Opinión

Íñigo

YA SE dijo todo. Con el inesperado fallecimiento de José María Íñigo, desaparece sin duda uno de los esenciales precursores de la televisión en España. Eran otros tiempos, con otros medios e ideas diferentes, pero la calidad del producto quedó sellada por su fecundo itinerario, nada comparable con la telebasura de hoy, salvando las excepciones. Fue un hombre con ideas innovadoras, creador de formatos que combinaban entrevistas y música, desde Estudio abierto, Directísimo, Fiesta..., con audiencias espectaculares en la entonces única cadena pública. O su presencia en Eurovisión. Aplicó el método de la sensatez con el entretenimiento desprovisto de ramplonería y zafiedad, el sentido común y el respeto hacia los protagonistas de sus espacios y hacia el espectador. Era una buen persona, como certifican todos los que le conocieron, y no por ello y por su valía profesional recibió el trato merecido. Empezó con 15 años en la radio y en la radio culminó su dilatada carrera, muy especialmente desde No es un día cualquiera de Pepa Fernández, en los fines de semana de Radio Nacional, donde demostró que su munición no estaba agotada. No deja sustituto.

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