Opinión

Por qué Cristóbal Halfter saluda desde el tren

 

SIEMPRE QUE pasa en tren por Paredes de Nava, en la provincia de Palencia, el ilustre compositor y director Cristóbal Halfter se levanta y saluda. Los otros pasajeros se sorprenden del gesto, porque no aciertan a identificar al destinatario del saludo, que les parece dirigido al vacío. El caso es que él, impertérrito, vuelve a repetir su ademán en cada nueva pasada por el sobrio pueblo castellano. Y se equivocan los demás pasajeros, pues sí hay un destinatario del saludo, una vieja noria que, resistiendo el implacable percutir del tiempo, sigue en pie desde sabe Dios cuándo. Pero ¿saluda a una noria, un objeto inanimado? Sí, un objeto, pero con alma, el alma que le dio hace más de cinco siglos un poeta nacido allí, en Paredes de Nava. Uno de los más grandes poetas de nuestra literatura, Jorge Manrique.

Aparte de las celebérrimas Coplas por la muerte de su padre, la más portentosa elegía de nuestra literatura, de Jorge Manrique apenas queda un puñado de poemas, escasamente conocidos salvo por los especialistas. Pues bien, en la Fiesta de la Poesía de Villafranca del Bierzo de este año, Halfter contó la anécdota de su saludo desde el tren en Paredes de Nava y explicó su porqué. Lo que significa la poesía para él, lo que es, queda resumido en una brevísima composición manriqueña escrita a la vista de una noria, quizá la misma que aún se puede ver en su villa natal y a la que por eso don Cristóbal rinde homenaje cada vez que pasa por sus cercanías. Son cuatro breves versos, éstos: Aquestos [los cangilones de la noria] y mis enojos / tienen esta condición: / que suben del coraçón / las lágrimas a los ojos.

Quedé sorprendido. Primero, porque debo confesar que yo –profesor de Literatura, ay– no conocía el poema o, quiero ser benévolo conmigo mismo, lo había olvidado por completo. Segundo, porque me pareció admirable que alguien, por muy Cristóbal Halfter que sea, no sólo lo conociese, sino que se identificase tanto con él como para rendirle ese peculiar tributo y para ponerlo como ejemplo de lo hondo que la poesía puede llegar a afectarnos y, por qué no, a iluminarnos. Sólo cuatro recónditos versos y pueden decir tanto a un lector. Es el inigualable, casi mágico, poder de la poesía. O de la música. En una comida de un grupo de amigos pude cruzar unas palabras –Paloma mediante– sobre el tema con el compositor de, entre tantas obras, la ópera Don Quijote o Elegías a la muerte de tres poetas españoles. Y saqué la conclusión de que no, no era raro que Cristóbal Halfter conociese ese poema.

Lo conociese y lo saludase desde el tren. Como lo contó, lo cuento.

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