Opinión

Fin de año

EN LOS últimos días de este año que remata, una imagen de Lugo se paseó por las redes sociales hasta aterrizar en los informativos de televisión. Y no, no era una vista de la muralla, ni de la catedral, ni del salón regio del Círculo de las Artes que ha sido descubierto para el cine, ni del espectáculo de la danza diaria de las bandadas de estorninos que se recorta buscando un lugar seguro para pasar la noche. Lo que abría las noticias de prime time eran cuatro granujas haciendo esnifar a un anciano lo que parecía una raya de cocaína. Más allá de la canallada puntual, más allá de admitir que esos pelagatos no son símbolo de nada más que de su propia ruina moral, que el conato de broma tuviese lugar a plena luz del día y en el parque de una zona residencial debería hacernos reflexionar sobre el futuro que queremos para nuestra ciudad. Esto se nos está yendo de las manos. Quienes viven aquí me cuentan cosas que parecen más propias de poblaciones marginales que de la tranquila villa de provincias que fue Lugo no hace tanto tiempo. Me hablan de casas okupadas en pleno centro, de vecinos asustados, de menudeo de droga cerca de los colegios, de peleas a muerte protagonizadas por críos imberbes, de menores de edad participando en botellones multitudinarios. Yo no sé a qué juega la autoridad competente, pero esto no puede convertirse en la versión enxebre del Bronx en su peor época. No podemos normalizar que cuatro arrapiezos consuman cocaína en una zona de juegos infantiles, ni que junto a la Plaza de España se venda droga como antes vendían caramelos en la Queta o en Ray, ni que el parque de Rosalía de Castro amanezca cada domingo cuajado de botellas rotas. O la ciudad reacciona o lo pagaremos caro. De momento, la última imagen que España va a tener de Lugo es la de una cuadrilla de sinvergüenzas dándole droga a un pobre viejo. Pido a mis lectores que den una vuelta a esta idea de cara a los buenos propósitos para 2019. Muy feliz año a todos.

Comentarios