Opinión

Diario de una vida artificial

En medio de esta crisis de salud mundial dos actos coincidieron en el tiempo y el espacio: España y Francia se ponían de acuerdo en algo pese a su histórica rivalidad y se abrió el debate sobre si el virus es masculino o femenino, la o el Covid. Esto ha debido de hacer feliz al filósofo Paul B. Preciado.

​AUNQUE EN MUCHOS lugares se está buscando el resultado de apocalipsis o distopía, lo más probable es que este coronavirus nos aproxime a una nueva transición que afecte a muchos aspectos de la vida. "¿Qué haremos al salir?" o "¿Cómo se comportará la gente?" son preguntas comunes entre nosotros, pero hay un estrato de la sociedad que ha permanecido a la sombra largo tiempo sabiendo mucho de transformaciones y preguntas complejas.

El debate sobre si Covid era él o ella fue estéril, sin embargo, algo tan nimio como eso supone una batalla difícil en lo que a personas se refiere. Paul B. Preciado es uno de los rostros más eruditos de este colectivo, el que nace con un nombre pero no se reconoce en él, como tampoco en su cuerpo o lo que se le presupone por un genital. Antes que Paul, fue Beatriz. Y antes de París, fue Burgos, 1970.

Preciado se crió como una niña de hogar católico castellano típico de la época, donde el único libro en toda la casa era la Biblia. Antes de cumplir diez años conoció los poemas de Cernuda y se sintió aliviado, aunque pronto encontraría la definición de homosexual en un diccionario y enterraría sentimientos durante largo tiempo, casi hasta cursar Filosofía en Madrid.

Había aprendido inglés y francés para romper barreras, pues su interés por el pensamiento posmoderno no iba a la par que las traducciones al castellano 

Entonces se inició una pequeña revolución interna, un proceso largo; pero certero. Abandonar España fue un punto de inflexión en su vida. Había aprendido inglés y francés para romper barreras físicas de conocimiento, pues su interés por el pensamiento posmoderno no iba a la par que las traducciones al castellano de obras escritas. Tras esto, se formó en Estados Unidos y Francia hasta lograr el título de discípulo de Ágnes Heller y Jacques Derrida, considerado como el nuevo Kant o Nietzsche.

De ambos sustrajo importantes lecciones para sus tesis y posiciones filosóficas. Heller introdujo en Preciado el interés por la maduración de las personas como algo continuado, es decir, que no pertenece a edades, sino que es algo que el ser humano realiza hasta la muerte. Por otra parte, Derrida supuso en él y en el mundo de la filosofía un cambio en la manera de entender la vida gracias a eso que llegó hasta la cocina: la deconstrucción.

Ferran Adrià explicó bien este proceso filosófico con aquella famosa tortilla de patata servida en capas en una copa de cóctel. ¿Era realmente el plato que todos imaginaban? Según la receta sí, pero no era el aspecto que acostumbra tener. Si se extrapola esta conclusión a la sociedad, obtenemos que la deconstrucción es un mecanismo con el cual el ser humano se deshace de aquello que ha aprendido como normal y abre los ojos.

Paul B. Preciado recoge las enseñanzas de su maestro y aplica la deconstrucción a lo que significa el sexo, los genitales, los cuerpos y un largo etcétera. Estas líneas de pensamiento ya habían sido abiertas por Michel Foucault o Judith Butler, pero el español logra llevarlo un paso más allá gracias a su propia experiencia, creando algo tan único como la filosofía autobiográfica.

Primero llegó su Manifiesto contrasexual, un golpe en la mesa para explicar aquello que las políticas de género dejaban fuera del debate. En él se establece que el sexo y la manera de mantenerlo es una tecnología con más funciones que el placer o la reproducción. En su posición, catalogada casi como terrorismo intelectual, Preciado ensalza el dildo como icono de una revolución que ha de suceder en la intimidad para cambiar el orden social.

Lo contrasexual persigue como objetivo el fin de lo considerado como Naturaleza en lo que a sexo, género y cuerpos se refiere. Preciado propone cambios que eliminen barreras de masculino y femenino, haciendo que los cuerpos sean equivalentes —que no iguales —  y las prácticas sexuales no se guíen por un estándar común.

