Opinión

Yo acuso...

PRESIDENTE SÁNCHEZ, las cosas no va bien y usted no se está ocupando de que mejoren.  El paro sube y la afiliación a la Seguridad Social baja, arrojando los peores datos desde 2014. El sector exterior, otrora motor de la recuperación económica, comienza a dar signos de agotamiento y los índices de Producción Industrial y el de Confianza del Consumidor, registran una tendencia general a la baja con los niveles más bajos de los últimos dos años. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) e incluso el propio Banco de España ven signos de ralentización y nubarrones que emborronan el alegre retrato impresionista que nos esboza sobre la economía española. 

Presidente, yo le acuso de ser un oportunista al que solo interesaba, contra viento y marea, llegar a la Moncloa. Primero amagando con pactar con Ciudadanos, para finalmente hacerlo con Podemos, los nacionalistas, independentistas y antisistema. Nos ha dejado claro que no trabaja para todos, sino sólo para una parte de la ciudadanía y sobre todo para contentar a sus socios coyunturales con medidas que, aunque sean dañinas para el país, le sigan atornillando a la Presidencia, porque usted como bien dice en su libro es “un resistente”.

Le acuso de radicalizar la política, de dividir a la sociedad amparándose en una supuesta superioridad moral de la izquierda, de recuperar una memoria histórica fracturadora y de poner en jaque los equilibrios del sistema fiscal, condenando a la clase media a una subida de impuestos con los que cubrir el disparatado gasto público.

Ha planteado concesiones imposibles a los grupos secesionistas catalanes buscando su apoyo para los presupuestos. Estaba dispuesto a pagar un precio altísimo por un éxito pírrico, permanecer unos pocos meses más en la Moncloa, porque la legislatura, ¡no se olvide!, termina en junio de 2020. 

Entre las decisiones sin ejecutar y las ocurrencias sin contenido material, su gobierno no hace sino manejar expectativas, lo que no es extraño, pues usted es un relativista que banaliza sin rubor los principios del funcionamiento del sistema y los maneja a su conveniencia. Su capacidad para asumir contradicciones y su facilidad para la contorsión, son extraordinarias. Lo mismo reclama primarias en su partido que impone candidatos.  

Con sus últimas decisiones le ha abandonado buena parte de la izquierda mediática y su partido se ha convulsionado. Tiene como socios políticos a partidos fallidos o en reformulación, Podemos, en proceso de descomposición, y los grupos independentistas, cuyo interés no es precisamente el de colaborar con lealtad a la gobernanza de España. 

Su Gobierno no parece tampoco combinar bien lo estético y lo ético y no ha dejado de alejarse de lo que predicaba en la oposición, y anunciaba mesiánicamente de regenerar la política. Su batacazo en materia de honestidad es una decepción para quienes confiaban en sus predicciones, pero supone una confirmación para quienes veíamos que solo escondía bajo apariencias falsas su verdadero objetivo, el poder a cualquier precio.

Por último, le acuso de ser uno de los peores rostros que hemos conocido en política, un enloquecido capitán Achab dispuesto en su delirio a arrastrarnos al mismísimo infierno. Pero como escribió Emile Zola en 'Yo acuso', “la verdad está en marcha y nada la detendrá”, y su paso a la reserva se acerca.

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