen del partido es una evidencia.

En el PP, preocupados por los datos de las últimas encuestas (la del diario ABC resultó demoledora), no saben si continuar con el seguidismo a VOX o empezar a darles caña. De posible socio de investidura, se está convirtiendo en un adversario dañino que les puede quitar los votos necesarios para que en las circunscripciones pequeñas la derecha no saque ningún escaño. Y, en medio de esta preocupación, se reabre la confrontación interna en Asturias, donde Génova ha colocado a dedo a la cabeza de lista. Ya se sabe cuanto lastran el resultado electoral los conflictos internos.

Y, como la manifestación feminista del 8 de marzo dejó descolocados a todos, las ofertas son variopintas. En medio del horror de los tres asesinatos de los últimos días, a Casado solo se le ocurre ofrecer ayudas económicas a la maternidad, como si viniera a cuento.

El PSOE anda enfrascado en sacar el máximo partido de su paso por Moncloa. Sabedores de que el BOE es una magnífica palanca electoral, piensan seguir con los decretos/ley hasta el día anterior a los comicios. El problema es que la Diputación Permanente los tumbe, uno detrás de otro, creando una decepción en los beneficiarios que puede volverse en su contra. Lo mejor en campaña no es predicar sino dar trigo.

Los catalanes, como ya se sabe, han decidido llevar al Congreso de los Diputados a los independentistas irredentos, para desestabilizar al Estado, con la consabida estrategia de Puigdemont de «cuanto peor, mejor»; lo que va a dificultar, y mucho, cualquier posibilidad de pacto.

Y por último queda Podemos. El anunciado regreso de Pablo Iglesias, con el ridículo cartel que escandalizó incluso a su bases, exige del líder de la formación morada un esfuerzo hercúleo, si quiere dar la vuelta a unas encuestas que vaticinan una huida de sus votantes al PSOE, precisamente por las purgas internas que él mismo ha provocado.

Quedan muchos mítines, muchas promesas vacuas y mucho que rectificar de aquí a finales de abril.

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