Los manuscritos de Barbin dejaron constancia de su vida como mujer y como hombre en el siglo XIX

Foucault, que ya había teorizado sobre la materia en la que Preciado profundiza, logró la mejor explicación de estas ideas gracias a la historia de Herculine Barbin. Escribió sus memorias, que el filósofo francés encontraría después en archivos de la seguridad social francesa.

Los manuscritos de Barbin dejaron constancia de su vida como mujer y como hombre en el siglo XIX. En el texto relata que sus impulsos sexuales siempre fueron dispares hacia varones y hembras, pero que también sufría de fuertes dolores físicos en la ingle desde la pubertad y tenía una inusual abundancia de vello, incluso desarrolló barba. Tras confesar esto a un obispo, se realizó un examen médico que le permitió cambiar de sexo con el beneplácito de la Iglesia.

Aunque se mudó a París y sobrevivió a varios escándalos de la prensa, se suicidó en calidad de varón tras escribir sus memorias bajo el nombre ya no de Herculine, sino de Abel. En el informe forense se aprecia que su género es inconclus pues presenta tanto una vagina como pene y testículos. Era, por tanto, una persona intersexual.

La existencia histórica de personas que por vía natural se enfrentan a las categorías únicas de hombre o mujer permitió a Paul B. Preciado encontrar precedentes que amparan sus teorías. Para superar la barrera que vuelve invisibles a estas historias, el filósofo español se sometió voluntariamente a un tratamiento de cambio de sexo con testosterona artificial que quedó plasmado en su "ensayo corporal" que es Testo yonqui.

Si Herculine Barbin existió y hay constancia de casos hasta en la Edad Media, ¿por qué seguir asumiendo que hay una verdad biológica única?

Narrando una nueva transición vital, Preciado expone lo fácil que es quebrar conceptos tan rígidos como femenino o masculino, pero con las consecuencias de hacer esto hoy día. Define la hormonación como una intoxicación que afecta incluso a nivel social, pues uno somete a su cuerpo a cambios radicales por adaptarse a la imagen que se tiene de un hombre o una mujer.

Romper con esta importancia de la entrepierna pasa por rechazar la imitación y la reproducción de la naturaleza. Preciado apunta que estas maneras de transformar los cuerpos responden a patrones y son formas de tecnología que buscan la disciplina, mantener la norma pese al cambio. Si Herculine Barbin existió y hay constancia de casos hasta en la Edad Media, ¿por qué seguir asumiendo que hay una verdad biológica única?

"Cuando me administro una dosis de gel de testosterona me estoy suministrando una cadena carbonada esteroide y cristalina, y con ella un trozo de historia de la modernidad, me administro una serie de transacciones económicas y un conjunto de decisiones farmacéuticas, de ensayos clínicos, de grupos de opinión", explica Preciado en Testo yonqui.

Siguiendo con este pensamiento, el filósofo español equipara las hormonas artificiales con el Prozac y otros medicamentos como una manera de control, una especie de veneno y un remedio que mantiene a las sociedades a raya. En este imperio farmacéutico que Preciado dibuja en el capitalismo actual, existe otro poder oculto en la sombra: lo erótico.

Personas como Paul. B Preciado o Carmen de Mairena hacen e hicieron de su vida un acto político, pues el mero hecho de existir supone un desafío a lo establecido

Elementos como la revista Playboy llegaron a la sociedad para generar un cambio en el consumo de la pornografía: primero como excitación, después como frustración. En estos ideales renovados, los roles se transforman y ya no son matrimonio ni hogar sinónimos de satisfacción, sino una carga que te impide aumentar tu caché vital. La industria del sexo adopta entonces un papel central para indicar el valor y la forma correcta de los cuerpos.

Por tanto, romper la norma nutre a la sociedad de historias de vida valiosas para su tejido, poniendo en valor nuevas existencias a menudo ignoradas o incluso borradas hasta de los márgenes de la historia. Personas como Paul. B Preciado o Carmen de Mairena hacen e hicieron de su vida un acto político, pues el mero hecho de existir supone un desafío a lo establecido.

Preciado no olvida su primera ni segunda infancia. Se dice que escribe para los aún no nacidos y los niños, pues su tiempo todavía no ha llegado. Quizás entonces pueda realizarse una transformación que aleje la palabra normal del objetivo a conseguir.

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