Opinión

Abusos y dimisiones

LA DIMISIÓN en bloque de los obispos chilenos tras tres días de encuentro con el Papa Francisco en el Vaticano, a causa de los abusos sexuales del clero chileno con menores, es todo un salto en el comportamiento de la institución eclesiástica ante estos sucesos y es, al tiempo, uno de los mayores indicadores de los cambios que se esperaban de este Papa. Esta dimisión en bloque es un hecho extraordinario dentro de la Iglesia católica. Hasta el pontificado de Benedicto XVI fue norma el silencio impuesto y hasta las acusaciones de persecución a la Iglesia ante las denuncias de pederastia y abuso sexual por clérigos.

Destacados dirigentes de la Iglesia española no dudaron en hablar de persecución o buscar generar daño a la Iglesia cuando saltaban a los medios de comunicación noticias de este tipo. Spotlight, la impactante película de Thomas McCarthy, cuenta la historia de esta repugnante hipocresía. Hasta los dos últimos papas, el mal no eran los hechos de abuso de menores, el mal era que se denunciasen. Las causas que llevan a ese tipo de comportamiento en el clero así como la imposición del silencio y la ocultación de los mismos por las autoridades es una doble tarea de revisión que al fin se abre. En la retirada de Benedicto XVI influyeron las fuertes resistencias que encontró para afrontar con honradez y transparencia esta cuestión y las finanzas. Su sucesor superó, y no será sin coste personal, la asignatura pendiente, al menos en la cuestión de los abusos.

Funciona muy bien
Si el sistema de euroórdenes, el que se aplica por España a los políticos fugitivos de la Justicia, no necesita cambios y funciona a plena satisfacción, según Bruselas, alguien desde el Gobierno o la judicatura española habrá de explicar qué falla.
 

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