Opinión

Otro que tampoco entiende

Si Pablo Casado pretendía ser creíble en su hipotético viaje al centro, más que apoyarse en Iturgaiz pudo hacerlo en Feijóo. Con Iturgaiz del brazo nadie va a creerse que toma el camino de la moderación. O el discurso de ayer ante el comité ejecutivo del PP fue un ejercicio de circunstancias, un salir de la mejor manera posible, ante la alternativa de castigarse a sí mismo, o autoinmolarse, por su estrategia en el País Vasco y la que pretendía en Galicia o es que sencillamente no ha aprendido la lección. Será eso. Si Casado pretende ir a la captura de los socialdemócratas, que se sienten huérfanos por la deriva de Pedro Sánchez con Podemos, me temo que esos socialdemócratas y otras muchas gentes de la moderación que se encuentran sin techo al que acogerse en la política española van a continuar en la orfandad absoluta. No es Pablo Casado el profeta que esperan.

Del discurso de Casado ante los suyos ayer en Madrid se puede deducir que no ha entendido nada, o casi nada, de la distancia que le separa estratégica e ideológicamente de Núñez Feijóo y de los populares gallegos o de Alfonso Alonso. El problema del PP y de Pablo Casado no es que la izquierda se radicalice y que Pedro Sánchez lo haga con el PSOE. Su problema es que él, Casado, emprendió el mismo camino de radicalización aunque en dirección contraria. Tampoco es una originalidad: hay quienes trabajan para llevar a Europa y al mundo por esa vía de choque. Casado, en lugar de ocupar el espacio de la moderación y de entender la realidad plural de España, la del País Vasco o la de Galicia por ejemplo, emprendió carrera con plena dedicación para ganarle por la derecha y por el nacionalismo uniformista a Vox. La receta de Casado fue, y parece que sigue: frente a radicalización de la izquierda, radicalización de la derecha; frente a radicalización de los nacionalismos periféricos, radicalización del nacionalismo uniformista y recentralización. Está en su derecho y quienes le rodean a aplaudirle. Pero por ahí no va a llegar a la Moncloa ni va a prestar ningún servicio a la mejora social y económica del país.

De su fracaso en el País Vasco tampoco parece haber obtenido conclusiones que le lleven a variar el discurso y a entender que los hechos diferenciales existen. La realidad de España no es toda como esa ciudadela que queda dentro de la M-30, como se dice ahora, antes se decía Villa y Corte, o ‘Madrid’ a secas. En el ‘sancta sanctorum’ de ese Madrid que se resiste a dejar de ser el espejo en el que han de mirarse todos, al PP de Pablo Casado le dijeron que si de extremos se trata, votan al original, Vox, y no a la fotocopia. Tampoco lo entendió.

Pablo Casado más que caer del caballo ante los resultados de Feijóo frente a Iturgaiz, no hacen falta muchas luces, ayer apretó las espuelas y no se entera que la Moncloa le queda a la espalda.