Opinión

Cuando reina el instante

Con la deliciosa idea de que no hay ninguna prisa acariciándote la conciencia, te dejas ir

NO ESTAMOS de vacaciones, pero lo parece. En verano solo trabajamos por las mañanas, hace calor, no hay actividades ni horarios por las tardes, salimos más y la ciudad se ha llenado de amigos y otros veraneantes. Además, los niños no están con nosotros, y eso lo cambia todo: no es una situación que ninguno de nosotros quiera, pero no cabe duda de que introduce con mucha fuerza, en el día a día, la variable "hago en todo momento exactamente lo que me da la gana", incluso si lo que me da la gana consiste en no hacer nada; y eso a veces está muy bien.

Y, si por ejemplo no te apetece ir a la playa, no vas. Y entonces echas la siesta delante de Comida para Phil, de Netflix, y disfrutas de los sitios apetecibles que visita, de las ciudades, de los platos que prueba y de sus caras —es básicamente lo que hace, poner caras—. O, mejor aun, haces que lees; y abres el libro y empiezas, despacio, y aguantas un par de páginas, hasta que sin disimulos lo colocas abierto boca abajo sobre la barriga y, con la deliciosa idea de que no hay ninguna prisa acariciándote la conciencia, te dejas ir.

Y al despertar lo recoges y sigues. Por ejemplo, Regreso a Berlín, de Verna B. Carleton (Periférica & Errata Naturae), un descubrimiento que debo agradecerle, una vez más, a una librería de verdad, Méndez, en la calle Mayor de Madrid, que tiene sus libreros también de verdad, y todo, que no solo son capaces de aconsejar sino que aciertan. El mismo Madrid que parece esperarme dentro de un mes, con su parcela de vida nueva y sus nuevos escenarios, a pesar de que no acabo de creérmelo ni consigo imaginarme cruzando un día la M-30 con naturalidad.

Y leer que "hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante", y casi comprenderlo

O, si uno quiere que la sensación de excepción sea mayor, y que ese estado de ánimo de tranquila excitación no solo no se rompa sino que se perfeccione, puede ojear a Szymborska. Y leer que "hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante", y casi comprenderlo, y hasta pensar que qué apropiado para ese momento de abrir los ojos y ver la luz y el cielo y unas nubes que, como también dice ella, "sin la carga de ningún recuerdo, se elevan sin problemas sobre los hechos".

Y después levanta la vista y piensa que qué pena no leer poesía, porque es asombrosa su capacidad de condensación, su capacidad para obviar lo que no es esencial.

Y sigue el verano. Y aún faltan las vacaciones, en las que volveremos al paraíso. Pero, mientras, disfruto de esta reconfortante pereza lúcida y del hecho sorprendente de no estar angustiado por nada.

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